Francisco, Fratelli Tutti y la masonería
Miles Christi- 08/10/2020
« El
Papa abraza la Fraternidad Universal, el gran principio de la Masonería »
La masonería española
ha emitido un comunicado alabando la nueva encíclica de Francisco, Fratelli Tutti, a través del Gran Oriente Español:[1]
« Hace ahora
300 años se produjo el nacimiento de la Masonería Moderna. El gran principio de
esta escuela iniciática no ha cambiado en tres siglos: la construcción de una
fraternidad universal donde los seres humanos se llamen hermanos unos a otros
más allá de sus credos concretos, de sus ideologías, del color de su piel, su
extracción social, su lengua, su cultura o su nacionalidad. Este sueño fraternal
chocó con el integrismo religioso que, en el caso de la Iglesia Católica,
propició durísimos textos de condena a la tolerancia de la Masonería en el
siglo XIX. La última encíclica del Papa Francisco demuestra lo lejos que
está la actual Iglesia Católica de sus antiguas posiciones. En Fratelli Tutti, el Papa abraza la
Fraternidad Universal, el gran principio de la Masonería Moderna.‘‘Anhelo que en esta época que nos toca
vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer
entre todos un deseo mundial de hermandad’’, expresa abogando por una fraternidad abierta, que permite
reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más
allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. Para la
construcción de esa Fraternidad Universal, el Papa aboga por perseguir el
horizonte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ‘‘no suficientemente universales’’. La
carta aborda el papel desintegrador del mundo digital, cuyo funcionamiento
favorece los circuitos cerrados de personas que piensan del mismo modo y
facilitan la difusión de noticias falsas que fomentan prejuicios y odios. ‘‘Conviene reconocer que los fanatismos que
llevan a destruir a otros son protagonizados también por personas religiosas,
sin excluir a los cristianos, que pueden formar parte de redes de violencia
verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio
digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen
naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y
respeto por la fama ajena’’, añade. »
Semejante
declaración en boca de los seculares enemigos de la Iglesia es por demás
significativa. No queda mucho por añadir. Como de costumbre, la mayoría
permanecerá impasible, dirigiendo su mirada hacia otro
lado e intentando laboriosamente poner de relieve los pasajes de la encíclica
compatibles con la doctrina católica. No hay peor ciego que el que no quiere
ver. Cabe aclarar, no obstante, que este comunicado no reviste en sí mismo
novedad alguna, al menos no para quienes conocen bien los dichos y hechos de Bergoglio,
incluso desde mucho antes de su elección en 2013. A título ilustrativo,
transcribo seguidamente tres viejos artículos al respecto.[2]
Francisco y la masonería - 01/09/2013
En 1999 el cardenal
Bergoglio fue elegido miembro honorario del Rotary
Club de la ciudad de Buenos Aires. En 2005, recibió el premio anual que el Rotary atribuye al « hombre del
año », el Laurel de Plata. Esta
entidad, fundada en 1905 en la ciudad de Chicago, USA, por el masón Paul
Harris, es una asociación cuyos vínculos con la francmasonería son de público
conocimiento: es un semillero de masones y el marco en el que se desarrollan
sus iniciativas « caritativas ». Un porcentaje importante de rotarios
pertenecen a las logias, a punto tal que el Rotary,
junto al Lion’s Club, son
considerados como los atrios del templo masónico.
He aquí lo que
decía el obispo de Palencia, España, en una declaración oficial: « El Rotary profesa un laicismo absoluto, una
indiferencia religiosa universal y trata de moralizar las personas y la
sociedad por medio de una doctrina radicalmente naturalista, racionalista e
incluso atea » (Boletín eclesiástico
del obispado de Palencia, n° 77, 1/9/1928, p. 391). Esta condenación fue
confirmada por una declaración solemne del arzobispo de Toledo, el Cardenal
Segura y Sáenz, Primado de España, el 23 de enero de 1929. Dos semanas más
tarde, la Sacra Congregación Consistorial
prohibió la participación de los sacerdotes en reuniones rotarias, en calidad
tanto de miembros como de invitados: es el célebre « non expedire » del 4 de febrero de 1929. Esta prohibición
sería reiterada por un decreto del Santo
Oficio del 20 de diciembre de 1950.
El día de la
elección pontifical del Cardenal Bergoglio, el 13 de marzo de 2013, el Gran Maestre de la francmasonería
argentina, Angel Jorge Clavero, rindió tributo al nuevo pontífice saludándolo
calurosamente. La logia masónica judía B’nai
B’rith hizo otro tanto: « Estamos
convencidos que el nuevo papa Francisco seguirá obrando con determinación para
reforzar los lazos y el diálogo entre la iglesia católica y el judaísmo y
continuará la lucha contra todas las formas de antisemitismo »,
declaró la logia francesa, mientras que la argentina aseveró que reconocen en
Francisco a « un amigo de los
judíos, a un hombre dedicado al diálogo y comprometido en el encuentro
fraterno » y aseguran estar convencidos de que durante su pontificado
« conservará el mismo compromiso y podrá
poner en práctica sus convicciones en el camino del diálogo inter-religioso. »
El director de
asuntos inter-religiosos de la B’nai
B’rith, David Michaels, asistió a la ceremonia de investidura del nuevo
papa, el 19 de marzo y al día siguiente participó a la audiencia dada por
Francisco a los líderes de las diferentes religiones en la sala Sala Clementina. Se habían dado cita
dieciséis personalidades judías en representación de ocho organizaciones
internacionales judías, entre quienes se hallaba el rabino David Rosen,
director del Comité Judeo-Americano (American Jewish Committee), quien
declaró, en una entrevista concedida a la agencia Zenit, que desde el Concilio Vaticano II « la enseñanza de la Iglesia y su enfoque de
los judíos, del judaísmo y de Israel han tenido una transformación revolucionaria. »
Al día siguiente de
su elección, el Gran Oriente de Italia
emitió un comunicado en el cual el Gran
Maestre Gustavo Raffi decía que « con
el Papa Francisco ya nunca nada será como antes. Esta elección ha sido una
apuesta indiscutible de la fraternidad por una Iglesia de diálogo, no
contaminada por la lógica ni las tentaciones del poder temporal (…) Nuestra
esperanza es que el pontificado de Francisco marque el regreso de la
Iglesia-Palabra en lugar de la Iglesia-Institución, y que él promueva el
diálogo con el mundo contemporáneo (…) siguiendo los principios de Vaticano
II (…) Tiene la gran oportunidad de mostrar al mundo el rostro de una Iglesia
que debe recuperar el anuncio de una nueva humanidad, no el peso de una
institución que defiende sus privilegios. »
El 16 de marzo, en
un nuevo artículo del Gran Oriente de
Italia, esta vez anónimo, el lector se entera de que existen tres miradas
diferentes en los miembros de esta obediencia masónica: la de los que son
escépticos en cuanto al progresismo de Francisco, la de los que prefieren
guardar un cauto silencio y juzgarlo luego por sus actos y, finalmente, la de
los que exhiben la convicción de que será un papa « innovador y progresista, basándose en el hecho de que algunos Hermanos
aseguran haber contribuído indirectamente, en el interior del Cónclave, por
intermedio de amigos fraternos, a la elección de un hombre capaz de
regenerar la Iglesia Católica y la sociedad humana en su conjunto. »
Ese punto de vista
se ve reforzado por el hecho de que el Cardenal Bergoglio, durante el cónclave
de 2005, había sido apadrinado por el Cardenal Carlo Maria Martini, fallecido
el 31 de agosto de 2012, desaparición saludada por el GOI en un comunicado fechado el 12 de septiembre en los siguientes
términos: « Ahora que las
celebraciones retóricas y las condolencias pomposas han dejado lugar al
silencio y al duelo, el Gran Oriente de Italia saluda con afecto al Hermano
Carlo Maria Martini, quien ha partido hacia el Oriente Eterno. »
Y el 28 de julio de
2013, con ocasión del deceso del cardenal Ersilio Tonini, masón reconocido, el Gran Maestre Gustavo Raffi le rindió
tributo asegurando que llora « al amigo,
al hombre del diálogo con los masones, al maestro del Evangelio social. Hoy la
humanidad es más pobre, como lo es igualmente la Iglesia Católica. »
Pero a renglón seguido se apresura a añadir que, a despecho de esa gran
pérdida, « la Iglesia del Papa
Francisco es una Iglesia que promete ser respetuosa de la alteridad y compartir
la idea que el Estado laico favorece la paz y la coexistencia de las
diferentes religiones(!!!) »
El límpido homenaje
tributado a Francisco por el Gran Maestre
del Gran Oriente de Italia es un
testimonio por demás inquietante con relación a su pontificado. Como prueba de
ello, y limitándonos a tan sólo uno de los abundantes textos pontificales
referidos a la masonería, he aquí lo que decía León XIII en su encíclica Humanum Genus, del 20 de abril de
1884: « En nuestra época, los
autores del mal parecieran haberse coaligado en un inmenso esfuerzo, bajo el
impulso y con la ayuda de una sociedad diseminada por un gran número de lugares
y fuertemente organizada, la sociedad de los francmasones. Estos, sin disimular
ya sus intenciones, rivalizan de audacia entre ellos contra la augusta majestad
de Dios, maquinando abiertamente y en público la ruina de la Santa Iglesia, con
la finalidad de lograr despojar, si lo pudiesen, las naciones cristianas de los
beneficios que ellas han recibido de Jesucristo, nuestro Salvador. »
Los discursos masónicos de Francisco
- 30/11/2014
El 25 de noviembre Francisco realizó un viaje
relámpago a la ciudad francesa de Estrasburgo, durante el cual pronunció dos
discursos, uno en el Parlamento Europeo[3]
y otro en el Consejo de Europa[4],
dos de las principales instituciones laicas y masónicas[5]
que fabrican las leyes contrarias a la ley de Dios y que difunden la ideología
derecho-humanista que anima todas las leyes, directivas, instituciones y
tratados europeos. El tenor de los mismos consistió en una peroración
típicamente bergogliana exponiendo una serie de lemas y de ideas fuerza
intrínsecamente subversivos y revolucionarios, en total consonancia con los
sofismas fundadores de la « civilización » moderna, masónica y anticristiana:
naturalismo, deísmo, laicismo, humanismo, pluralismo y utopismo.
No haré un análisis exhaustivo de todos los temas
evocados en sus discursos, dado que se prestarían a un amplio desarrollo que
excedería el marco de estas breves líneas: he seleccionado solamente algunas de
sus declaraciones en relación al papel que le atribuye a las instituciones
europeas, y que se sitúan en las antípodas de la visión cristiana del ser
humano y de la sociedad. Comienzo por el discurso en el Parlamento Europeo:
El centro del « ambicioso proyecto político »
de la comunidad europea se basa en « la
confianza en el hombre, no tanto como ciudadano o sujeto económico » sino
« en el hombre como persona dotada
de una dignidad trascendente (...) La dignidad es una palabra clave que
ha caracterizado el proceso de recuperación » europea luego de la
segunda guerra mundial. « La
percepción de la importancia de los derechos humanos (…) ha contribuido a
formar la conciencia del valor de cada persona humana, única e irrepetible (…)
La promoción de los derechos humanos desempeña un papel central en el
compromiso de la Unión Europea, con el fin de favorecer la dignidad de la
persona (…) Se trata de un compromiso importante y admirable. »
El régimen revolucionario masónico, liberal, laico y
democrático, ha sido construído por la arrogancia del hombre que desprecia a
Jesucristo y a la Iglesia, que se pretende autónomo y dispensado de observar la
ley divina y que no reconoce otra ley que no sea la que el « pueblo
soberano » se prescribe a sí mismo. Esa « civilización »
anticrística, en el sentido escatológico del término, es aprobada, elogiada y
promocionada por Francisco, quien recuerda
a los eurodiputados « la exigencia de hacerse cargo de mantener
viva la democracia, la democracia de los pueblos de Europa », para explicarles a continuación que « mantener viva la realidad de las democracias es un reto de este
momento histórico. », asegurándoles luego que la esperanza para Europa
reside en « reconocer la centralidad
de la persona humana », en el « compromiso
en favor de la ecología », en « favorecer
las políticas de empleo » y en realizar la construcción europea en
torno a « la sacralidad de la
persona humana. »
En el segundo discurso,
pronunciado en el Consejo de Europa,
agradece a sus miembros por su « promoción de la democracia, los derechos humanos y el estado de
derecho », con lo que legitima el régimen democratico, revolucionario
y liberal, basado en la « soberanía popular » y en la exclusión de
Dios y de la Iglesia de la vida pública. Quedan así excluídos del « estado de derecho », por
principio, las monarquías cristianas o los régimenes políticos católicos
refractarios a los sofismas liberales y a los utopismos « progresistas »,
asimilados por el sistema derecho-humanista a « despotismos »,
« tiranías » y « dictaduras » intrínsecamente reprobables.
Les explica también que para obtener la paz tan ansiada « es necesario ante todo educar para ella, abandonando una
cultura del conflicto, que tiende al miedo del otro, a la marginación de quien
piensa y vive de manera diferente », fórmula totalmente naturalista que
prescinde del orden sobrenatural, de la misión civilizadora de la Iglesia y de
la redención operada por Nuestro Señor Jesucristo.
Esto es muy distinto de
lo que nos enseña la Iglesia al respecto: « El día en que Estados y gobiernos estimen
ser un deber sagrado el atenerse a las enseñanzas y a las prescripciones
de Jesucristo en sus relaciones interiores y exteriores, sólo así
llegarán a gozar de una paz provechosa, mantendrán relaciones de confianza
recíproca y resolverán pacíficamente los conflictos que pudiesen surgir (…)
Síguese entonces que no podrá existir ninguna paz verdadera, a saber, la
tan deseada paz de Cristo, hasta tanto los hombres no sigan en la vida pública
y privada con fidelidad las enseñanzas, los preceptos y los ejemplos de Cristo.
Una vez así constituida ordenadamente la sociedad, pueda por fin la Iglesia,
desempeñando su divina misión, hacer valer todos y cada uno de los derechos de
Dios lo mismo sobre los individuos como sobre las sociedades. En esto consiste
la breve fórmula : el reino de Cristo (…) De todo lo cual resulta claro
que no hay paz de Cristo sin el reino de Cristo. » (Encíclica Ubi Arcano, Pío XI, 1922)
Pero huelga
decir que en la visión naturalista de Francisco estas palabras de Pío XI
carecen de todo significado. Luego hace a su auditorio la
siguiente pregunta retórica:« ¿Cómo
lograr el objetivo ambicioso de la paz? », a la cual responde del siguiente
modo: « El camino elegido por el
Consejo de Europa es ante todo el de la promoción de los derechos humanos, que
enlaza con el desarrollo de la democracia y el estado de derecho. Es una tarea
particularmente valiosa, con significativas implicaciones éticas y sociales,
puesto que de una correcta comprensión de estos términos y una reflexión
constante sobre ellos, depende el desarrollo de nuestras sociedades, su
convivencia pacífica y su futuro. »
La paz de Europa, al
igual que su devenir histórico, sustraídos de un modo insensato e impío al
dominio universal del único Señor de la Paz y Rey de las Naciones, descansa
según Francisco en el accionar prometeico del hombre caído, en la « promoción de los derechos
humanos » y en el « desarrollo
de la democracia ». Asombroso mensaje y consternante lenguaje de parte
de quien pasa por ser, a los ojos del mundo, el Sucesor de San Pedro y el
Vicario de Cristo en la tierra…
Recapitulando: todo el
mensaje de Francisco se funda en el reconocimiento y en la legitimación de la
ideología iluminista y revolucionaria de los « derechos humanos », sustituto del Evangelio y de los
Mandamientos de la ley de Dios, y en la promoción de la falaz « dignidad de la persona humana » que
oculta la naturaleza caída del hombre y la consiguiente necesidad en la que
éste se encuentra de ser rescatado del pecado y salvado de la condenación
eterna por la gracia divina comunicada por Jesucristo, Nuestro Señor y
Salvador, a través de la Iglesia, su Cuerpo Místico y única Arca de Salvación.
Esta verdad teológica
básica ha sido evacuada de la constitución política del Estado liberal y
revolucionario, que reposa en el libre « contrato social » contraído
entre individuos « autónomos » y « soberanos », quienes
obedeciendo a la « voluntad general » se imaginan emancipados de toda
ley superior distinta de aquella que ellos mismos decidan atribuirse: ley
natural, ley eclesiástica, ley divina. Esta es la actitud del hombre rebelde
que, renunciando a su condición de creatura, dependiente moral y ontológicamente
de su Creador, se constituye en el orígen del bien y del mal, adorando su « dignidad trascendente e
inalienable » como su fin último y declarándose la razón de ser de la
sociedad y del Estado. Y resulta tristísimo, y profundamente inquietante, tener
que comprobar que esta verdad teológica fundamental del cristianismo brilla
igualmente por su ausencia en los mensajes dirigidos por Francisco a las
instituciones de la Europa moderna, democrática y apóstata…
Cabe recordar que la
democracia liberal no es más que la concreción social de esta actitud de
rebeldía propia del hombre moderno. Ella encarna eminentemente el « seréis como dioses » del
Edén, traducido en espuria teoría política por los « filo-sofistas » de la
« Ilustración » y del « Siglo de las Luces ». El régimen
democrático es el eco temporal del « non serviam » pronunciado por
Satanás en los orígenes de la Creación. La democracia moderna no es pues sino
la « Demoncracia », la «
Bestia » del Apocalipsis, que aguarda impaciente la llegada de su caudillo
postrero, aquel cuya misión será la de consumar la rebelión de la humanidad
contra Dios.
Pero los cristianos
sabemos, instruídos por las profecías bíblicas, que la bestia política será
secundada por una segunda bestia, que corresponde a la religión adulterada,
prostituida y prevaricadora, la que también contará con un jefe emblemático, el
cual hará que los moradores de la tierra se sometan incondicionalmente a la
primera, adorándola. Y es necesario reconocer que Francisco, a través de sus
discursos de Estrasburgo, se sitúa inequívocamente en la línea del falso
profeta descripto por San Juan en su visión escatológica, presentándose a los
ojos del mundo como un cordero pero hablando como un dragón…
Post Data : De
las más de 7000 palabras utilizadas en esos discursos ante las instituciones
europeas, destacan por su frecuencia ciertos vocablos de inconfundible cuño
humanista y de honda raigambre masónica, como ser los de
« democracia », « derechos humanos », « dignidad de la
persona », « paz », « diálogo »,
« conciencia », junto a neologismos típicos de la ampulosa jerga
bergogliana, « multipolaridad » y « transversalidad »
siendo los más estrafalarios de su muy extraño vocabulario. Lenguaje
ciertamente irreconocible en boca de quien supuestamente tiene la sagrada
misión de anunciar el Evangelio a un continente que ha dado radicalmente la espalda a su Divino Maestro.
Y no deja de ser por demás sintomático que entre esas más de 7000 palabras
utilizadas, no se encuentre ni tan siquiera una vez el dulce y adorable nombre
de Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo…
Hacia
un gobierno mundial - 15/08/2016
Ya he abordado en otros artículos el
asunto del mundialismo y el modo en que Francisco lo propicia a toda costa, en particular
por su « prédica ecológica » y su cruzada contra el supuesto
« calentamiento climático ». Veremos seguidamente que esta
unidad del mundo que deja de lado a Cristo y a su Iglesia, concebida para un
contexto laico y naturalista, ha sido evocada por Francisco en diversas
oportunidades. He aquí dos de ellas, tomadas de Laudato Si’:
«
Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites
infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas
formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no
sólo con la política sino también con la libertad y la justicia. » § 53
«
Desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido
afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como
pueblo que habita una casa de todos. Un mundo interdependiente no significa
únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida,
producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las
soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de
los intereses de algunos países. La interdependencia nos obliga a pensar en
mundo único, en un proyecto común. » § 164
Concebir el planeta como
« patria », pensar en un « mundo único », crear un
« sistema normativo » con « límites infranqueables »: ¿es
necesario precisar que lo que Francisco preconiza no es sino la instauración de
un gobierno mundial dotado de un poder político efectivo, que no se funda en
los Mandamientos sino en los Derechos Humanos masónicos y en el falso
Evangelio Ecológico expuesto en Laudato Si’? Digámoslo claramente: para
que el proyecto cosmopolita y apátrida onusino se vuelva coercitivo y pueda
concretarse en una República Universal,
so capa de « cuidado » de nuestra « casa común » amenazada
por el « calentamiento global », hace falta establecer una autoridad
planetaria capaz de imponer esta utopía totalitaria a los refractarios. Este
objetivo es aun más explícito en el siguiente pasaje de la encíclica, en el que
Francisco cita a Benedicto XVI, quien a su vez invoca a Juan XXIII, lo que
demuestra, por si alguna duda cupiese, la continuidad del proyecto masónico de
los predecesores de Francisco desde el CVII:
« […]
se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más
fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente
por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar.
Como afirmaba Benedicto XVI […]: ‘‘para gobernar la economía mundial, para
sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y
mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral,
la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente
y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad
política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan XXIII’’
(Caritas in Veritate n° 67). » § 175[6]
Este párrafo número 67 de la
encíclica Caritas in Veritate, de
Benedicto XVI, constituye un auténtico manifiesto ideológico del Nuevo Orden Mundial a ser instaurado
bajo los auspicios de la ONU y propone todo un programa de acción. Por tanto es
conveniente referirlo íntegramente, no obstante su extensión. Las palabras subrayadas
se encuentran en cursiva en el texto original:
« Ante
el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de
una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto
de la Organización de las
Naciones Unidas como
de la arquitectura económica y
financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto
de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras
para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las
decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario
precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que
incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo
solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear
las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores
desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la
seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y
regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial,
como fue ya esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar
regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de
subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un
auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en
la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos,
gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el
cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe
tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas
partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros
internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no
obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el
riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más
fuertes. El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional
exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de
tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo
finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre
esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en
el Estatuto de las Naciones Unidas[7]. »[8]
He aquí un breve extracto de la
encíclica de Juan XXIII Pacem in Terris,
publicada el 11 de abril de 1963, documento que hizo oficial la adhesión del
Vaticano al mundialismo masónico de la ONU:
« No
se nos oculta que ciertos capítulos de esta Declaración [Universal de los
Derechos Humanos] han suscitado algunas objeciones fundadas. Juzgamos, sin
embargo, que esta Declaración debe considerarse un primer paso introductorio
para el establecimiento de una constitución jurídica y política de todos los
pueblos del mundo. En dicha Declaración se reconoce solemnemente a todos los
hombres sin excepción la dignidad de la persona humana y se afirman todos los
derechos que todo hombre tiene a buscar libremente la verdad, respetar las
normas morales, cumplir los deberes de la justicia, observar una vida decorosa
y otros derechos íntimamente vinculados con éstos. Deseamos, pues,
vehementemente que la Organización de las Naciones Unidas pueda ir acomodando
cada vez mejor sus estructuras y medios a la amplitud y nobleza de sus
objetivos. ¡Ojalá llegue pronto el tiempo en que esta Organización pueda
garantizar con eficacia los derechos del hombre!, derechos que, por brotar
inmediatamente de la dignidad de la persona humana, son universales,
inviolables e inmutables[9]. »
Esta política será seguida
escrupulosamente por todos los papas conciliares, comprometidos enteramente con
la promoción del mundialismo laico y naturalista que hace del hombre y de su
« carácter sagrado » la piedra angular de la vida social y de los
principios jurídicos que regulan las relaciones internacionales. Esta misma
línea de sostén incondicional del proyecto globalista onusino fue la adoptada
por Pablo VI en su discurso del 4 de octubre de 1965:
«
Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas como hacia la última esperanza de
concordia y paz; […] Estaríamos tentados de decir que vuestra característica
refleja en cierta medida en el orden temporal lo que nuestra Iglesia Católica
quiere ser en el orden espiritual: única y universal. No se puede concebir nada
más elevado, en el plano natural, para la construcción ideológica de la
humanidad. […] Lo que vosotros proclamáis aquí son los derechos y los deberes
fundamentales del hombre, su dignidad y libertad y, ante todo, la libertad
religiosa. Sentimos que sois los intérpretes de lo que la sabiduría humana
tiene de más elevado, diríamos casi su carácter sagrado. Porque se trata, ante
todo, de la vida del hombre y la vida humana es sagrada[10]. »
¡Poco faltó para que Pablo VI
equiparara las Naciones Unidas, por su casi « carácter sagrado » (que
entre otras cosas promueve el aborto y la aceptación de la homosexualidad), a
la Iglesia Católica!
Para concluir la demostración, leamos
las declaraciones panegíricas que Juan Pablo II hizo de la ONU el 2 de octubre
de 1979:
« Permítanme desear que la
Organización de las Naciones Unidas, por su carácter universal, no deje de ser
el foro, la alta tribuna, desde la que se valoran, en la verdad y en la
justicia, todos los problemas del hombre. […] Esta Declaración ha costado la
pérdida de millones de nuestros hermanos y hermanas que la pagaron con su
propio sufrimiento y sacrificio, provocados por el embrutecimiento que había
hecho sordas y ciegas las conciencias humanas de sus opresores y de los
artífices de un verdadero genocidio. ¡Este precio no puede haber sido pagado en
vano! La Declaración universal de los Derechos del Hombre -con todo el conjunto
de numerosas declaraciones y convenciones sobre aspectos importantísimos de los
derechos humanos, en favor de la infancia, de la mujer, de la igualdad entre
las razas, y especialmente los dos Pactos Internacionales sobre los derechos
económicos, sociales y culturales, y sobre los derechos civiles y políticos-
debe quedar en la Organización de las Naciones Unidas como el valor básico con el
que se coteje la conciencia de sus miembros y del que se saque una inspiración
constante. […] La Declaración universal de los Derechos del Hombre y los
instrumentos jurídicos, tanto a nivel internacional como nacional, en un
movimiento que es de desear progresivo y continuo, tratan de crear una
conciencia general de la dignidad del hombre y definir al menos algunos de los
derechos inalienables del hombre. […] El conjunto de los derechos del hombre
corresponde a la sustancia de la dignidad del ser humano, entendido
integralmente, y no reducido a una sola dimensión; se refieren a la
satisfacción de las necesidades esenciales del hombre, al ejercicio de sus
libertades, a sus relaciones con otras personas; pero se refieren también,
siempre y dondequiera que sea, al hombre, a su plena dimensión humana[11]. »
Está
todo dicho. La ONU es de ahora en más la instancia moral suprema de la
humanidad, la Declaración de los Derechos Humanos es el nuevo Evangelio y los
papas conciliares son sus portavoces y su garante espiritual ante la opinión
pública mundial. La época de la Cristiandad y de la unidad católica ha quedado
atrás, dando lugar al Nuevo Orden Mundial
judeomasónico, apadrinado por la jerarquía apóstata del Vaticano y por su
religión adulterada, totalmente entregada al servicio de las potencias
maléficas y bregando sin tregua por el advenimiento del reino universal del
Anticristo…
Para mayor información:
https://www.amazon.com/Kindle-Store-Miles-Christi/s?rh=n%3A133140011%2Cp_27%3AMiles+Christi
http://saint-remi.fr/fr/35-livres#/filtre_auteur-miles_christi
https://gloria.tv/Miles%20-%20Christi
[1]https://mailchi.mp/gle/eloriente169-938721-8m0qlkm9r6-939922https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=38792 - https://adelantelafe.com/vigano-sobre-la-enciclica-fratelli-tutti-daria-la-impresion-de-que-fue-escrita-por-un-mason/
[2]Acá podrá encontrarse más amplia
información sobre el tema: https://gloria.tv/post/EBGAmbTEcwxd3oPNmLLk8LwL2
[3]http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/november/documents/papa-francesco_20141125_strasburgo-parlamento-europeo.html
[4]http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/november/documents/papa-francesco_20141125_strasburgo-consiglio-europa.html
[5]http://nacionalismo-catolico-juan-bautista.blogspot.fr/2014/11/nota-de-ncsjb-ante-la-visita-del-obispo.html
[6] Bernard
Dumont s’expresa claramente sobre el asunto en el artículo Convergencias mundialistas, en el número 132 de la excelente
revista Catholica: « Es así como, por etapas sucesivas,
hemos arribado a la situación actual, en la cual se opera una simbiósis entre
la adhesión explícita a la idea de organización política mundial y los
numerosos signos, las pequeñas frases y los gestos simbólicos que prueban su
autenticidad a través de una praxis cargada de ejemplaridad. Particularmente,
el muy extenso texto de Laudato Si’
no consagra más que un párrafo a cuestión de la autoridad mundial,
contentándose esencialmente con citar el pasaje de Caritas in Veritate que acabamos de leer. Pero el resto del
documento aborda muchos asuntos puestos a la orden del día por grupos de
presión que obran a la sombra de la ONU
y de otras instancias transnacionales, a fin de legitimar sus enfoques, alejados
del contenido habitual de las encíclicas pero omnipresentes como soporte de una
propaganda mundialista muy acentuada. El hecho de que la presentación del
documento haya sido confiada a personajes de primer plano en la aplicación de
esta propaganda y en las acciones que ella promueve constituye en sí mismo un
gesto muy significativo. No se trata de un hecho aislado, al contrario, forma
parte de un conjunto que transmite un mensaje efectivo y sin ambages. No hace
falta hacer resaltar hasta qué punto la incesante y multiforme invitación a
abrir incondicionalmente las puertas a los ‘‘inmigrantes’’ participa de la
misma praxis, junto a otros símbolos, como ser la escenografía vagamente
panteísta realizada el 8 de diciembre de 2015 en la Plaza San Pedro, al mismo
tiempo que la Conferencia de París sobre el clima. » http://www.catholica.presse.fr/2016/08/10/3914/
[7]http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate.html
[8] Dos años después,
el 24 de octubre de 2011, el Consejo
Pontificio Justicia y Paz publicó un extenso documento desarrollando el
proyecto ratzingeriano de instaurar un gobierno mundial, del cual he aquí un
breve extracto: «Sin embargo permanece
aún un largo camino por recorrer antes de llegar a la constitución de una tal
Autoridad pública con competencia universal. La lógica desearía que el proceso
de reforma se desarrollase teniendo como punto de referencia la Organización de
las Naciones Unidas, en razón de la amplitud mundial de sus responsabilidades,
de su capacidad de reunir las Naciones de la tierra, y de la diversidad de sus
propias tareas y de las de sus Agencias especializadas. El fruto de tales
reformas debería ser una mayor capacidad de adopción de políticas y opciones
vinculantes, por estar orientadas a la realización del bien común a nivel
local, regional y mundial. […] Existen, pues, las condiciones para la
superación definitiva de un orden internacional «westfaliano», en el que los
Estados perciben la exigencia de la cooperación, pero no asumen la oportunidad
de una integración de las respectivas soberanías para el bien común de los
pueblos. Es tarea de las generaciones presentes reconocer y aceptar
conscientemente esta nueva dinámica mundial hacia la realización de un bien
común universal. Ciertamente, esta transformación se realizará al precio de una
transferencia gradual y equilibrada de una parte de las competencias nacionales
a una Autoridad mundial y a las Autoridades regionales, pero esto es necesario
en un momento en el cual el dinamismo de la sociedad humana y de la economía, y
el progreso de la tecnología trascienden las fronteras, que en el mundo
globalizado, de hecho están ya erosionadas. La concepción de una nueva
sociedad, la construcción de nuevas instituciones con vocación y competencia
universales, son una prerrogativa y un deber de todos, sin distinción alguna.
Está en juego el bien común de la humanidad, y el futuro mismo. »https://es.zenit.org/articles/por-una-reforma-del-sistema-financiero-y-monetario-internacional-en-la-perspectiva-de-una-autoridad/
[9]http://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem.html
Le agradezco la publicación. Un cordial saludo en Cristo y María.
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