«Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: “¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle» (Jn 26, 14-16).
«Y mientras comían, dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará”.
Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?”.
El respondió: “El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!”
Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: “¿Soy yo acaso, Rabbí?” Dícele: “Sí, tú lo has dicho”» (Jn 26, 21-25).
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