El Padre Camilo Dib (¡Santo Súbito!) y una paliza simpática al obispo Taussig
Intro S.I.M.: Con humor titulamos la entrada. Dejamos ahora que el blog "SEMINARIO DE SAN RAFAEL por siempre", realizado por sacerdotes formados en el Seminario Diocesano de San Rafael, nos cuente y reflexione sobre los golpes físicos recibidos por Mons. Taussig, que nos tienen a todos tan... entusiasmados! (Para ver más sobre la historia del caso del injusto cierre del Seminario de San Rafael por su obispo haga click aquí). Nosotros no nos olvidamos que Taussig ha dicho que en esto tiene como cómplice a Bergoglio. Tampoco simpatizamos con la misa de Paulo VI. Sí estamos en contra de la Comunión en la mano, motivo por el cual laudablemente al no ceder ante esa práctica aberrante, tuvieron una excusa para cerrar el Seminario.
Lamentable… Lamentable que la situación de indefensión de los sacerdotes haya tenido que llegar al extremo de que uno de ellos haya intentado, como último recurso, hacerle entender virilmente al Obispo Taussig la gravedad de sus acciones a los golpes.
La primicia nos la da el Sr. Henry Gómez Casas, conocido comunicador católico de Colombia, desde su canal de YouTube (AQUÍ).
Mientras esperamos la corroboración de la noticia y los detalles fehacientes de lo sucedido, nos apresuramos a decir que no es verdad lo que el comunicador afirma con entusiasmo y admiración: que esta trifulca sea algo que ocurre por primera vez en la historia de la Iglesia. La existencia de sanciones para quien agrede físicamente a un ministro de la Iglesia, tanto en el anterior como en el actual Derecho Canónico, indican que las ocasiones en que los consagrados han sido vapuleados han sido varias, al punto de tipificarse el delito o contravención en la legislación.
Más aún: entre los mismos santos, destaca un episodio que guarda muchas similitudes con lo sucedido en la sede del obispado de San Rafael: la bofetada de san Nicolás al arzobispo hereje Arrio, anécdota que puede encontrarse en varias páginas, por ejemplo, aquí.
Decimos que hay varias similitudes: en primer lugar, el carácter de san Nicolás y del P. Camilo. Se trata de dos personalidades mansas. Pero atentti!: no temperamentos fofos, como incluso se ha terminado caricaturizando al santo de los regalos, popular en los tiempos modernos como Santa Claus, Papá Noel, el viejito pascuero y otros apelativos. Mucho se ha distorsionado la verdadera santidad. Y si bien es verdad que el Señor Jesús, nuestro Modelo, nos dice: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”, es el mismo que se tomó el trabajo de trenzar un látigo (lo consigna del manso Juan 2, 15, sí, el Apóstol del Amor), a lo cual hay que dedicar un tiempo: o sea que no fue una reacción temperamental del momento, como si Jesús hubiera “manoteado” lo que tenía a mano, sino que hizo lo que hizo con premeditación, dolido y airado al ver la Casa de su Padre convertida en cueva de ladrones.
En el caso de san Nicolás, su carácter bondadoso se consigna en las leyendas que adornan su vida con episodios cuya historicidad no siempre está garantizada (milagros espectaculares, como rescatar del horno a tres niños que habían sido puestos al fuego por un panadero malvado) pero que es expresiva de su bondad, de su predilección por los niños (son beneficiarios predilectos de sus milagros los pequeños y los adolescentes) y de su generosidad: habiendo heredado una fortuna de sus padres, la gastaba en ayudar a los más necesitados: de allí el recuerdo navideño de las monedas de oro en el calzado, por aquello de las tres jovencitas a quienes su afligido y confundido padre planeaba dedicar a la prostitución para salir de la miseria en que estaban. De allí que, si bien es verdad que hay que corregir la distorsión de la celebración de la Natividad, en la cual el protagonismo lo ha perdido el divino Niño y lo ha acaparado la figura rechoncha del barbudo vestido de rojo, es mejor catequizar, como muchos lo vienen haciendo y, aunque cueste o parezca infructuoso, rescatar la figura histórica del obispo generoso, bondadoso, alegre y afable que se oculta tras la fachada comercial. Puede verse también este artículo. El autor de estas líneas tiene un gran afecto a san Nicolás desde que ha conocido su verdadera historia, y lo celebra con devoción cada 6 de diciembre, ya en tiempo de Adviento.
Volviendo a las similitudes entre san Nicolás y el P. Camilo, los dos tienen sangre oriental: el santo, nació en Myra, Turquía. En Argentina llamamos “turcos” a todos los venidos o descendientes de Medio Oriente, aunque no sean de Turquía propiamente. El P. Camilo tiene sus antepasados en Siria, por lo cual aún hoy es conocido como “el turco Dib”.
No nos extenderemos sobre las virtudes del P. Camilo: confiamos en que en estas horas difíciles, que él sobrelleva sin embargo con serenidad, den su testimonio quienes lo conocen.
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Entrevista al P. Camilo del año 2014 en el Canal Diocesano
CANAL 21
LO QUE HA OCURRIDO
No faltarán quienes critiquen lo que hizo el P. Camilo. Apresurémonos a decir que no necesariamente quienes lo hagan sean enemigos de él o del Seminario. Como se ha dicho, hay una generalizada devaluación del concepto de la auténtica santidad que hace que toda violencia, incluso justificada (suficientemente moderada o no: he ahí un difícil discernimiento) es contraria a la santidad. Y no es así. Pero, siendo una decisión “prudencial”, es lícito que alguien afirme “eso no se debe hacer”, queriendo decir en realidad “yo no lo haría”.
También habrá las reacciones de aplauso al modo de las canchas de futbol, pero que por ser pura emotividad tampoco son correctas. Menos si no se está dispuesto a “jugarse” por lo bueno.
Sólo el P. Camilo conoce cuánto de voluntario y los motivos de su proceder, y cuándo de espontanea emotividad, que si bien puede ser totalmente lícita (es decir, buena, virtuosa) en sí misma, puede también resultarle perjudicial por las consecuencias institucionales. Aquí será importante el apoyo explícito y constante, y también el respeto de su privacidad.
LO QUE PUEDE Y LO QUE DEBE OCURRIR
Como se decía en estas mismas páginas, el Obispo Taussig está cebado: ha probado (metafóricamente hablando) el gusto de la sangre, y a pesar de los modestos ultrajes padecidos, que él magnifica victimizándose, creía que saldría indemne. Suponemos que la contundencia del P. Camilo hará que ahora esté alerta, pues que con el mismo lenguaje pueden interpelarlo los laicos, muchos de los cuales estarán no sólo dolidos sino avergonzados de no haber “primereado” (para usar una expresión papal) al P. Camilo en su tarea de hacer entrar en razón al prelado secuaz de Arrio.
Porque hay que decir que esta sea quizá la principal afinidad entre el P. Camilo y su casi paisano san Nicolás: ha obrado en defensa de la fe y contra el que altera el orden eclesiástico.
El Código de Derecho Canónico (canon 1370 § 3) dice que debe ser sancionado quien atenta físicamente contra un consagrado haciéndolo “en desprecio de la fe, de la Iglesia, de la potestad eclesiástica o del ministerio”.
En este caso, hay que decir que el P. Camilo no ha tenido ninguno de esos cuatro motivos y que precisamente es el Obispo Taussig el que incurre en dichas cuatro actitudes reprobables:
Mons. Taussig desprecia la fe de la Iglesia porque afirma en su decreto de cierre del Seminario Diocesano que “es un bien” que una casa de formación sacerdotal en perfecta concordancia con las orientaciones de la Iglesia sea cerrada.
Desprecia y se burla también de la fe personal de su comunidad diocesana, clero y fieles, al permanecer contumaz en su capricho a pesar de todas las respetuosas apelaciones que se le hicieron desde el inicio. Solamente en los últimos días previos a la clausura, ocurrida el 27 de noviembre, ha habido episodios más tensos, como lo sucedido en Malargüe, quizá el único episodio de “agresión”, contra su vehículo. Y si descontamos momentos de tensión verbal como cuando el mismo Obispo ofreció trompis a un joven o (más grave en sí mismo) cuando en una de las primeras ocasiones separó a una niña pequeña de sus padres y se la llevó para “catequizarla”, corrigiendo las supuestas deficiencias de lo aprendido con su familia y su parroquia, pasando por encima de la patria potestad de los padres allí presentes.
Mons. Taussig atenta contra la Iglesia: contra la Iglesia particular de San Rafael, sumergiéndola en una tormenta de malestar, dolor, incertidumbre y desgaste, para toda la feligresía, y particularmente para los seminaristas y sus familias, que han sido humillados y “ninguneados” (otra vez la jerga papal) desde el primer momento.
Atenta contra la potestad eclesiástica porque al ejercer su autoridad, que en ningún momento se ha desconocido ni rechazado, con prepotencia, la degrada; se degrada a sí mismo y se envilece: ese sería suficiente castigo para el mismo Obispo, su propio envilecimiento, pero hay que tomar en cuenta el daño no sólo ya causado sino el que continúa haciendo.
San Pablo dice que Dios le ha dado el poder para edificar, no para destruir (2ª Corintios 13, 10). Pero esto es precisamente lo que el Obispo Taussig viene haciendo en los últimos tiempos: usa de su autoridad para destruir. Como el ladrón, “mata y destruye” (Jn 10, 10). Ha destruido el Seminario como institución, pero también está destruyendo personas, enfermándolas en cuerpo y alma.
Desprecia el ministerio sagrado de un modo inaudito: ha pretendido manipular a sus sacerdotes amenazándolos para que cumplan su capricho (hacer cumplir las prescripciones civiles de la cuarentena) y tratándolos más que como esclavos como meros apéndices de su persona, sin posibilidad de réplica u objeción de conciencia. Por ejemplo, ha amenazado a un párroco de reconocida trayectoria que si no hacía que sus vicarios se sometan a la restricción de negar la comunión en la boca, le quitaría las licencias no a ellos sino al mismo párroco.
Mucho se podría decir de como este Obispo se ha ido sumergiendo en las oscuridades del desvarío y de la prepotencia: baste este tristísimo broche no de oro sino de lodo infecto, del cual darían testimonio los mismos seminaristas que escucharon sus palabras, si no estuviese vigente la amenaza del “camino de discernimiento” que dice haber traído de Roma: antes de concretar la expulsión de los seminaristas, les leyó una carta al parecer manuscrita del mismo Papa Francisco en la cual les indicaba a los consternados aspirantes al sacerdocio que debían volver a sus casas “como laicos” (es decir, se les retiraba la condición de seminaristas, que los de cursos superiores tienen de modo “oficial” mediante la admisión a las Sagradas Órdenes), en señal de lo cual no podían usar la sotana (detalle no menor para un futuro ministro sagrado) y “por un año” no podían entrar en otro seminario”. Con esta última determinación se convertía en mentira lo que el mismo Obispo había asegurado al anunciar el cierre del Seminario: que serían “reubicados” en el año próximo (ya por comenzar, 2021) con ayuda de las mismas autoridades diocesanas. O sea que ni eso… Más aún: si bien el Mons. Taussig (que viene teniendo la misma credibilidad del pastorcito de la fábula) asegura que es una disposición de Roma, que él beatamente sólo obedece, resultando “modelo” de virtud, considerando todo lo que ha venido sucediendo, está la fuerte sospecha de que haya sido él mismo quien propuso esta restricción de no ingreso, pues “de Roma viene lo que a Roma va”.
La extrema gravedad, y que es un verdadero atentado contra el Orden Sagrado –con lo cual la comparación con Mons. Arrio no resulta exagerada– es que de su propia cosecha habría “aconsejado” a los seminaristas llevar “como laicos” no ya una vida “en el mundo” sino una “vida mundana”, teniendo trato con chicas… para probar la vocación. O sea que el Directorio y referente de Mons. Taussig para el discernimiento vocacional es Ricky Martin, Living la Vida Loca…
EN CONSECUENCIA…
… y volviendo a la situación del P. Camilo: Mons. Taussig debería renunciar ya, incluso por su propio bien e integridad física.
Debería también renunciar como un postrer acto de hombría y de virtud (¡san Dimas, ayúdanos!) pues si considera humillante aceptar que “se equivocó” (para decirlo suavemente), debería tomar en cuenta que mayor ignominia es perseverar en su maléfico capricho.
Pero eso es poco probable que ocurra…
Lo que sí debería lograrse es que no sea precisamente el mismo Obispo Taussig el que haga de juez y parte, de ofendido, fiscal y juez. El Derecho Eclesiástico tiene significativas diferencias con el Derecho Civil, que deberían ser “para bien de las almas”, que debe ser siempre la suprema ley en la Iglesia (como termina el texto de Código de Derecho Canónico, canon 1752).
Si bien lo sucedido con el Seminario muestra que en muchas instancias superiores de la Iglesia hay una complicidad que se manifiesta por lo menos como omisión (dejando sin respuesta los pedidos de los perjudicados), además de la fe y confianza en Dios mismo y la fe en la Iglesia (Credo), hay que tener en cuenta que para obrar el bien Dios nos ha dado iniciativa, inteligencia y voluntad ¿Habrá quien pueda actuar “de oficio” o afrontando los riesgos que implica enfrentarse al prelado furioso? Y todos los que puedan hacer algo ¿estarán dispuestos a hacerlo? –
Buen artículo. ¡Gracias!
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