sábado, 25 de mayo de 2019

Niños católicos mártires víctimas de los judíos (5 y último)

San Werner de Oberwesel




Werner fue un adolescente, jornalero de unas viñas, que en 1287, fue encontrado asesinado (abierto en canal, desangrado y colgado cabeza abajo en un árbol) en un campo cerca de Bacharach.


El cadáver del niño fue enterrado solemnemente en capilla de San Cuniberto de Bacharach. Pero pronto surgió la idea de una capilla dedicada a él, comenzaron las peregrinaciones y se comenzó una bella capilla gótica, que aún no terminada comenzó a abandonarse: el culto fue efímero y pronto decayó, hasta que apareció el sacerdote Winand de Steeg, hombre culto, catedrático, capellán de la catedral de Bacharach, director espiritual de varios monasterios y el clero, participó en el Concilio de Constanza, fue secretario privado del rey Segismundo. En 1426 comenzó su trabajo para relanzar el culto y terminar la capilla iniciada. También se implicó en la canonización del niño, para dar estabilidad al culto, las peregrinaciones y demás.

Lo primero que hizo fue exhumar el cuerpo (metido en un ataúd de madera y enterrado en el suelo de la iglesia de San Cuniberto), lo trasladó a una urna abierta, y puso la mano derecha en una custodia de oro, sobre la misma urna. También mandó se recogieran en un libro los testimonios de gracias y milagros concedidos a los fieles que rezaban al niño mártir. La capilla se terminó, pero la canonización nunca llegó, los papas (especialmente Martín V) no veían con buenos ojos aquello, no les parecía claro, sobre todo porque no había constancia de que esa muerte violenta se debiera a martirio.

Winand murió en 1454, con la tristeza de no lograr la canonización de Werner. En 1689, la capilla fue destruida por los franceses, pero todavía se conservan unas románticas ruinas que muestran la otrora belleza del edificio. Aunque no canonizado, la devoción continuó y el título de “santo” lo conserva todavía. Es patrón de los viticultores y se suele representar con aperos de labranza, racimos de uva y una daga, arma del martirio.

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San Rodolfo de Berna




(+1294 p.c.) La Berner Chronik informa que en el año 1294 fue perpetrado en Berna un terrible delito. Algunos miembros de la comunidad judía arrojaron a una cantera a un niño cristiano y, para parodiar la Pasión de Cristo, lo crucificaron dejándolo morir en la cruz.

Considerado como mártir por el Concilio de la ciudad y por el clero local, el infante fue sepultado con grandes honores en la Catedral de Berna, al lado del altar de la Santa Cruz. Desde entonces ese altar fue llamado por el pueblo “altar de San Rodolfo”.

En el año 1485 la la iglesia fue demolida, y en su lugar se edificó una más grande y bella. El cuerpo del mártir fue entonces colocado en una urna y expuesto a la veneración de los fieles sobre el altar de la Santa Cruz. En 1528, los calvinistas saquearon la iglesia, destruyeron el altar, y las reliquias de Rodolfo, fueron arrojadas y desparramadas. Nunca más se recobraron.

A pesar de que su nombre no aparece en el Martirologio Romano, en el Proprio de Basilea había un Oficio en su honor, pero en 1908 fue suprimido. 

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El Santo Niño de la Guardia



Rapto del Santo Niño de la Guardia. Claustro de la catedral de Toledo. Frescos de Francisco Bayéu. 1782.
Crucifixión del Santo Niño.


El Santo Niño de la Guardia, era un inocente chiquillo de tres a cuatro años, de nombre Cristóbal, hijo de Alonso de Pasamontes o Alonso Martín de Quintanar y de Juana la Guindera, quien, según algunos era ciega.

   Entre febrero y marzo de 1489, atrayéndolo con engaños, varios judíos lo raptaron y escondieron en la Hoz de La Guardia, dehesa próxima a la ribera del Algodor. Los raptores, como se acercaba la semana en que los cristianos conmemoraban la crucifixión de Jesús, pensaron que era buena ocasión para repetir en aquélla indefensa criatura la pasión de Cristo. Se trasladaron, en efecto, los verdugos a una de las cuevas que se abren en el accidentado terreno del término de La Guardia, en carreocaña o carrocaña (e. d. carrera o camino de Ocaña), amparados en el secreto de la noche del Viernes Santo de 1489, a la luz de una candela, y tapada la boca de la caverna con una manta o una capa, realizaron en el niño toda clase de perfidias.

La sentencia inquisitorial condenatoria de uno de los cómplices, el mozo judío Yucé Franco, zapatero de Tembleque, nos describe que extendieron los brazos y piernas del niño en dos palos puestos a manera de cruz, le azotaron, escupieron y abofetearon, poniéndole una corona de hierbas espinosas en la cabeza, que también le colocaron las espaldas y plantas de los pies. Finalmente, le vaciaron toda la sangre del cuerpo, y, abriéndole el pecho, le sacaron el corazón guardándolo en salmuera. 

   Durante el crimen ritual, usaron una hostia consagrada, que, rescatada del equipaje de Yuce en el momento de su detención, se conserva  aún en el Convento de Santo Tomás, en España, dentro de un envase a modo de relicario.

   Todos los participantes confesaron por separado la misma historia, con los mismos detalles y la misma narración de los hechos. Si la historia de Yuce fuese falsa, esta sincronía "telepática" no hubiera podido conseguirse ni con la más larga y dolorosa jornada de tortura y dolor.

   Los relatos coincidía también con los registros que se tenían del estado del cuerpo del niño y la disposición de sus espantosas heridas.

   Este crimen dio pie al inicio de un espectacular juicio del Santo Oficio, cuyo jurado sería integrado por altísimos representantes de la cultura y la intelectualidad española, hombres nobles y de carácter intachable, todos ellos miembros de la Universidad de Salamanca. Ávila se convirtió en el epicentro de las crónicas de entonces. Las muchedumbres siguieron atentamente el desarrollo del caso y al saberse sus escalofriantes detalles, hubo varios intentos de revueltas antijudías  que, afortunadamente para ellos, lograron ser detenidas por dictados reales.

   El crimen, como bien lo señaló el sabio judío I. Loeb, no es uno de tantos crímenes rituales que durante la Edad Media se atribuyó a los judíos, a quienes se acusaba de muerte de niños cristianos. El caso del Santo Niño es muy distinto.

   Su culto comenzó muy temprano, pues ya en las visitas eclesiásticas a partir de 1501 hallamos referencias a los santuarios constituidos en los lugares donde el tierno niño padeció o fue enterrado y La Guardia le tomó por Patrón, celebrando fiesta solemne así en el día de los Santos Inocentes como el 25 de marzo o en la semana de quasimodo (primera de Pascua); sólo desde 1580 se votó para que su fiesta se celebrase en adelante el 25 de septiembre de cada año. También las autoridades religiosas dieron reiteradas pruebas de devoción hacia el mártir; así el cardenal Siliceo, que en 1547 alegaba en abono de su Estatuto de limpieza la crucifixión de aquél, y el cabildo de la Iglesia primada, que en 1613 pedía a varios cardenales y a la Congregación de Ritos licencia para rezar al inocente mártir a lo menos en todo el arzobispado toledano. Al arzobispo Alonso de Fonseca se debe el encargo del antiguo retablo que se puso en la cueva de la crucifixión, así como a Lorenzana el haber mandado pintar, de la diestra mano de Bayéu, el martirio del niño en los claustros de la iglesia capitular. Consta asimismo de la admiración que le profesaron monarcas como Fernando V, Carlos I y Felipe II. 

   El Papa Pío VII canonizó al niño asesinado como San Cristofer, autorizando su culto en la Iglesia de Toledo. Existe un altar en su honor y el pueblo de La Guardia guarda su memoria hasta nuestros días. Su tragedia y su alma se recuerdan como la del "Santo Niño de La Guardia".

   Se le atribuyen muchísimos milagros, como la devolución de la vista a su madre ciega, las cuatro curaciones obradas con ciertas personas de Alcázar de Consuegra al comenzar el 1492; un tullido, una mujer con la boca torcida hacía más de dieciocho años, un sordo total y una pobre ciega, aparte de otros mil prodigios referentes a niños quebrados y enfermos de todas clases cuya curación detallan los rótulos que sobre cada caso penden del santuario de La Guardia.

   Hoy se conservan en la Ermita unos versos compuestos por Don Diego Gracian, secretario de Carlos V, en un viaje del emperador a la ermita; estos versos escritos en latín, traducidos dicen así:

  "Pasado con el cuchillo el tierno pecho, 
saliéndole la sangre apresurada, 
dijo el Niño: si en tanto amor estrecho 
buscas mi corazón, furia malvada, 
búscale al otro lado, no al derecho".
   Estos versos datan, de febrero de 1539, en que el "Emperador visitaba la Ermita".

   Son muchos los milagros del Santo Niño de la Guardia, y existen testimonios de los mismos, que han consolidado la fe de sus devotos.

El mundo de la literatura ha dejado constancia de este terrible suceso del siglo XV en los alrededores de Toledo. Lope escribió El Niño Inocente y Quevedo se ocupó de él, proponiendo en carta escrita al rey se dignase disponer las cosas para que el santo Niño compartiera el patronato de España con Santiago; afirmaba que «puede interceder a Dios, como no puede otro alguno, por la pasión que Cristo pasó por él y por la que él pasó por Cristo».

Ya en el año 1501 hay referencias a los lugares de culto en los que se le venera que son los mismos en los que sufrió y fue enterrado. La Guardia lo tomó por Patrón y señala el día de su fiesta. El cardenal Siliceo apoya en 1547 su estatuto de limpieza en la devoción que se presta al Santo Niño. Consta la veneración que los reyes Fernando V, Carlos I y Felipe II le tuvieron. Y se sabe que el papa Pío VII confirmó su culto en 1805.

El siglo XV está plagado de problemas enconados y agudos suscitados por los conversos del judaísmo; motivaron la predicación de Vicente Ferrer y de otros muchos; salieron a la luz disposiciones eclesiásticas y leyes civiles porque hubo persecuciones con matanzas. Se produce un repetido intento sincero para facilitar conversiones al cristianismo; partía la iniciativa de un verdadero afán apostólico, pero al tener siempre pobres o nulos resultados, ni el poder político ni el militar pudieron mantenerse al margen ni sustraer la atención a los hechos. Hubo falsos conversos que seguían practicando un judaísmo casero con repercusiones en el orden social. Los Reyes Católicos, fracasados los esfuerzos persuasorios del 1478, solicitaron del papa Sixto IV la bula para establecer la Inquisición; en el 1480 ya quedaba nombrado el tribunal, pero no por ello estaba asegurado el orden; estaban implicadas personas judías poderosas en dinero y número, como se hizo patente en el complot de Sevilla, el asesinato en Zaragoza del inquisidor Pedro de Arbués en 1485, la resistencia a la entrada de los inquisidores en Teruel, en Barcelona y Valencia. Los alborotos de Jaén y Córdoba del 1467 se repitieron con mayor virulencia en la ciudad de Toledo entre 1486 y 1488.

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San Ricardo de París




Al final del reinado de Luis VII de Francia, y en el comienzo del de Felipe Augusto, su hijo que reinó un tiempo con él, tuvo lugar un caso, en París,  similar al de la ciudad de Norwich, de un niño mártir ya con uso de razón, lo que hizo su victoria más notable y gloriosa.

En París había un joven llamado Ricardo, de muy buena familia, que sólo tenía doce años de edad. Los judíos lo secuestraron en las fiestas de pascua y lo llevaron consigo hasta encerrarlo en una cueva subterránea. El jefe de la sinagoga, preguntóle sobre sus creencias y sobre lo que le habían enseñado sis padres, el niño respondió con firmeza digna de un verdadero cristiano: “Yo solamente creo en Dios Padre Todopoderoso, y en Jesucristo, su único Hijo, nacido de la Virgen María, que fue crucificado y murió bajo Poncio Pilato. ”

El Rabino, irritado por esta profesión de Fe tan llena de candor, habló a los judíos cómplices del crimen, y les ordenó azotaran cruelmente al infante. La ejecución de la orden fue inmediata, con lo que el joven, despojado de sus vestidos, fue golpeado con una furia que sólo podría ser propia de los sinagoguistas del Diablo. Mientras algunos de entre ellos ejecutaban la orden, otros, espectadores de aquella tragedia, escupían en la cara a la victima, manifestando así su extremo desprecio a la Fe cristiana que el niño profesaba; al mismo tiempo pronunciaban mil blasfemias contra la divinidad de JesuCristo. Ante esto, el joven Mártir, en medio de los tormentos, no dejaba de pronunciar el sagrado nombre de Jesús, sin decir ninguna otra palabra. Cuando estos malignos carniceros estuvieron lo bastante satisfechos de esta primera tortura, lo pusieron sobre  una cruz, y le hicieron sufrir todas las vesanias que sus sacrílegos antepasados habían hecho sufrir a nuestro divino Salvador en el Calvario. Pero,su barbarie no hizo mella en la valentía del mártir, sino que, por el amor a Jesús que en su corazón ardía, no dejaba de pronunciar con la boca su Nombre, hasta que su pequeño cuerpo, debilitado por el dolor, dejó escapar su alma con un suspiro invocando el dulce Nombre.
Una maldad tan abominable, cometida en un reino tan cristiano no quedó en la impunidad. El rey incluso quería exterminar a los judíos de Francia, puesto que casi en todas partes eran acusados de parecidos delitos, pero se contentó con expulsarlos de su reino.

Dios quiso que brillara con honor, la memoria del santo Mártir, que había muerto por amor de su Hijo. La tumba que se había erigido en un cementerio llamado Petits-Champs, se hizo famosa por los milagros que allí se operaban todos los días, lo que indujo a los cristianos a sacar su cuerpo santo de la tierra y llevarlo solemnemente a la Iglesia de los Santos Inocentes, donde permaneció hasta que los ingleses, convertidos entonces, de algún modo, en dueños de Francia, y sobre todo de París, bajo el débil rey Carlos VI, tomaron el precioso tesoro de sus restos para honrarlo en su país, entonces católico, y no dejaron más que su cabeza que todavía en el siglo XVIII se podía ver en la misma iglesia de los Santos Inocentes, en un rico relicario.

La historia del martirio de San Ricardo fue compuesta por Robert Gaguin, General de la Orden de la Santísima Trinidad. También está escrita en los Anales y Antigüedades de París; en el martirologio de los Santos de Francia y en los escritos de algunos historiadores sobre las acciones de los reyes franceses, especialmente en Scipio Duplex tratando del reinado de Felipe Augusto, en el año 1180. El cardenal Baronio, en el segundo volumen de sus Anales, dice que, ocho años antes, algunos judíos habían cometido un delito similar en la ciudad de Nordwich, Inglaterra, en la persona de un niño llamado Guillermo, cuya fiesta se celebra el 24 de Marzo.

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San Guillermo de Norwich




No cabe dudar que el odio de los judíos a los cristianos es implacable y se manifiesta en todas las ocasiones en que, por circunstancias especiales de tiempos o lugares, tiene la divina religión de Jesucristo que sufrir persecuciones más o menos violentas de sectas que no pueden transigir con la inmutabilidad de los dogmas católicos ni con la pureza de su doctrina.

En cuantas ocasiones la Iglesia ha sido perseguida, en cuantos derechos se le han usurpado y en cuantas veces se ha querido y quiere poner obstáculos a su acción benéfica y civilizadora, en todas, si se busca el origen fundamental y el germen de tales sucesos, se encuentra el odio del pueblo deicida, el oro de los judíos. Este odio, exagerado en algunos individuos o en algunas familias, los ha arrastrado muchas veces a cometer crímenes horribles. La imparcialidad y la caridad obligan a hacer esta declaración.

Entre los crímenes execrables cometidos con motivo de la celebración de la pascua figura el de Norwich, Inglaterra, realizado en 1137, en la persona de unniño de doce años llamado Guillermo.

Trabajaba este jovencito como aprendiz en casa de un curtidor de Norwich, cuando algunos judíos establecidos en la misma ciudad, pusieron en él sus ojos y lo designaron como víctima para escarnecer la muerte de Jesucristo y saciar en ella el odio que profesaban al verdadero Mesías y Salvador.

Atrajéronlo con engaños y apariencias de protección y amistad a su casa, y cuando lo tuvieron alejado de sus maestros y familia, le taparon la boca y cometieron con él ultrajes que la pluma se niega a transcribir.

Luego lo sacrificaron y le abrieron el costado, remedando la escena del Calvario. El día de pascua pusieron el cadáver en un saco y lo llevaron a las puertas de la ciudad con ánimo de esconderlo; pero habiendo sido descubiertos, lo dejaron colgado de un árbol en donde fue hallado. Theobald de Cambridge reconoció entonces que los Judíos tomaban sangre,cada año, de un niño cristiano, porque pensaban que sólo así podrían obtener la libertad y retornar a Palestina. Tenían por costumbre echar a suertes de qué niño se obtendría la sangre.

En este sitio se levantó después una capilla que se llamó de San Guillermo de los Bosques, en la cual se verificaron muchos y esclarecidos milagros. En 1144 fue trasladado el cuerpo de San Guillermo al cementerio de la catedral, dedicada a la Santísima Trinidad, y seis años más tarde se colocó en el coro de la misma iglesia, donde permanece hasta el día de hoy.

En J. C. Cox Norfolk Churches, Vol. II, pág. 47, como también en el Victoria Country History of Norfolk, 1906, Vol. II, hay una ilustración de un viejo pintor mostrando el Asesinato Ritual de San Guillermo, La misma escena se podía ver en la Iglesia de Loddon, Norfolk, salvo que la hayan quitado ya. Nadie niega este caso como un hecho histórico, pero los judíos, por supuesto, dicen que no es un Asesinato Ritual… En los “Registros de Artes y Monumentos de la Iglesia”, de John Foxe, se menciona este ritual, lo mismo que Bollandists y otros historiadores. El Prior, William Turbe, quien después llegó a ser Obispo de Norwick, era quien más insistía en que el crimen había sido un Asesinato Ritual judío; en el Diccionario de Biografía Nacional (¡revisado por un Judío!) se afirma que el currículum vitae de aquel clérigo, además de por su noble y piadoso empeño en denunciar y reafirmar este caso de Ritual Asesino, fue el de un hombre de gran fuerza de carácter y valor moral.

Negar que el caso de San Guillermo de Norwich fue un Asesinato Ritual es sin duda acusar a los Reyes ingleses, al Clero inglés, y a los oficiales de Inglaterra, conocidos por ser hombres de buena moral. En el caso de San Guillermo el pueblo tomó el asunto en sus propias manos porque el alguacil no iba a hacer nada. “Es difícil negar todo crédito a historias tan circunstanciadas y tan frecuentes”. Así lo dice el “Social England” cuando escribe acerca de los Asesinatos Rituales en Inglaterra, Vol. I, p. 407, I893, editado por H. D. Traill.

Un hecho significantivo es que el Haydn’s Dictionary of Dates, por lo menos hasta 1847, citaba los Asesinatos Rituales de Inglaterra como hechos indiscutibles.

Que San Guillermo de Norwich proteja y ayude a cuantos todavía hoy siguen siendo perseguidos, secuestrados y torturados por la injusticia y brutalidad de los pérfidos judíos.
SAN GUILLERMO DE NORWICH,
¡¡ROGAD POR NOSOTROS!!

Fuentes: “LA LUZ DE LA FE EN EL SIGLO XX. Libro de la Familia Cristiana.”, por el Excmo. Sr. Dr. D. Luis Calpena y Ávila, auditor del Supremo Tribunal de la Rota de la Nunciatura. [Tomo III]. (Adaptado, Subrayado e Ilustrado por G. Pérez) e Internet

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Algunos otros niños mártires de los Judíos

HUGO DE LINCOLN
1160 y 1179: tres niños en diversos sitios.
1181: Londres: Robert, niño.
1220: Alsacia: Enrique, niño.
1235: Navidad, Munich: 5 niños hermanos, hijos de un molinero.
1247: Vaucluse: niña de 2 años.
1267: Pforzheim: Margarita, siete años.
1279: Fiesta del Yom Kippur: Northampton, un niño.
1303: Turingia: Conrad, niño.
1429: Pentecostés, Württemberg: Ludwig van Bruck, niño.
1442: Lienz: Úrsula Pöck, cuatro años.
1468: España: niño de Sepúlveda.
1480: Portobuffole: Sebastián Novello, siete años.
1480 Treviso: Lorencito de Treviso (tuvo un culto local, desparecido tan espontáneamente como nació).
1486: Regensburg: seis niños son acuchillados y al parecer uno de ellos crucificado.
1529: Día de la Ascensión, Bösing: niño de nueve años.
1540: Sappenfeld: Michael Piesenharter, cuatro años y medio.
1592: Vilna: Simon Kierelis, siete años.
1595: Gostyn: varios niños.
1598: Woznik: Alberto Pietrzynin, cuatro años
1650: Bohemia: Matthias Tillich
1665: Mayo, Viena: una mujer desconocida aparece muerta y crucificada y coronada de espinas.
1744: Agosto, Montiggl: Fran Locherer, ocho años
1747: Marzo, Zaslav (Rusia): hombre desconocido, 33 años
1791: Fiesta de Purim, Siebenbürgen: Andrés Takáls, trece años
1803: Nuremberg: un niño de 2 años
1805 a 1823: Welish, Trofim Nikitin, 12 años; dos niñas adolescentes; Ivanov, 3 años y medio
1824: Beirut, Fatchallah-Sayegh: niña
1826: Varsovia: niño de 5 años
1827: Antioquía: dos niños
1829: Hamath (Asia Menor) : una joven turca cristiana
1831: San Petersburgo: una niña
1834: Trípoli: un anciano
1840: Fiesta de Purim, Damasco: los sacerdotes Thomas e Ibrahim Amara
1840: Rodas: niño de 12 años, comprobado el crimen ritual
1875: Fiesta de Yom Kippur, Zboró (Hungría): asesinato ritual niño de 16 años.
1877: Junio, Szalacs (Hungría): Therese y Emerich Szabó 6 y 9 años respectivamente.
1879: Octubre, Hungría, Lidi Sipos, 15 años.
1880: Alejandría: un niño.
1881: Alejandría: un niño cantor y acolito.
1882: Tisza-Eszlár (Hungría): Esther Solymosi, 14 años, niña judía de familia convertida al catolicismo.
1882: Constantinopla: dos niños.
1884: Enero, Skurz, Prussia: Onofre Cybulla, 14 años.
1885: Egipto: cristiano copto, circuncidado, crucificado, alanceado con desgarro enorme (hay fotografías).
1890: Damasco: Henry Abdelnour, niño.
1891: Corfú: María Dessyla, 8 años.
1891: Día de San Pedro y San Pablo, Xanten: Johann Hegmann, niño.
1891: Junio, Pasha: Griechen Stephanos, niña de 8 años.
1892: Port Said: Helene Vasilios, cuatro años.
1895: Fiesta de Yom Kipur, Hungría: Juliska Balars, 5 años.
1898: Julio, Bohemia: Maria Klima, 23 años.
1899: Bohemia: Agnes Hruza, 19 años.
1900: Konitz: Ernesto Winter, 18 años.
1910: Diciembre, Stettin: Helenne Brix (grandes evidencias de asesinato ritual. Partículas de hostias se hallaron en su interior).
1911: Marzo, Kiev: Andrei Yustinschy 13 años (las fotos no dejan lugar a dudas, las he visto; pero ni las pongo, por no contribuir a mas horror.  Además de los derechos, claro)
1911: Fiesta de Yom Kippur: Schönlanke, Olga Hagel.
1912: Pentecostés: Stanislaus Musial, 6 años.
1913: Lobsens: Agnes Kador, 6 años.
1913: Julio: Elma Kelchner, 12 años, con claras evidencias de asesinato ritual.

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"La obra de los judíos es de odio y se vence con amor. Ellos dividen a los pueblos, para después dominarlos: El peligro judío es mayor que el comunismo, pero también ellos están con los comunistas. El peligro judío es peor que el de Inglaterra..." (Don Orione)

Por esto he aquí que yo envío a vosotros profetas, y sabios y doctores, y de ellos mataréis y crucificaréis, y azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad. Para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Barachías, al cual matasteis entre el templo y el altar. (Mateo, 23, 24-35)

¡Pobres judíos! Vosotros atrajisteis una terrible maldición sobre vuestras cabezas al decir: "Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos" y esa maldición, raza miserable, la lleváis hasta el día de hoy, y al Final de los Tiempos recibiréis el castigo de esa sangre inocente. ¡Oh, Jesús mío! ... Yo no seré obstinado como los judíos. ¡Yo te amaré, por siempre, por siempre, por siempre! (San Alfonso María de Ligorio)

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1 comentario:

  1. vayan a contarles esto a los de adoración y liberación... noooo jamás los hermanitos mayores del puto wojtyla hicieron eso te van a contestar....son unos idiotas de cuarta.

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