Desde el 16 de julio de 2021, la Misa Tridentina se encuentra bajo estrecha vigilancia.
El Motu proprio Traditionis custodes prohíbe que la Misa Tridentina se celebre en las iglesias parroquiales. Los sacerdotes que la celebraban en virtud del Motu proprio de 2007 deben, según indica el de 2021, volver a solicitar permiso para seguir celebrándola.
Los jóvenes sacerdotes recién ordenados que deseen celebrar esta Misa, que Summorum pontificum recordó -con razón- que nunca había sido abrogada, deberán obtener el permiso de su obispo, el cual deberá solicitarlo a la Santa Sede.
¿Por qué tantas medidas coercitivas? ¿Será que el objetivo es establecer un verdadero cordón sanitario, para proteger al clero diocesano de los primeros síntomas que desarrolla la liturgia tridentina, puesto que se sabe cuán contagiosa es?
Estas medidas profilácticas tienen como blanco a sacerdotes con una edad promedio de 75 años, que son particularmente vulnerables frente a los jóvenes cohermanos adscritos a la Misa Tradicional, cuya edad promedio es de 38 años.
Los obispos, designados como los "guardianes de la Tradición", deben realmente mantener su clero envejecido, sus seminarios desiertos y sus iglesias cada vez más vacías. Y deben mantener todo esto... alejado de la influencia de la Tradición perenne.
Roma pide a los obispos que ordenen a todos aquellos que aprovechan el tesoro de la liturgia tradicional: "¡No crezcan! ¡No se multipliquen!" Incluso si esto implica que parezcan más celadores y menos verdaderos guardianes de la Tradición, preocupados por el bien espiritual de sus ovejas.
Es cierto que el Motu proprio intenta ser benévolo, declarando que quiere "procurar el bien de aquellos que están arraigados" [¿o más bien empantanados?], "en la forma de celebración anterior y que necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II".
Sin embargo, esta solicitud pastoral tiene apariencia de cuidados paliativos: ¡que todos esos nostálgicos, de 38 años y menos, abran los ojos a la legitimidad de la reforma conciliar, o que los cierren definitivamente!
Uno se pregunta sobre la eficacia de esta profilaxis litúrgica que mira hacia el futuro de la Iglesia a través del espejo retrovisor de Vaticano II. Es un desafío que gradualmente se convertirá en resentimiento. Resentimiento hacia una reforma de los sesenta frente a la vitalidad de la Tradición bimilenaria.
Padre Alain Lorans
Fuente: Dici 411
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