Paix Liturgique (Carta n ° 840 del 24 de diciembre) abrió sus columnas al Padre Laurent-Marie Pocquet du Haut Jussé, ex-superior de las Siervas de Jesús y María (smj), quien nos da un testimonio esclarecedor:
Las respuestas de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como la crisis litúrgica provocada por el motu proprio Traditionis custodes, revelan una serie de paradojas muy instructivas para pastores, teólogos y canonistas.
Paradoja moral : la Iglesia desde 1988 ha reconocido a través de la voz de su pastor supremo la existencia y la legitimidad del apego de muchos fieles a la liturgia tridentina y se han tomado medidas para facilitar la comunión de estos fieles. Al poner fin abruptamente a estas disposiciones benevolentes (pero también justas y lógicas), la autoridad rompe esta confianza y muestra que, por lo tanto, es moral no respetar la palabra dada.
Paradoja teológica: unos años después el Magisterio afirma dos cosas contradictorias. Benedicto XVI afirma con autoridad un principio teológico fundamental e indiscutible con respecto a la Tradición: “Lo sagrado para las generaciones anteriores sigue siendo grande y sagrado para nosotros, y de repente no puede verse totalmente prohibido, ni siquiera considerado dañino. Es bueno para todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y darles el lugar que les corresponde ”. Sin embargo, de las medidas disciplinarias podemos inferir el principio doctrinal que parece perfectamente contradictorio con el planteado por el Papa emérito: debe ser considerado hoy como peligroso o nocivo, lo que ha contribuido a santificar una multitud innumerable de bautizados y a edificar la 'Iglesia .
Paradoja canónica : según una concepción espontánea del derecho, existe para proteger los derechos de las personas y sobre todo de los católicos. Sin volver a las medidas disciplinarias tomadas por el Papa San Pío V, medidas nunca derogadas, sin discutir el derecho consuetudinario que se aplica a todos los bautizados, laicos o ministros, es evidente que se ha reconocido un derecho a los fieles vinculados a la vida duradera. forma de la liturgia. Sin embargo, este derecho acaba de ser violado, con el desprecio de la dignidad de los bautizados. La Iglesia sinodal, toda al servicio de la comunión eclesial, pierde repentinamente toda credibilidad.
Paradoja eclesial : los pastores están invitados a desarrollar un acompañamiento pastoral, abierto a todas las situaciones morales y psicológicas. Deben practicar la acogida incondicional, pero hay una parte del pueblo de Dios a quien se le niega obstinadamente esta benevolente bienvenida. La instauración de un auténtico apartheid litúrgico (no misas tradicionales en las iglesias parroquiales, ¡sin duda por miedo al contagio o al mal ejemplo!) Muestra el rostro de una Iglesia desconfiada, madrastra, a la que hay que presentar sus papeles bajo pena de ser excluidos y tener que buscar una cueva, ya que no hay lugar para los fieles tradicionales en la sala común… En fin, suficiente para pasar una Feliz Navidad.
Paradoja psicológica: ¡Cabe preguntarse si las autoridades litúrgicas no hacen todo lo posible para que la reforma litúrgica sea odiosa! Este autoritarismo, este desconocimiento de los principios del desarrollo homogéneo de las normas y tradiciones litúrgicas, esta tensión en imponer lo que es solo una etapa de este desarrollo, una etapa que se pretendía estar en consonancia con las aspiraciones sociales de los años sesenta, este rechazo del diálogo, esta incapacidad para hacer una valoración misionera de las reformas llevadas a cabo durante casi sesenta años, esta ceguera ante el colapso de la fe en Occidente (hay que recordar que en nuestras regiones nunca hemos vivido una crisis de vocaciones como ésta). ¿Tan largo plazo?) hacen incomprensible, incluso francamente sospechosa (porque muestra la mala conciencia de los que han fracasado), esta implacabilidad frente a una corriente eclesial minoritaria, por supuesto,
¿Salir de la crisis? Última paradoja: sin duda es posible gracias a la enseñanza y a la praxis del Papa Francisco salir de la crisis. En julio de 2015, el Santo Padre invitó a los jóvenes latinoamericanos a hacer un lío, pero este mensaje se aplica a los jóvenes católicos de todo el mundo. Lo que caracteriza al movimiento tradicional en la Iglesia es la juventud de muchos de sus miembros. A ella le corresponde mostrar audacia e impertinencia, frente al conformismo del buen pensar que transmiten en muchos lugares las nuevas formas litúrgicas, y por el derecho que tienen a promover su identidad. "Sólo la Tradición es revolucionaria", escribió Charles Péguy. Asimismo, el Papa actual no deja de criticar el legalismo, la fascinación por las normas, el miedo a la aventura y el riesgo de quienes aún se esconden detrás de las regulaciones y estructuras de gobierno. Esto arroja una luz dura sobre la avalancha de normas paralizantes que buscan neutralizar, incluso hacer desaparecer una realidad nueva y vieja en la Iglesia. Por tanto, estas normas deberán ser juzgadas a la luz de la teología moral, los derechos de las personas y el verdadero bien de los fieles. Finalmente, la última contribución del Soberano Pontífice, en junio de 2019 recordó la necesaria libertad de los teólogos. Por supuesto, no se trata de cuestionar el Evangelio, la Tradición y lo revelado dado. Por otra parte, las medidas disciplinarias tomadas contra la liturgia deben ser ahora objeto de un examen real, sobre la base de la indispensable valoración de la que acabo de hablar.
Hermano Laurent-Marie sjm
Visto en Riposte Catholique
Bastaría añadir que la Misa en Latín es de origen apostólico, luego fue “codificada” y “compilada” por San Pio V durante la época del heresiarca Lutero que con miras a destruir el santo sacrificio de la misa, la transformo en una simple cena de cara al pueblo, comunión en la mano, permitiendo que laicos repartieran “el pan” puesto que ya no hay sacrificio, y es precisamente lo que se instituyo en la nueva misa en el concilio vaticano II, una replica de la misa del apostata Lutero!
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