Ahora que parece a punto de romperse el sexto sello del Apocalipsis, donde secontiene el futuro de la humanidad; cuando «propios y ajenos cuidados» nos
asaltan de adentro y de afuera, sentimos un deseo vehemente de hallar un
refugio, de escuchar en medio de las voces pasajeras, una voz que no pase, de
huir del movedizo arenal de las cosas presentes, y afirmarnos en la roca eterna.
Viajeros que somos en el atardecer del mundo, cuando aya no hay luz ni siquiera
en las cumbres, la noche se cierra delante de nuestros pasos, e instintivamente
volvemos los ojos, para espiar el alba que se anuncia en el borde nacarado de las
primeras nubes o en el pálido sueño de las últimas estrellas.
Desencantados del presente, nos refugiamos en la historia, que es el pasado, o en
las profecías, que son el porvenir.
Fatigados por las mil cadenas de fábulas en que nos han envuelto las lenguas
mentirosas de filósofos, sociólogos, financistas y demagogos, buscamos
ansiosamente la verdad, que nos hará libres: Verítas liberavit vos.
(Hugo Wast)
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