miércoles, 9 de octubre de 2019

El Nuevo Sócrates - Antonio Caponnetto


Los “Castellanis” apócrifos


EL NUEVO SÓCRATES
Por Antonio Caponnetto


Faltaban escasos días para que Sócrates tomara la cicuta, con la serenidad y el decoro que Clío ha registrado, cuando un haz fidelísimo de discípulos se llegó hasta la celda, de visita. A duras penas se les franqueó el ingreso, no sin antes ser requisados por dos macizos penitenciarios de Devoto -polis próxima a Cannas- a quien el vulgo llamaba “candados”, al parecer por su rígido celo con los reclusos.

Fueron de la partida Aristodemo, el descalzo, hijo de Príamo; Apolodoro, el gemebundo, hijo de Tetis, modelo de lactancia; Cratodemos, hijo de Torosidis, el defensor de la Eurocopa, y Dióscoro, hijo de Xipolitakis, aunque temblaba cada vez que lo llamaban “hijo de...”.

Sentado  gallardamente sobre un taburete jónico, el maestro –tras las “gracias muchachos” de rigor- tomó la palabra y así expresóse:

-Dime Aristodemo, ¡y cuanto antes, por Zeus!, ¿qué cosa es la paz?

-Lo saben todos, maestro. Es la capital de Bolitatrópolis, de cuyo seno han nacido los descendientes hiperbóreos de Evo, a quienes los oligarcas y los contreras desdeñan por bárbaros,según  Pontificem Peronio dixit.

-Tú sabes –ya que al oráculo romano mentas- que el espacio me importa menos que el tiempo. No te preguntaba por La Paz como accidente geográfico sino como categoría social o forma de la república.

-En tal caso, Sócrates, sin vacilar te respondo. La paz es la Verdad.

-Lo contrario de la Verdad, es la mentira,¿consientes?

-¡Por las bodegas de los cuarteles beocios, que sí!

-Pues dime, ¿si la paz es la Verdad, y a cada quien le es permitido tener la suya y defenderla con la intransigencia de los hoplitas en Maratón, no sería entonces la paz causa de guerras, disensiones, gruñidos y batallas.

-Evidente,¡oh veterano de Potidea!

-La paz entonces llevaría a la guerra. La cual,según el Pseudo Píndaro, es un monstruo grande y pisa fuerte. Como los plantígrados; por caso, los osos kinkajás.

-Sócrates –intervino inquieto Apolodoro- tú nos hacés entender todo. Bien deduzco ahora, y bendigo tu mayéutica, que los nacidos en La Paz son como osos kinkajás, y que los que hacen el amor y no la guerra, están en el extremo opuesto de la Verdad. Otrosí los que llaman verdades a sus propias doxas, como lo agendó el membrudo Plato en uno de sus apuntes. ¿Digo bien?

-Estás para anotarte en el Ciclo Básico Común.

Pero dime, tú, Cratodemos, ya que has guardado discreto silencio hasta ahora, ¿cómo crees que se sentiría Apolo, si su propio y mayor templo fuera invadido por nigromantes bazucas y arúspices selváticos, para tributarle honras y plácemes a los demiurgos pachamámicos?

-Se sentiría ofendido, hijo de Fenáreta.

-¿Ofendido pero manso y paciente como Hestia, la primogénita de Cronos, u ofendido al modo de Aquiles, cuya cólera profirió Homero,el Canoro de los Cien Barrios Helenos?

-Pues no soy oraculólogo, ni quién para juzgar a los dioses, maestro, pero conociéndolo a Apolo, colijo que hubiera sacado a los invasores a golpes de dorus y de grebas.

-¿Tenéis a la cólera por justa en estos casos,oh descendiente del shoteador en Salónica?

-Así la tengo, heredero de Sofronisco

-¿Y tenéis a lo justo por lo contrario de lo injusto?

-Patente,como hiperinflación macrista.

-Pero ¿no dice Grabois en Página 12 que es una injusticia el hambre?

-Lo dice en cada piquete, maestro.

-Luego lo justo sería lo contrario del hambre. ¿Me sigues,o estás con la cabeza en la filosofía de Lacleau?

-Te sigo, Sócrates.

-Si la cólera es lo contrario del hambre, y lo del deífico Apolo puede tenerse por una bronca de aquellas ante la invasión de su templo mayor por rústicos salvajes, nadie osaría reprocharle que sacióse de mamporros, chuletazos y guantadas contra los infiltrados, y sobre todo, con el primer responsable de cuidar la integridad de su templo. Bien haría Apolo entonces, como ha sucedido, en dejar caer una gruesa mampostería de su magna colegiata, bien cerca de las testas purpurinas...

Lo interrumpió pudorosamente Dióscoro, que la pudibundez veníale de su madre, y dirigiéndose  con mesura al héroe de Anfípolis que tenía por delante, le habló de este modo:

-Sócrates, tu siempre que vienes con un acertijo eres temible cuanto respetable. Un enigma en tu boca es como un hálito próximo a darnos vida, y una elemental adivinanza se vuelve vaticinio y profecía. ¿Me parece a mí, que soy el menos docto de tus discípulos, o el ejemplo de Apolo que acabas de ponernos es sólo un tropo de los tuyos para que las generaciones venideras aprendan a respetar la deidad verdadera? Porque nosotros,oh maestro venerable,vivimos en la chacota pagana del politeismo, pero días vendrán, dice Virgilio, plagiando a Teodoro Haecker, en que el Deus asconditus nos será revelado...

Iba a sacarnos de la incógnita Sócrates,y a sacar asimismo a toda la posteridad , cuando uno de los “candados” interrumpió las delicias del logos arguyente, para anunciar con voz de moscato y caña a dos imprevistos visitantes.

-¡Preso de la 11/14,visitas...! ¡Cinco minutos y cerramos!

Nomás fue verlos y el insigne cautivo tuvo que esforzarse por mantener la gravitas que lo acompañaba en todo momento. Eran Protágoras de Abdera y Tucholipón Hermafrodito, sacerdote de Hermes y sirviente del desdichado Troilo. A juzgar por la bolsa que portaba, este último venía de hacer compras en una refinada boutique de la Plaza del Mercado.

-No me alegra veros, dijo Sócrates, ni sé qué os trae por aquí. Pero antes de que oséis importunar esta amable despedida con los míos, saciareís una curiosidad que tengo pendiente.

-¡Me lo como a achuchadas!, susurró Tucholipón; aunque más cauteloso el de Abdera, fue poniendo las barbas en remojo. Por lo que, rápido de reflejos, el guardia, desenvainó una prestobarba.

-Yo vine con los bolsos de López, ¡recio rival!, se atajó Protágoras. Me dijeron que hay en esta mazmorra un candado que es argento, de Argoflores, para más señas. Y que por unas dracmas de Lucania estaría dispuesto a dejar abierta esta madrugada la puerta de la celda... Como decía Balbín, El Chino de Sanata, este viejo adversario hoy despide a un amigo.

-¡Insensato!, fue todo el seco y firme laconismo que obtuvo por respuesta. Y como quien no tiene tiempo para perder en sandeces, giró con desprecio hacia la izquierda e interpeló a su acompañante. El cual, viendo la potencial furia del cautivo egregio, se atajó diciendo:

-Sócrates, deja la violencia, que así me lo dicta Príapo, de cuyos atributos no hay quién dude en el Helesponto. Además, yo he leído tus Obras Completas, que me regalara Menón, el liberto de Anillaco...

Lo interrumpió el maestro,asqueado de corroborar su proximidad con Príapo, y así le habló con llaneza:

Dime Tucholipan, ¿cuántos dedos ves en mi diestra?, le dijo mientras replegaba el pulgar sobre la palma.

-Cuatro, patriarca  de Xantipa.

-¿Acaso un pulgar deja de ser dedo o de estar inserto en la mano, sólo por replegarse sobre sí mismo? Estás peor que Alcibíades, que creía en las encuestas preelectorales. Escrito está que un ciego no debe ser guía de otro ciego. ¡Abandona el sacerdocio de Afrodita y convierte al Dios Venidero!

Y ahora, para que veas la realidad tal cual es, y que un pulgar o dedo gordo sigue perteneciendo a la mano, y la mano a su cuerpo,con sus cinco falanges, y el cuerpo respondiendo al alma, cuya inmortalidad probaré mañana, en esta misma celda. Ahora, ¡lígate esta realidad que mis cinco dedos te prodigan!.

Y un sonoro y terrible bofetón hizo rodar por el piso a Tucholipán, mientras Protágoras hacia mutis por el foro, y los discípulos, ya presos de la hybris, enhebraban rimas indecorosas contra Hermafrodito.

-Se lo adverí alguna vez a Calicles –remató Sócrates enhiesto en su taburete jónico- la solución metafísica de los dos contrarios paradojales sobre la violencia tiene una sola alternativa: más vale dar que recibir. ¡Candado, cinco minutos cumplidos!. Saca de mi vista al achuchador.

Por volver al diálogo estaban todos, cuando pidió la palabra Aristodemo, con indisimulada preocupación interior.

-Habla, que es tiempo de partir.

-Maestro, tú le has pedido a Critón, como cuadra, que no nos olvidemos de sacrificar un gallo a Esculapio.

-Como cuadra, bien dices; que la Tradición debe ser bien servida por nuestros ritos ancestrales, sin ceremonias pachamámicas como las que practica Pontificem Peronio.

-Pero ocurre que gobierna Atenas el tirano Vegano, y ha declarado que los gallos son violadores de lesa gallinidad, y que ni una menos por las gallinas, sea bajo la forma clásica del pucherito o del guiso. De resultas que los galliformes están todos presos, maestro. Hemos interpuesto un habeas gallo, para liberar siquiera al de nuestra ofrenda a Esculapio, pero Zafaroni no les concede siquiera la prisión corralaria.

-Comprendido. Haréis esto mis amigos. Esta misma noche, bajo el amparo de las sombras y guiados por Critón, liberáreis un gallo. Para lo cual, si es necesario, consultaréis los pormenores de la maniobra al Gordo Valor. Y tras mi óbito, Esculapio será servido, como Dios manda. Alguien tiene que conservar las tradiciones.

Esa misma noche, los diligentes discípulos, trazaron el plan de operaciones para la liberación del gallo. El plan tuvo por nombre: “Operativo Otto Skorzeny”.

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