A propósito de una guerra negada
Por
Antonio Caponnetto
Hoy es
En estos mismos días, para nuestra
deshonra y vergüenza, Bergoglio ha dado a conocer su “Carta Encíclica Fratelli
tutti”, tristísimo compendio de
obscenidades ideológicas, y prueba ya inequívoca y rotunda de que su gestión
está confesamente al servicio de judíos, masones y marxistas. Sí; es un funesto
pero comprobado hecho: para ellos trabaja de modo activo y orgánico, lacayuno y
patente. Podemos probarlo hasta la minucia y la náusea.
Pero bástenos decir en este 7 de
octubre, que repudiamos la propuesta bergogliana de declarar abolida la
doctrina de la guerra justa(F.T,par.256
y ss), a la par de pedir –tergiversando la letra y el espíritu de San
Francisco de Asís- que los católicos se sometan antes quienes no comparten
nuestra Fe. Expresión que aplica de un modo específico a los sarracenos(Ibidem,
par. 3). Bergoglio se convierte así en el adalid de la rendición y del oprobio,
de la traición y del escarnio,del deshonor y de la felonía más artera.
En homenaje a los héroes de
Lepanto, y a todos aquellos que regaron su sangre en la batalla justísima
contra el infiel, hemos escrito estos versos de remembranzas cidianas, para
pedirles a los nuestros, a nosotros mismos, que no abandonemos el deber
cristiano de la lucha:
A tí Álvar Fañez
Sólo quedamos dos,Minaya, hermano;
Álvar Fañez tu nombre y yo Rodrigo.
Tanto teme a tu ardor el enemigo
como de mí la justiciera mano.
Duro ha sido el galope y el destierro
del Valle de Orbaneja hasta Zamora,
hubo un tajo en tu adarga cada hora
y una sangre en el filo de tu fierro.
Ninguna queja tengo:días, noches,
te has jugado la vida a cara o ceca;
tu corcel secundó al impar Babieca,
si quisieras volver, no habrá reproches.
Vuelve al León natal que vio tu infancia,
con tu esposa Maior, tus tres retoños,
un hogar solariego y la fragancia
para gozar la paz y la abundancia
esperando el añil de los otoños.
Yo seguiré empuñando
eterno enamorado de Jimena,
vasallo fiel del Rey y
En vida o muerte el Sol no me abandona,
me dirán Campeador en cada almena.
Aguarda, hermano Fañez, no hay urgencia...
Si acaso resultara una violencia
despedirte al salir de la muralla
y olvidar la razón de tu vehemencia.
A mi me encontrarás siempre en batalla.
Ciudad
de
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