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miércoles, 25 de mayo de 2022

VIGANÒ, POR RICHARD WILLIAMSON

Por el bien de los hombres, el Buen Señor debe castigar. Si no, nunca verán a través de Sus ojos

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Oh, ¡si tan sólo la Madre Iglesia tuviera algunos líderes más como el Arzobispo Viganò! Solía tener muchos de ellos, pero su amplitud y claridad de mente, junto con su valor de la fe, se han convertido en una rara combinación entre los eclesiásticos católicos, desde que permitieron que la podredumbre mental del mundo moderno los infectara en el Vaticano II (1962–1965). A continuación se resume, como es habitual, una entrevista que concedió para el canal de televisión italiano Canale Italia en abril de este año. Una traducción al inglés de la entrevista completa se puede encontrar en lifesitenews.com. ¡Que Dios bendiga a LifeSite news! 

El arzobispo Lefebvre fue uno de los pocos prelados que quiso denunciar la revolución conciliar, comprendiendo su carácter subversivo. Entre los que vieron el peligro, casi nadie supo denunciarlo abiertamente. Hoy comprendemos el mérito histórico del arzobispo Lefebvre al haberse rebelado contra la línea dictada por el politburó conciliar, y haber creado las premisas para un retorno de la Iglesia a la doctrina y a la Santa Misa de siempre. Nos enfrentamos a un golpe global que implica tanto a la sociedad civil como a la Iglesia. Ambas están infiltradas y controladas por personajes que utilizan su poder y la autoridad que de él se deriva, no para los fines de las instituciones que gobiernan, sino para destruirlas. Esta crisis de autoridad debe ser denunciada, porque la acción de quienes han llegado a los más altos niveles de dirección tanto de las naciones como de la Iglesia es una serie de actos subversivos y criminales. 

Por un lado, la parte corrupta de la jerarquía -para ser breves, llamémosla «Iglesia profunda», ya que está al servicio de Satanás- odia a la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y pretende matarla. Los que sirven al diablo llevan a cabo una operación asesina, aunque sea descabellada y condenada al fracaso. Pero así como Cristo ha resucitado, también su Cuerpo Místico resucitará después de su Pasión. 

Por otro lado, la parte sana de la jerarquía está compuesta en su mayoría por obispos y clérigos que, sin embargo, aceptan las premisas ideológicas de la actual apostasía, ya que aceptan el Concilio y la nueva liturgia que transmite sus errores a las masas. No quieren que la Iglesia sucumba, pero se engañan a sí mismos, contra toda evidencia y tras sesenta años de fracasos, pensando que el Concilio ha sido simplemente mal interpretado, que la nueva misa se celebra mal pero que podemos volver a una cierta dignidad en la liturgia. Si no entienden que fue el Concilio el que causó este desastre, y que para remediarlo es necesario volver a la fe, la moral y la liturgia que existían antes del Concilio, forman parte, sin saberlo, del problema. 

Hoy bajo el Papa Bergoglio, su traición, consciente o inconsciente, se ha consumado con el apoyo a la ideología globalista, el migracionismo, el neomaltusianismo, el Nuevo Orden Mundial y la Religión de la Humanidad. La «Iglesia profunda» ha sido incluso cómplice del fraude pandémico y de la vacunación masiva, a pesar de la presencia de líneas celulares abortivas en los sueros y del debilitamiento irreversible del sistema inmunitario que provoca; hoy se sitúa hipócritamente al lado del Sistema, apoyando al títere de Schwab, Zelensky en Ucrania, contra el presidente Putin, que es el único jefe de Estado que se opone a la globalización impía y a los principios criminales que la inspiran. 

El Señor nos ayudará con su gracia, pero nos pide que hagamos nuestra parte. Si luchamos con Cristo, con Cristo celebraremos la victoria. Si seguimos sin tomar partido o peor, si nos ponemos del lado de Satanás, con Satanás habremos caído en el abismo. 

Kyrie eleison 

martes, 10 de mayo de 2022

Monseñor Viganò y la reforma de la Semana Santa de 1955

En la pasada Semana Santa publicamos día a día los cambios que sobre cada una de las santas jornadas lamentablemente se hicieron en 1955 para los ritos de la Iglesia desde el Domingo de Ramos a la Vigilia Pascual. Y conjuntamente presentamos videos sobre liturgias contemporáneas celebradas con todo el esplendor de los ritos anteriores a 1955. A todo esto puede accederse clickeando AQUÍ
Abajo presentamos una carta reciente del Arz. Carlo Maria Viganò (vista en Adelante la Fe) que trata el tema de la reforma de la Semana Santa  del 55´ de modo excepcional, de la Liturgia en general (habla de que no hay 2 ritos romanos), la FSSPX y de la aplicación de todo lo dicho en la actualidad.  

 Estimado señor:

Le agradezco que me haya planteado la pregunta  del  padre… a propósito de la reforma de la Semana Santa.

Estoy de acuerdo en que puede considerarse una especie de globo sonda mediante el que los artífices de la sucesiva reforma conciliar introdujeron una serie de modificaciones –a mi juicio totalmente discutibles y arbitrarias– al Ordo Maioris Hebdomadæ hasta entonces vigente.

Es más. Yo diría que estas modificaciones pueden parecer casi inocuas, aunque extravagantes, porque la mente que las concibió todavía no se había manifestado ni con la reforma de Juan XXIII ni con la mucho más devastadora inaugurada por la constitución Sacrosanctum Concilium y más tarde agravada por Consilium ad exsequemdam. Claro que aunque a un párroco de 1956 le podía parecer una simplificación dictada por las exigencias de adaptar la complejidad de los ritos de la Semana Santa al ritmo de la modernidad –y probablemente fue presentada como tal al propio Pío XII sin revelarle su potencia destructora–, cobra a nuestros ojos un sentido muy diferente, porque ante todo vemos en ella en acción la desenvuelta mentalidad rupturista de los modernistas y los discípulos de la nunca suficientemente reprobada  renovación litúrgica. Y en segundo lugar porque reconocemos en la elección de la supuesta simplificación de las ceremonias la misma ideología de las más osadas innovaciones del Novus Ordo. Por último, entre los personajes que  se asoman  en la mencionada reforma aparecen los protagonistas de la reforma conciliar, promovidos a los más altos cargos precisamente por su notoria aversión a la solemnidad del culto; cuesta pensar que todo lo que pusieron en marcha entre 1951 y 1955 no fuera concebido como un primer paso hacia los trastornos que habrían de venir menos de veinte años después.

Cierto es que el aire que se respira en ciertas partes del rito de Pío XII –por ejemplo, el Padrenuestro recitado a la vez por el celebrante y por los fieles– es el mismo que encontramos en el Novus Ordo: se percibe algo extraño, forzado, típico de las obras que no son inspiradas por el Señor sino que son patentemente humanas, imbuidas de un racionalismo que no tiene nada que sea verdaderamente litúrgico, sino que hiede a aquella presunción gnóstica que justamente condenó Pío XII en su inmortal encíclica Mediator Dei. Causa estupor que los mismos errores que fueron providencialmente condenados en 1947 resurjan precisamente en la reforma que él promulgó; pero no olvidemos que el Pontífice ya tenía una edad muy avanzada y estaba bastante afectado física y anímicamente por el reciente conflicto mundial. Incluir por tanto a Pío XII entre los demoledores sería injusto a más no poder.

Planteada esta premisa, hay que evaluar si al rito que promulgó Pío XII mediante el decreto Maxima Redemptionis nostrae mysteria del 16 de noviembre de 1955 se le pueden aplicar las mismas excepciones que al Novus Ordo Missae promulgado por Pablo VI con la constitución apostólica Missale Romanum del 3 de abril de 1969. O mejor aún: considerando que el motu proprio Summorum Pontificum reconoce a los católicos el derecho de hacer uso del rito anterior por su especificidad ritual, doctrinal y espiritual; y considerando que el motu proprio no examina la ortodoxia del Novus Ordo y se ciñe a una cuestión, por así decirlo, de gusto litúrgico, ¿podríamos extender ese principio a los ritos anteriores al motu proprio Rubricarum instructum de Juan XXIII y el propio decreto Maxima Redemptione nostrae mysteria, manifestando nuestra preferencia por el rito llamado de San Pío X?

En realidad, no se trata de una provocación. En primer lugar porque no estoy de acuerdo con la coexistencia simultánea de dos formas del mismo rito en la Iglesia de rito romano. Y en segundo lugar porque considero el rito reformado gravemente deficiente y sin duda alguna favens haeresim (que favorece la herejía), y me uno tanto a la denuncia de los cardenales Ottaviani y Bacci como a la de monseñor Marcel Lefebvre; estoy convencido además de que el Novus Ordo debe sencillamente ser abrogado y prohibido, en tanto que el tradicional debería ser declarado único rito romano en vigor. De hecho, sostengo que sólo desde esta perspectiva es posible impugnar también canónicamente el Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus. Y, si nos ponemos quisquillosos, también el motu proprio Rubricarum instructum, sobre todo en vista de su coherencia con la línea del Novus Ordo y su evidente ruptura con la del Misal Romano anterior.

Ahora bien, teniendo en cuenta el vacío legal en que nos encontramos, creo que si la FSSPX considera legítimo remitirse al misal de Juan XXIII porque reconoce la misma mentalidad dolosa en todas las reformas sucesivas que condujeron al de Pablo VI –de naturaleza ante todo prudencial–, podría aplicarse el mismo principio a la reforma de la Semana Santa, aunque en ésta –como en el Misal de Juan XXIII– no hay nada heterodoxo ni que tienda remotamente a la herejía.

A mí me parece que fue ese el motivo por el que monseñor Lefebvre escogió precisamente el rito de 1962. Por otra parte, teniendo como tenía mentalidad jurídica gracias a su sólida formación, era consciente de que no sería posible aplicar una especie de libre examen a la liturgia, ya que ello habría autorizado a cualquiera a adoptar el rito que se le antojase. Al mismo tiempo, no dejaba de ver –como tampoco dejamos de verlo nosotros hoy– la naturaleza subversiva de la reforma conciliar, declaradamente abierta a derogaciones y experimentos, permitiendo aplicar infinidad variedades a voluntad del celebrante so pretexto de recuperar una presunta pureza original al cabo de siglos de sedimentación ritual. Precisamente por eso monseñor Lefebvre decidió volver al rito menos arriesgado, o sea el de 1962, sin entender tal vez algunos aspectos polémicos de las reformas de Pacelli y de Roncalli que sólo un experto en liturgia podía captar, sobre todo en los turbulentos años setenta. No olvidemos tampoco que la renovación litúrgica se produjo en Francia mucho antes que en Italia, así como que muchas innovaciones que más tarde se convirtieron en norma de la Iglesia universal se experimentaron en diócesis francesas ya a partir de los años veinte, empezando por el uso de la casulla gótica y el altar orientado versus populum. Todo en nombre de aquel arqueologismo que se proponía borrar de un plumazo un milenio entero de vida de la Iglesia. Supongo que a un prelado italiano celebrar coram populo con una casulla de estilo medieval le parecería una extravagancia, mientras que para un arzobispo francés ya era una costumbre adquirida y en ciertos aspectos ya se promovía.

Es necesario comprender además –y creo que ya lo he expresado ampliamente– que la intencionalidad de la reforma que se inició a nivel local mucho antes de Pío XII y que poco a poco se fue difundiendo por el orbe católico es totalmente antijurídica; sus artífices abusaron de su autoridad como legisladores para imponer con fuerza de ley un rito que había ser todo menos una aplicación al pie de la letra del texto litúrgico, una especie de esbozo que permitiese las peores excentricidades e introducir progresivamente en la Iglesia una inexorable pérdida del sentido de lo sagrado. Eso todavía no se observa en el Ordo Hebdomadae Sancte instauratus ni en el Misal de Juan XXIII; pero ya se había abierto el camino hacia el carácter perpetuamente mudable del rito y su descarado aggiornamento, unido a la errónea idea de que se había corrompido con el paso de los siglos y era necesario por tanto podarlo de añadidos innecesarios, cuando lo cierto es que era fruto de un desarrollo armónico fruto de las circunstancias, del tiempo y de los lugares. Y desde luego la alteración del Canon Romano por parte de Roncalli al insertar el nombre de San José iba por el mismo camino, afectando de paso a la oración más antigua y sagrada del Santo Sacrificio.

Para finalizar, señalaré que muchas comunidades que se benefician del motu proprio Summorum Pontificum celebran los ritos de la Semana Santa según el Misal anterior a la reforma pacelliana; la propia Comisión Ecclessia Dei concedió esa excepción al considerar legítimas las motivaciones de quienes la solicitaban. Por eso, no entiendo por qué la Fraternidad, que en lo que se refiere a la custodia de la Misa Tradicional estuvo a la vanguardia en tiempos bien difíciles, no puede hacer otro tanto. Ciertamente, cuando la Iglesia se reencuentre a sí misma, todo habrá de reconducirse por cauces legales; con leyes, esperamos, que tengan prudentemente en cuenta las críticas que se han hecho.

Espero que estas consideraciones hayan sido útiles al reverendo padre…

Aprovecho la ocasión para impartir a todos, queridos amigos, mi bendición paternal.

+Carlo Maria Viganò, arzobispo

lunes, 27 de diciembre de 2021

Monseñor Viganò. "La respuesta a un gesto tiránico de la autoridad eclesiástica: resistencia y desobediencia"

Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.

Lc 16, 15

Al leer el Responsa ad Dubia publicado recientemente por la Congregación para el Culto Divino, uno se pregunta a qué niveles más bajos podría haber descendido la Curia Romana, por tener que complacer a Bergoglio con tanto servilismo, en una guerra cruel y despiadada contra la parte más dócil y fiel. de la Iglesia. Nunca, en las últimas décadas de gravísima crisis en la Iglesia, la autoridad eclesiástica se ha mostrado tan decidida y severa: no lo ha hecho con los teólogos heréticos que infestan las universidades y seminarios pontificios; no lo hizo con clérigos y prelados fornicarios; no lo hizo en castigar ejemplarmente los escándalos de obispos y cardenales. Pero contra los fieles, sacerdotes y religiosos que solo piden poder celebrar la Misa Tridentina, no hay piedad, no hay piedad, no inclusividad . ¿Todos hermanos?

Nunca antes bajo este "pontificado" ha sido perceptible el abuso de poder por parte de las autoridades, ni siquiera cuando dos mil años de lex orandi fueron inmolados por Pablo VI en el altar del Vaticano II, imponiendo a la Iglesia un rito tan equívoco como éste. Esa imposición, que estuvo acompañada de la prohibición de celebrar en el rito antiguo y la persecución de los disidentes, tenía al menos la coartada de la ilusión de que un cambio tal vez habría revivido la suerte del catolicismo frente a un mundo cada vez más secularizado. Hoy, después de cincuenta años de grandes desastres y catorce años de Summorum Pontificum, esa justificación lábil no sólo deja de ser válida, sino que la prueba de los hechos la desautoriza en su inconsistencia. Todo lo que trajo el Concilio ha resultado perjudicial, ha vaciado iglesias, seminarios y conventos, ha destruido vocaciones eclesiásticas y religiosas, ha secado todo impulso espiritual, cultural y civil de los católicos, ha humillado a la Iglesia de Cristo, lo que la hacía patética en su torpe intento de complacer al mundo. Y viceversa, desde que Benedicto XVI intentó curar ese vulnus reconociendo plenos derechos a la liturgia tradicional, se han multiplicado las comunidades vinculadas a la Misa de San Pío V, los seminarios del Istituti Ecclesia Dei han crecido, han aumentado las vocaciones, ha aumentado la frecuencia de los fieles, ha encontrado un impulso inesperado la vida espiritual de muchos jóvenes y muchas familias.

¿Qué lección debería haberse extraído de esta "experiencia de la Tradición" invocada en ese momento también por Mons. Marcel Lefebvre? Lo más obvio y al mismo tiempo más simple: lo que Dios le ha dado a la Iglesia está destinado al éxito, y lo que el hombre le agrega se derrumba miserablemente. Un alma no cegada por la furia ideológica habría admitido el error cometido, tratando de reparar el daño y reconstruir lo que mientras tanto había sido destruido, para restaurar lo que había sido abandonado. Pero esto requiere humildad, una mirada sobrenatural y una confianza en la intervención providente de Dios. Esto también requiere la conciencia por parte de los Pastores de que son administradores de los bienes del Señor, y no maestros: tampoco tienen derecho a enajenar sus bienes, ni para esconderlos o sustituirlos por invenciones propias; sine glossa , y con el pensamiento constante de tener que responder ante Dios por cada oveja y cada cordero de su rebaño. El Apóstol advierte: " Hic jam quæritur inter dispensatores, ut fidelis quis inveniatur " (I Co 4, 2), "lo que se requiere de los administradores es que sean fieles".

Los Responsa in Dubia son coherentes con la Traditionis custodes , y dejan claro el carácter subversivo de este "pontificado", en el que se usurpa el poder supremo de la Iglesia para obtener un fin diametralmente opuesto al que Nuestro Señor ha establecido como autoridad al Sagrado Pastor y su vicario en la tierra. Un poder indócil y rebelde a quien lo instituyó y legitimó, un poder que se cree fide solutus, por así decirlo, según un principio intrínsecamente revolucionario y, por tanto, herético. No olvidemos: la Revolución reclama para sí un poder que se justifica por el mero hecho de ser revolucionaria, subversiva, conspiradora y antitética del poder legítimo que pretende derrocar; y que apenas alcanza roles institucionales se ejerce con autoritarismo tiránico, precisamente porque no es ratificado ni por Dios ni por el pueblo.

Permítame señalar un paralelo entre dos situaciones aparentemente desconectadas. Como en presencia de la pandemia, se niegan los tratamientos eficaces, con la imposición de una "vacuna" inútil, incluso dañina e incluso letal; así se niega culpablemente a los fieles la Santa Misa Tridentina, verdadera medicina del alma en un momento de gravísima pestilencia moral, sustituyéndola por el Novus Ordo. Los médicos no cumplen con su deber, incluso en presencia de terapias, e imponen un suero experimental tanto a los enfermos como a los sanos, e insisten en administrarlo a pesar de la evidencia de total ineficacia y efectos adversos. Del mismo modo, los sacerdotes, doctores del alma, traicionan su mandato, incluso en presencia de una droga infalible probada durante más de dos mil años, y hacen todo lo posible para evitar que quienes han experimentado su eficacia la utilicen para curarse del pecado. En el primer caso, las defensas inmunológicas del organismo se debilitan o cancelan para crear pacientes con enfermedades crónicas a merced de las empresas farmacéuticas; en el segundo caso las defensas inmunes del alma están comprometidas por una mentalidad mundana y por la anulación de la dimensión sobrenatural y trascendente, para dejar las almas indefensas ante los ataques del diablo. Y esto es válido como respuesta a quienes pretenden afrontar la crisis religiosa sin considerar en paralelo la crisis social y política, porque es precisamente esta duplicidad de ataque lo que la hace tan terrible y la que revela su única mente criminal.

No quiero entrar en los méritos de los delirios de la Responsa : basta con conocer la ratio legis para rechazar la Traditionis custodes como un documento ideológico y tendencioso, redactado por gente vengativa e intolerante, llena de ambiciones y graves errores canónicos. , con la intención de prohibir un rito canonizado por dos mil años de santos y papas e imponer uno espurio, copiado por los luteranos y remendado por los modernistas, que en cincuenta años ha causado un gran desastre al cuerpo eclesial y que, precisamente por su devastadora eficacia, no debe conocer una derogación. No solo hay culpa: también hay malicia y la doble traición del divino Legislador y de los fieles.

Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos se ven obligados una vez más a elegir un campo: ya sea con la Iglesia católica y su doctrina bimilenaria e inmutable, o con la Iglesia conciliar y bergogliana, con sus errores y sus ritos secularizados. Y esto sucede en una situación paradójica en la que la Iglesia Católica y su falsificación coinciden en una misma Jerarquía, a la que los fieles sienten que deben obedecer como expresión de la autoridad de Dios y al mismo tiempo deben desobedecer como traidores y rebeldes.

Por supuesto, no es fácil desobedecer al tirano: sus reacciones son despiadadas y crueles; pero persecuciones mucho peores fueron las que los católicos tuvieron que sufrir a lo largo de los siglos que se vieron enfrentados al arrianismo, la iconoclasia, la herejía luterana, el cisma anglicano, el puritanismo de Cromwell, el secularismo masónico de Francia y México, el comunismo soviético, España, Camboya, China. .. Cuántos obispos y sacerdotes martirizados, presos, exiliados. Cuántos religiosos masacrados, cuántas iglesias profanadas, cuántos altares destruidos. ¿Y todo esto por qué? Porque los Santos Ministros no quisieron renunciar al tesoro más preciado que nos ha dado Nuestro Señor: la Santa Misa. La Misa que enseñó a celebrar a los Apóstoles, que los Apóstoles transmitieron a sus Sucesores, que los Papas han resguardado y restituido y que siempre ha estado en el centro del odio infernal de los enemigos de Cristo y de la Iglesia. Pensar que esa Santa Misa, por la que los misioneros enviados a tierras protestantes o los sacerdotes prisioneros de los gulags arriesgaron la vida, ahora está prohibida por la Santa Sede es motivo de dolor y escándalo, así como una ofensa a los mártires que que misa han defendido hasta el último aliento. Pero estas cosas solo pueden ser comprendidas por los que creen, los que aman, los que esperan. Solo a los que viven por Dios.

Quienes se limitan a expresar reservas o críticas a la Traditionis custodes y la Responsa caen en la trampa del adversario, porque reconocen la legitimidad de una ley ilegítima e inválida, deseada y promulgada para humillar a la Iglesia y sus fieles, a pesar de la " tradicionalistas "que se atreven nada menos que a oponerse a doctrinas heterodoxas condenadas hasta el Vaticano II, que hizo suyas y hoy se convierten en la clave del pontificado bergogliano". Traditionis custodes y Responsa simplemente deben ignorarse y devolverse al remitente. Hay que ignorarlos porque hay un claro deseo de castigar a los católicos que se han mantenido fieles, de dispersarlos, de hacerlos desaparecer.

Me consterna el servilismo de tantos cardenales y obispos que, para complacer a Bergoglio, pisotean los derechos de Dios y de las almas que les han confiado y que se atribuyen el mérito de manifestar su aversión a la liturgia "preconciliar", considerándose merecedores. de elogio público y aprobación del Vaticano. A ellos se dirigen las palabras del Señor: "Os creéis justos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones: lo que es ensalzado entre los hombres es abominable ante Dios" (Lc 16,15).

La respuesta coherente y valiente a un gesto tiránico de la autoridad eclesiástica debe ser resistencia y desobediencia a una orden inadmisible. Resignarse a aceptar esta enésima opresión significa añadir un precedente más a la larga serie de abusos tolerados hasta ahora, y con la obediencia servil hacerse responsable de mantener un poder como fin en sí mismo.

Es necesario que los Obispos, Sucesores de los Apóstoles, ejerzan su propia autoridad sagrada, en obediencia y fidelidad a la Cabeza del Cuerpo Místico, para poner fin a este golpe eclesiástico que tuvo lugar ante nuestros ojos. Esto lo exige el honor del Papado, hoy expuesto al descrédito y la humillación de quien ocupa el Trono de Pedro. Lo exige el bien de las almas, cuya salvación es la lex suprema de la Iglesia. La gloria de Dios lo requiere, respecto del cual no es tolerable ningún compromiso.

El arzobispo polaco Mons. Jan Paweł Lenga dijo que es hora de una contrarrevolución católica si no queremos que la Iglesia se hunda bajo las herejías y los vicios de mercenarios y traidores. La promesa del Non prævalebunt no excluye en lo más mínimo, más bien pide y exige una acción firme y valiente no sólo por parte de los obispos y sacerdotes, sino también de los laicos, que como nunca antes son tratados como súbditos, a pesar de la llamamientos fatuos a la participación actosa en su papel en la Iglesia. Tomemos nota: el clericalismo ha alcanzado su apogeo bajo el "pontificado" de quienes hipócritamente no hacen más que estigmatizarlo.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

del 27 de diciembre de 2021

Traducido desde Chiesa et Posconcilio (resaltados nuestros)

domingo, 26 de septiembre de 2021

Arzobispo Viganò: "Como en los regímenes totalitarios, los buenos católicos han sido definidos como locos o enfermos"

"En este contexto de rebelión e infidelidad, quienes se mantienen fieles y se esfuerzan por seguir haciendo lo que siempre han hecho son objeto de una verdadera persecución. Comenzó con el ridículo de los tradicionalistas, designándolos como lefebvrianos o preconciliares . Entonces, de acuerdo con la práctica que hemos visto utilizada en los regímenes totalitarios, los buenos católicos han sido definidos como locos o enfermos, lo que los sociólogos llaman la patologización del disenso" .

A continuación se muestra todo el discurso pronunciado por el arzobispo Carlo Maria Viganò en Aquinas Communication , en Iowa.

EVENTO DEL SACERDOTE CANCELADO

Dubuque, Iowa

22 de septiembre de 2021

por Carlo Maria Viganò, arzobispo

Queridos hermanos sacerdotes:

Queridos hermanos y hermanas,

No les digo a todos nada que no sepan ya, cuando digo que la Iglesia de Cristo atraviesa una crisis muy grave, y que la Jerarquía católica ha fallado en las serias obligaciones de su misión apostólica y es en gran parte corrupta. Los orígenes de esta crisis y esta apostasía son ahora evidentes incluso para los más moderados. Se basa en haber querido alinear la Iglesia con la mentalidad del mundo, cuyo príncipe, no lo olvidemos, es Satanás: princeps mundi hujus (Jn 12, 31).

Como católicos, sabemos y creemos que la Santa Iglesia es indefectible; es decir, que no puede ser abrumado por las puertas del infierno, por la promesa de Nuestro Señor: portæ inferi non prævalebunt (Mt 16, 18). Pero lo que vemos que está sucediendo nos muestra la realidad de una situación terrible, en la que una parte corrupta de la Jerarquía, a la que llamo la iglesia profunda en aras de la brevedad, se ha rendido totalmente al estado profundo.. Es una traición que coloca a los Pastores y a los más altos niveles de la Iglesia ante una responsabilidad moral muy grave y exige elecciones valientes por parte de sacerdotes y laicos que en otras ocasiones serían difíciles de adoptar y justificar. Nos enfrentamos a una guerra, un enfrentamiento trascendental, en el que nuestros generales no solo no están dirigiendo al ejército a enfrentarse al enemigo, sino que en realidad le ordenan que deponga las armas y se rinda incondicionalmente, ahuyentando a los soldados más valientes y castigando a los más valientes. funcionarios leales. Todo el estado mayor de la Iglesia Católica se ha revelado como aliado del enemigo y es en sí mismo enemigo de aquellos a quienes debería defender: enemigo de Cristo y de aquellos que se enorgullecen de servir bajo su bandera.

¿Cómo entender, a la luz de la Revelación, esta situación que es tremenda y única en toda la historia de la Iglesia? Debemos tener ante todo una mirada sobrenatural, con la que entender que los acontecimientos presentes están permitidos por Dios y que, en cualquier caso, nunca conseguirán abrumar a la Iglesia. La gran apostasía ha sido predicha en las Sagradas Escrituras y no debe sorprendernos desprevenidos. Iluminados por las palabras del Apocalipsis de San Juan y por revelaciones privadas aprobadas, podemos comprender que el fin de los tiempos es necesario para separar finalmente el trigo de la cizaña, permitiéndonos reconocer quién está con Cristo y quién está en su contra. Asimismo, debemos entender que las tribulaciones que atravesamos son también el justo castigo durante décadas - me atrevo a decir siglos - de infidelidades de católicos y parte de la Jerarquía: infidelidades privadas y públicas, arraigadas en el respeto humano, en el miedo, en la moral. y desviaciones doctrinales, y en compromisos con la mentalidad secular y con los enemigos de Nuestro Señor. Si consideramos que la Revolución Francesa fue el castigo de Dios por el fracaso de Luis XIV en consagrarle la insignia del Reino, entendemos bien las consecuencias de la desobediencia del Rey de Francia para el futuro de Europa. y en compromisos con la mentalidad secular y con los enemigos de Nuestro Señor. Si consideramos que la Revolución Francesa fue el castigo de Dios por el fracaso de Luis XIV en consagrarle la insignia del Reino, entendemos bien las consecuencias de la desobediencia del Rey de Francia para el futuro de Europa. y en compromisos con la mentalidad secular y con los enemigos de Nuestro Señor. Si consideramos que la Revolución Francesa fue el castigo de Dios por el fracaso de Luis XIV en consagrarle la insignia del Reino, entendemos bien las consecuencias de la desobediencia del Rey de Francia para el futuro de Europa.

Recordemos el mensaje que Nuestro Señor confió a Santa Margarita María Alacoque en 1689, con la tarea de transmitirlo al Rey de Francia Luis XIV:

Haz saber al hijo mayor de Mi Sagrado Corazón, que así como su nacimiento temporal se obtuvo gracias a la devoción a los méritos de Mi Santa Infancia, así su nacimiento a la gracia y gloria eterna se obtendrá mediante la consagración que él hará. haz de sí mismo a mi Adorable Corazón, que quiere triunfar sobre su corazón, y por medio de él, sobre los corazones de los grandes de la tierra.

El Sagrado Corazón quiere reinar en su palacio, ser representado en sus estandartes y grabado en sus brazos, para hacerlo victorioso sobre todos sus enemigos, poniendo a sus enemigos orgullosos y altivos a sus pies, para hacerle triunfar sobre todos los enemigos de la Iglesia.

El Sagrado Corazón desea entrar con pompa y magnificencia en los palacios de príncipes y reyes, para ser honrado hoy tanto como fue ultrajado, humillado y despreciado durante su Pasión. Quiere ver a los grandes de la tierra abatidos y humillados a sus pies, como luego fue aniquilado.

Pero si hace más de tres siglos la desobediencia de quienes gobernaban los asuntos públicos ameritaba el severo castigo del Rey de reyes, imaginemos qué calamidades puede haber provocado la desobediencia de quienes gobiernan la Iglesia. Así, si con la Revolución Francesa la sociedad civil expulsó al Rey Universal de Su Divino Señorío para usurparlo y difundir los errores del Liberalismo y del Socialismo, con la Revolución Conciliar los Papas y Obispos quitaron la triple corona de la Cabeza del Cuerpo Místico. y su Vicario, haciendo de la Iglesia de Cristo una especie de república parlamentaria en nombre de la colegialidad y la sinodalidad. Tomemos nota de ello: Nuestro Señor Jesucristo no solo ya no es reconocido como Soberano de las naciones. Ya ni siquiera se le reconoce como Soberano de Su Iglesia, en el que la meta de la gloria de Dios y la salvación de las almas ha sido reemplazada por la gloria del hombre y la consecuente condenación de las almas. Lo que ayer fue un vicio, hoy es una virtud; lo que ayer era virtud es hoy vicio: toda la acción actual de la secta modernista que infesta el Vaticano, las diócesis y las órdenes religiosas se caracteriza por el vuelco de lo enseñado y transmitido.

En este contexto de rebelión e infidelidad, quienes se mantienen fieles y se esfuerzan por seguir haciendo lo que siempre han hecho son objeto de una verdadera persecución. Comenzó con el ridículo de los tradicionalistas, designándolos como lefebvrianos o preconciliares . Entonces, de acuerdo con la práctica que hemos visto utilizada en los regímenes totalitarios, los buenos católicos han sido definidos como locos o enfermos, lo que los sociólogos llaman la patologización del disenso . No crean que estoy usando expresiones exageradas: hace apenas unos días un sacerdote en Costa Rica fue suspendido del ministerio y obligado a someterse a un tratamiento psiquiátrico simplemente por haber celebrado la Misa de Pablo VI en latín a pesar de la prohibición de su Obispo, Mons. Bartolomé Buigues (aquí ). Hoy estamos asistiendo a la criminalización de los disidentes, y si aún no vemos su eliminación física, sabemos cuántos de ellos están suspendidos a divinis., privados de sus propios medios de sustento y desterrados de la vida eclesial. Y esto sucede mientras que a la vez personas escandalosas y fornicadores de todo tipo no solo no son castigados y expulsados ​​del Ministerio, sino que incluso son promovidos e inmortalizados en fotos de pie junto a Bergoglio, quien los tiene cerca porque sabe que puede usarlos. de la forma que más le convenga. Entendamos entonces por qué la corrupción de los prelados es fundamental para el plan de la secta conciliar: sus faltas son un excelente medio para obtener su obediencia y complicidad en la realización de las peores atrocidades contra la Iglesia y los fieles.

La Coalición por los sacerdotes cancelados: La iniciativa es sin duda una respuesta a lo que está sucediendo, porque este proyecto pretende ayudar a los sacerdotes víctimas de persecuciones y abusos canónicos por parte de obispos infieles y renegados. Su autoridad, usurpada para hacer el mal antes que gobernar el rebaño que les ha sido confiado con sabiduría y caridad, se desvanece en el mismo momento en que la emplean contra el propósito para el que ha sido establecida. Es cierto que tienen el poder, pero este poder es un abuso tiránico sobre el que no se puede ni se debe callar. Es nuestro deber levantar la voz para condenar firmemente los actos ilegítimos de los pastores que se han mostrado mercenarios, si no lobos rapaces. Y también es nuestro derecho no solo desobedecer órdenes que sean ilegítimas, inválidas y nulas,

Permítanme también sugerir, junto con esta loable iniciativa, que se establezca una Fundación internacional que pueda recolectar ofrendas y donaciones de los fieles, desviándolos de parroquias y diócesis que conniven con el actual régimen bergogliano. Cuando los obispos vean que están recibiendo un golpe en sus cuentas bancarias, probablemente serán persuadidos de moderar su enfoque de condenar al ostracismo a los buenos sacerdotes. Cuando los tribunales, civiles o eclesiásticos, se pongan del lado de los perseguidos, sus perseguidores probablemente tendrán más cuidado de no abusar de su poder. Mientras tanto, iniciativas como la Coalición por Sacerdotes Canceladosy otros proyectos similares brindarán la oportunidad de practicar las obras de misericordia y adquirir méritos ante Dios. Cada uno de nosotros, según nuestros medios, puede hacer una contribución concreta, no necesariamente solo financiera, incluso simplemente destinando sus ofrendas a quienes las merecen y no a quienes las utilizan para oprimir al buen clero.

No olvidemos, sin embargo, que además de la asistencia material, todos estamos llamados a redescubrir el sentido de comunidad, del que la Jerarquía conciliar le encanta hablar sin poner nunca en práctica en un sentido católico. Si somos verdaderamente hermanos en Cristo, entonces, como hermanos, debemos ayudarnos unos a otros también acogiendo a nuestros sacerdotes, ofreciéndoles un lugar para quedarse, preparando un altar en el hogar alrededor del cual podamos reunir a nuestros amigos. Debemos poner nuestras capacidades a su servicio, incluso las más humildes, como saber cocinar, construir un muro o reparar un techo, para los que hoy son expulsados ​​de sus rectorías y se encuentran en la calle. Hay que pensar en los jóvenes que han respondido con generosidad a una vocación sacerdotal o religiosa en el seno de la Tradición y que hoy ven en peligro su Ordenación o Profesión religiosa si no aceptan las desviaciones doctrinales y morales que ahora les imponen. la secta conciliar. Debemos dejar claro a los pocos obispos y cardenales que permanecen fieles al Magisterio que no puede haber posibilidad de diálogo con quienes han demostrado ampliamente que están alineados con el enemigo. Y debemos rezar a la Divina Majestad, por intercesión de la Reina del Cielo y la Madre del Sacerdocio, pidiéndole que se digne a aceptar nuestros sufrimientos y los sufrimientos de estos buenos sacerdotes por la conversión de la Jerarquía que se ha corrompido. hoy de arriba hacia abajo.

A los muchos, demasiados sacerdotes, religiosos y clérigos -entre los que no olvidemos hay también muchas religiosas, monjas y hermanas- les dirijo mi afectuoso recuerdo, compartiendo sus sufrimientos, exhortándolos a todos a ofrecerse como víctimas en expiación por los pecados de los ministros de la Iglesia. Uníos en el Santo Sacrificio de la Misa a la ofrenda de la Víctima divina, pura, santa e inmaculada: que vuestra vida sea un sacrificio agradable a Dios, con verdadero espíritu sacerdotal. Y repitáis todos, antes del fin de vuestros días, las palabras del Cántico de Simeón: quia viderunt oculi mei salutare tuum (Lc 2, 30).

Recordé más arriba la causa de los males presentes: la rebelión contra el Reinado Universal de Nuestro Señor Jesucristo. La consagración de cada uno de nosotros, de familias, comunidades, naciones y de la Santa Iglesia al Sacratísimo Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, puede conmover a la Santísima Trinidad a la compasión y poner fin a este terrible flagelo. o al menos acortarlo y acelerar el triunfo del Rey de reyes sobre el enemigo de la raza humana. Este es mi más sincero deseo; esta es la noble intención que debe animar cada una de nuestras acciones; este es el fundamento del tremendo e inexorable fin de los planes de Satanás. Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

(Publicado en las últimas horas por aldomariavalli chiesaepostconcilio). 

domingo, 1 de agosto de 2021

IMPORTANTE - Mons. Carlo Maria Viganò habla sobre Traditionis Custodes

ACTUALIZACIÓN: El video de Vigano en Castellano puede verse AQUÍ.
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Video original italiano y transcripción castellana

Lapides clamabunt 

por Monseñor Carlo Maria Viganò

 Digo vobis quia si hii tacuerint, lapides clamabunt .

Lc 19, 40

Traditionis custodes: con estas palabras principia el documento por el que Francisco deroga como un monarca absoluto el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI. No pasa inadvertido el tono casi burlón de la pomposa cita de Lumen gentium: precisamente en el momento en que Bergoglio reconoce a los obispos como custodios de la Tradición, les pide que supriman la más elevada y sagrada expresión orante. Quien quiera buscar algún resquicio entre líneas, sepa que  el borrador que se hizo llegar a la Congregación para la Doctrina de la Fe para revisión era muchísimo más riguroso que el texto final. Lo cual confirma, aunque no es necesario, que no han hecho falta presiones particulares por parte de los enemigos históricos de la liturgia tridentina –empezando por los eruditos de San Anselmo– para convencer a Su Santidad a fin de que intentara hacer lo que mejor se le da: demoler. Ubi solitudinem faciunt, pacem appellant [lo dejaron todo yermo, y lo llaman paz. –Tácito]

El modus operandi de Francisco.

Francisco ha desmentido una vez más la piadosa ilusión de la hermenéutica de la continuidad al afirmar que la coexistencia entre el Vetus y el Novus Ordo es imposible porque son expresiones respectivas de dos posturas doctrinales y eclesiológicas irreconciliables. Por un lado está la Misa de los Apóstoles, voz de la Iglesia de Cristo; por otro, la celebración eucarística montiniana, expresión de la Iglesia conciliar. Y eso que digo no es una acusación, por legítima que sea, de alguien que tiene reservas hacia el rito reformado y hacia el Concilio; es un reconocimiento, es más, una afirmación jactanciosa de una postura ideológica de parte del propio Francisco, cabecilla de la facción más extremista del progresismo. Su doble papel de papa y de liquidador de la Iglesia Católica le permite por una parte derruirla a golpe de decretos y actos de gobierno, y por otra servirse del prestigio que le confiere el cargo para instaurar y difundir la nueva religión sobre las ruinas de la vieja. Poco importa que la manera en que actúa contra Dios, contra la Iglesia y contra la grey del Señor choquen de modo estridente con sus llamadas a la parresía, al diálogo, a tender puentes en vez de levantar muros; la Iglesia de la misericordia y el hospital de campaña resultan ser huecos   artificios retóricos cuando quienes tendrían que beneficiarse serían los católicos, y no los herejes y fornicarios. En realidad, todos sabemos bien que la indulgencia de Amoris laetitia para con los concubinarios y adúlteros notorios sería poco menos que inimaginable para con los rígidos, contra los que arremete Begoglio cada vez que se le presenta la oportunidad.

Después de años de pontificado, todos habíamos comprendido que las razones aducidas por Bergoglio para declinar el encuentro con un prelado, un político o un intelectual conservador no son válidas para el cardenal abusador de menores, el obispo hereje, el político abortista o el intelectual mundialista. Hay, en resumen, una diferencia como de la noche al día, a partir de la cual se puede captar la parcialidad y sectarismo de Francisco en beneficio de cualquier ideología, pensamiento, proyecto o expresión científica, artística o literaria que no sea católica. Todo lo que sea vagamente católico suscita al parecer en el inquilino de Santa Marta una aversión como poco desconcertante aunque sólo sea por el Solio en que se sienta. Muchos han señalado esta disociación, esta especie de bipolaridad de un pontífice que no se comporta como tal ni habla como tal. El problema es que no nos encontramos ante una inactividad del pontificado, como podría suceder en el caso de un papa enfermo o muy anciano; sino que es una acción constante, organizada y planificada en un sentido diametralmente opuesto a la esencia misma del Papado. Bergoglio es que no sólo se abstiene de condenar los errores actuales –¡nunca lo ha hecho!– recalcando enérgicamente la verdad católica; se ocupa activamente en divulgar esos errores, en promoverlos y darles cabida en todos los actos que se celebran en el Vaticano mientras manda callar a cuantos denuncian esos errores. No sólo no castiga a los prelados fornicarios, sino que los promociona y defiende con mentiras, al paso que destituye a los cardenales que no se apuntan al nuevo rumbo. No sólo se abstiene de condenar a los políticos abortistas que se autoproclaman católicos, sino que interviene para impedir que las conferencias episcopales se pronuncien a favor de condenarlos, contradiciendo con ello el camino sinodal que por otro lado le  permite valerse de una minoría de progres extremistas para imponer su voluntad a la mayoría de los padres sinodales.

Una constante de dicha actitud, que se puede observar en su forma más descarada y arrogante en Traditionis custodes, es la doblez y la mentira. Una doblez de fachada, claro, que es contradicha a diario por tomas de posición nada prudentes a favor de un   sector  mucho más concreto, que en aras de la brevedad podríamos identificar con la izquierda ideológica, en realidad con su evolución más reciente en clave mundialista, ecologista, transhumana y LGBT. Hemos llegado a un punto en que hasta las personas sencillas y poco avezadas en cuestiones doctrinales han entendido que tenemos un papa que no es católico, al menos en el sentido estricto de la palabra. Esto plantea problemas serios de índole canónica que no nos toca resolver a nosotros pero que tarde o temprano tendremos que afrontar.

El extremismo ideológico

Otro elemento significativo de este pontificado , llevado a sus últimas consecuencias con Traditionis custodes, el el extremismo ideológico de Bergoglio. Un extremismo que es  deplorado   de palabra en lo que se refiere a otros pero que encuentra su expresión más violenta  despiadada cuando es él mismo quien lo pone en práctica contra los sacerdotes y laicos vinculados al rito antiguo y fieles a la Santa Tradición. Y en tanto que con la Hermandad San Pío X se muestra dispuesto a hacer concesiones y tener relaciones de buena vecindad, no tiene la menor comprensión ni trato humano con los pobres sacerdotes y fieles que para mendigar que les dejen celebrar la Misa en latín se ven obligados a soportar mil humillaciones y chantajes. Este comportamiento no es casual; el movimiento fundado por monseñor Lefebvre goza de autonomía e independencia económica, y por eso no hay motivo para temer extorsiones ni supervisiones por parte de la Santa Sede. En cambio, los obispos y sacerdotes incardinados en las diócesis y órdenes religiosas saben que pende sobre ellos la espada de Damocles de la destitución, de la suspensión  a divinis y la de la privación de los medios mismos de subsistencia.

La experiencia de la Misa Tridentina en la vida sacerdotal

Quien haya tenido oportunidad de seguir mis intervenciones y declaraciones conoce de sobra mi postura con relación al Concilio y al Novus Ordo; pero conoce también mi formación, mi currículum al servicio de la Santa Sede y mi relativamente reciente toma de conciencia de la apostasía y la crisis que atravesamos. Por ese motivo, reitero que comprendo la situación espiritual de quienes, precisamente por esta situación, no pueden adoptar una postura radical, como por ejemplo celebrar la Misa de San Pío V o asistir exclusivamente a ella, o no están todavía en condiciones de hacerlo. Muchos sacerdotes no descubren los tesoros de la venerable liturgia tridentina hasta el momento en que la celebran y se dejan empapar de ella, y no es raro que la curiosidad inicial por el rito extraordinario –fascinante desde luego por su fastuosidad– no tarde en sustituirse por la conciencia de la profundidad de las palabras, la claridad de doctrina y la insuperable espiritualidad que hace nacer y que nutre en las almas. Hay una armonía perfecta que no se puede expresar con palabras y que el fiel no alcanza a entender sino en parte pero que conmueven el corazón del sacerdote de un modo que sólo Dios puede hacerlo. Lo pueden confirmar mis hermanos en el sacerdocio que se han acercado al usus antiquor tras décadas de obediente celebración del Novus Ordo: se abre ante ellos un mundo, un universo que abarca el rezo del Breviario con las lecciones de Maitines y los comentarios de los Padres, las referencias a los textos de la Misa, el Martirologio a la hora de Prima… Son palabras sagradas no porque estén en latín; todo lo contrario: están expresadas en latín porque la lengua vulgar las envilecería, las profanaría, como señalaba sabiamente Dom Guéranguer. Son las palabras de la Esposa al divino Esposo, las palabras del alma que vive en íntima unión con Dios, el alma que se deja inhabitar de la Santísima Trinidad. Palabras esencialmente sacerdotales, en la más profunda acepción del término, que en el sacerdocio no sólo supone el  poder  para ofrecer el Sacrificio, sino de unirse en la oblación de sí mismo a la Víctima pura, santa e inmaculada. Nada que ver con la verborrea del rito reformado, que se empeña excesivamente en complacer la mentalidad secularizada para dirigirse a la Majestad de Dios y la corte celestial; que se preocupa tanto por hacerse comprensible que se ve obligado a no comunicar nada que no sea alguna obviedad trivial; que pone tanto cuidado en no ofender la susceptibilidad de los herejes que se permite callar la Verdad en el preciso instante en que el Señor Dios se hace presente sobre el altar; que tiene tanto temor de pedir a los fieles el más mínimo compromiso que banaliza el canto sagrado y toda expresión artística ligada al culto. El mero hecho de que en la redacción de ese rito hayan participado luteranos, modernistas y masones notorios bastaría para hacernos entender, si no la mala fe y el dolo, al menos la mentalidad horizontal privada sobrenaturalidad que impulsó a los autores de la llamada reforma litúrgica. Los cuales, por lo que hemos podido saber, no se distinguían por la santidad con que refulgían los autores sagrados de los textos del antiguo Misal Romano y de todo el corpus litúrgico.

¿Cuántos de vosotros, sacerdotes –y desde luego muchos laicos–, no os sentís conmovidos hasta las lágrimas al recitar los admirables versículos de la Secuencia de Pentecostés, al comprender que vuestra predilección por la liturgia tradicional no tenía nada que ver con una estéril complacencia estética, sino que se había transformado en una verdadera necesidad espiritual, tan irrenunciable como la respiración? ¿Cómo podéis, cómo podemos, explicar a quienes hoy nos quieren privar de este inestimable bien que aquel rito bendito os ha llevado a descubrir la verdadera naturaleza de vuestro sacerdocio, y que de él y nada más que de él podéis obtener las fuerzas y la nutrición para afrontar las exigencias de vuestro ministerio? ¿Cómo se puede hacer entender que la obligada vuelta al rito montiniano os supone un sacrificio imposible, porque en la batalla cotidiana contra el mundo, la carne y el Diablo ese rito os deja desarmados, postrados y sin fuerzas?

Es evidente que sólo quien no ha celebrado la Misa de San Pío V puede considerarla un molesto oropel de otros tiempos del cual se puede prescindir. También muchos sacerdotes jóvenes, habituados desde la adolescencia al Novus Ordo, han entendido que las dos formas del rito no tienen nada en común, y que una es tan superior a la otra que pone en evidencia los límites y aspectos criticablesº            de la otra, hasta el punto que se les hace poco menos que penoso celebrarla. No es cuestión de nostalgia, de culto al pasado; hablamos de la vida del alma, de su crecimiento espiritual, de ascesis y de mística. Conceptos que nadie de los que entienden el sacerdocio como una profesión es capaz de comprender el dolor que experimenta un alma sacerdotal al ver las especies eucarísticas profanadas durante los grotescos ritos de la Comunión en tiempos de la farsa pandémica.

Una visión reductiva de la autorización de la Misa

Por eso, me resulta desagradable en extremo leer en Traditionis custodes que el motivo por el cual Francisco considera que el motu proprio Summorum Pontificum se promulgó hace catorce años fue el deseo de remediar el supuesto cisma de monseñor Lefebvre. Cierto es que algunos cálculos políticos pudieron haber tenido su peso, sobre todo en tiempos de Juan Pablo II, aunque entonces los fieles de la Hermandad San Pío X eran escasos en número; pero la petición de dar carta de ciudadanía a la Misa que durante dos milenios nutrió la santidad de los fieles e infundió la savia vital a la civilización cristiana no puede reducirse a un acto contingente.

Con su motu proprio, Benedicto devolvió a la Iglesia la Misa apostólica romana, declarando que en ningún momento había sido revocada. Indirectamente, admitió que cuando Pablo VI impuso de forma autoritaria su rito cometió un abuso al prohibir despiadamente la celebración de la liturgia tradicional. Y si bien en el mencionado documento pueden encontrarse elementos incongruentes, como por ejemplo la presencia simultánea de ambas formas del mismo rito, podemos considerar que sirvieron para permitir la difusión del extraordinario sin afectar al ordinario. En otros tiempos habría sido inconcebible permitir la celebración de una Misa entreverada de equívocos y omisiones, cuando la autoridad pontificia habría sido suficiente para restablecer el rito de antes. Pero hoy, con la pesada carga del Concilio y la mentalidad secularizada ampliamente difundida, la mera licitud de celebrar la Misa Tridentina se puede considerar un bien innegable; un bien que todos tienen a la vista por los abundantes frutos que produce en las parroquias donde se celebra. Y cuántos más frutos no produciría si Summorum Pontificum se hubiera aplicado en todos sus puntos con espíritu de verdadera comunión eclesial.

El presunto uso instrumental del Misal Romano

Francisco sabe muy bien que la encuesta a los obispos de todo el mundo no obtuvo resultados negativos, aunque las preguntas estaban formuladas de tal forma que estaba claro qué clase de respuestas esperaba. La consulta fue un pretexto para hacer creer a la gente que su decisión sería inevitable y fruto de una respuesta conjunta del episcopado. Todos sabemos que si Bergoglio quiere obtener un resultado determinado no vacila en recurrir a la fuerza, a mentiras y a efectuar golpes de mano: los últimos sínodos lo han demostrado más allá de toda duda razonable, con la exhortación postsinodal ya redactada antes de la primera votación del instrumentum laboris. Por eso, también en este caso el objetivo previsto de antemano era la abolición de la Misa Tridentina, y la profasis, o sea la excusa aparente, tenía que ser «el uso instrumental del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II» (ver aquí). Con toda franqueza, de ese uso instrumental se puede en todo caso acusar a la Hermandad San Pío X, que tiene todo el derecho de afirmar lo que cada uno de nosotros sabemos de sobra: que la Misa de San Pío V es incompatible con la doctrina y la eclesiología postconciliar. Pero el motu proprio no afecta a la Hermandad, que siempre celebra con el Misal de 1962 precisamente en virtud de ese derecho inalienable que Benedicto XVI reconoció y no creó de la nada en 2007.

El sacerdote diocesano que celebra la Misa en la iglesia a la que lo ha destinado su obispo, y que cada semana tiene que someterse a un riguroso interrogatorio por las acusaciones de fervientes católicos progresistas sólo porque ha tenido la osadía de rezar el Confíteor antes de dar de comulgar a los feligreses, sabe muy bien que no puede hablar mal del Novus Ordo ni del Concilio, porque desde la primera sílaba se vería obligado a comparecer ante la Curia y lo destinarían a una parroquia perdida de un pueblo allá por donde el diablo perdió el poncho. Ese silencio, con frecuencia doloroso y casi siempre entendido como más elocuente que muchas palabras, es el precio que debe pagar para poder celebrar la Santa Misa de siempre, para no privar a los fieles de las gracias que esa Misa derrama sobre la Iglesia y sobre el mundo. Y lo que es aún más absurdo: que mientras oímos como nos dicen impunemente que hay que abrogar la Misa Tridentina porque es incompatible con la eclesiología del Concilio, en cuanto nosotros decimos lo mismo –que la Misa montiniana es incompatible con la teología católica– somos de inmediato objeto de condena y utilizan nuestra afirmación como prueba ante el tribunal revolucionario de Santa Marta.

Me pregunto de qué enfermedad espiritual estarán aquejados los pastores en estas últimas décadas para que hayan dejado de ser unos padres amorosos y se hayan vuelto despiadados censores de sus sacerdotes, funcionarios que siempre están atentos y listos para abrogar todos los derechos en virtud de un chantaje que ni se molestan en disimular. Este clima de suspicacia no contribuye en modo alguno a la tranquilidad de muchos buenos sacerdotes, porque el bien que hacen está en todo momento bajo la lupa de funcionarios que consideran un peligro a los fieles ligados a la Tradición, como una presencia molesta que hay que tolerar en tanto que no se deje ver mucho. ¿Se puede concebir una Iglesia en la que se ponen sistemáticamente trabas al bien, y quien lo hace es visto con sospecha y sujeto con riendas? Comprendo muy bien el escándalo de tantos católicos, de fieles y de no pocos sacerdotes ante este pastor que «en vez de oler a oveja apalea enojado al rebaño» (ver aquí).

El equívoco de poder gozar de un derecho como si fuese una graciosa concesión lo encontramos también en la política, cuando el Estado autoriza los desplazamientos, las actividades escolares, la actividad económica y el trabajo con tal de que uno se someta a la inoculación de suero génico experimental. Así, del mismo modo que el rito extraordinario se permite a condición de aceptar el Concilio y la Misa reformada, también en el ámbito civil se permite ejercer sus derechos a los ciudadanos a condición de que acepten el discurso de la pandemia, la vacuna y los sistemas de rastreo. No tiene nada de extraño que en muchos casos sean los propios sacerdotes y obispos –y hasta el mismo Bergoglio– los que exijan que hay que estar vacunado para recibir la Comunión; la perfecta sincronización entre lo uno y lo otro es cuando menos inquietante.

Pero vamos a ver, ¿dónde está ese uso instrumental del Misal Romano? Más bien habría que hablar del uso instrumental del Misal de Pablo VI, que ese sí –parafraseando a Bergoglio– se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente, no sólo a la tradición litúrgica preconciliar sino a todos los concilios ecuménicos que precedieron al Vaticano II. Por otra parte, ¿acaso no es Francisco el que considera un peligro para el Concilio el mero hecho de que pueda celebrarse una Misa que repudia y condena todas las desviaciones doctrinales conciliares?

Otras incongruencias

¡Jamás se vio en la historia de la Iglesia que un concilio o una reforma litúrgica supusieran un punto de quiebre entre un antes y después! ¡Jamás en estos dos milenios trazaron los romanos pontífices deliberadamente una frontera ideológica entre la Iglesia que los había precedido y la que ellos gobernaban, borrando  contradiciendo el magisterio de sus predecesores! Ese antes y ese después se han convertido en una obsesión, tanto para los que insinuaban con prudencia errores doctrinales mediante expresiones equívocas como para los que con la desfachatez de quien cree haber vencido promocionaban el Concilio como «el 1789 de la Iglesia», como un hecho profético y revolucionario. Antes del 7 de julio de 2007, un destacado ceremoniero pontificio respondió jactancioso: «¡No hay vuelta atrás!» Y sin embargo, ¡por lo visto con Francisco se puede volver atrás, ¡y de qué manera!, si hace falta para mantener el poder e impedir que se propague el bien! Siniestramente, se hace eco del ¡Nada será como antes! de la farsa pandémica.

La admisión por parte de Francisco de una supuesta división entre los fieles vinculados a la liturgia tridentina y los que, en buena parte por costumbre o por resignación, se han adaptado a la nueva liturgia reformada es muy reveladora: no se propone remediar esa división reconociendo plenos derechos a un rito objetivamente mejor en comparación con el montiniano, sino precisamente para impedir que se haga patente la superioridad ontológica de la Misa de San Pío V y ello suscite críticas al rito reformado y a la doctrina que expresa, lo prohíbe, lo tilda de divisorio, lo confina en una reserva india procurando limitar al máximo su difusión para que desaparezca definitivamente, en nombre de la cultura de cancelación de la que fue desgraciado anticipo la revolución conciliar. Al no poder tolerar que el Novus Ordo y el Concilio sean inexorablemente derrotados con el Vetus Ordo y el magisterio católico perenne, la única solución que se puede adoptar es borrar todo rastro de la Tradición, relegarla a la condición de refugio nostálgico de algún octogenario inflexible o un conventículo de excéntricos, o presentarlo a modo de pretexto como el manifiesto ideológico de una minoría fundamentalista. Por otra parte, construir una versión mediática coherente con el sistema, repetir hasta la saciedad para adoctrinar a las masas, son una constante no sólo en el ámbito eclesiástico sino en el político y civil, por lo que parece con desconcertante evidencia que la iglesia profunda y el estado profundo no son otra cosa que dos rieles paralelos que van en una misma dirección y tienen por destino final el Nuevo Orden Mundial, con su religión y su profeta.

Está claro que hay división, pero no por parte de los buenos católicos y los sacerdotes que siguen fieles a la doctrina de siempre, sino de los que han sustutido la ortodoxia por la herejía y el Santo Sacrificio por un banquete fraterno. Esta división no tiene nada de nuevo; se remonta a los años sesenta, cuando el espíritu del Concilio, la apertura al mundo y el diálogo interreligioso hicieron añicos dos mil años de catolicidad y revolucionaron todo el cuerpo de la Iglesia persiguiendo a los refractarios o poniéndoles obstáculos. Y sin embargo aquella división, que efectuaron llevando al interior de la Iglesia la confusión doctrinal y litúrgica, no parecía entonces tan lamentable. En cambio hoy, en plena apostasía, se considera paradójicamente causante de división a quien no pide la condena explícita del Concilio y el Novus Ordo, sino simplemente tolerancia para la Misa según el rito extraordinario en nombre del tan ensalzado pluralismo poliédrico.

Es significativo que también en el mundo civil la tutela de las minorías sólo es válida cuando es útil para demoler la sociedad tradicional y se hace caso omiso de ella a la hora de garantizar los legítimos derechos de los ciudadanos honrados. Se ha hecho patente que so pretexto de la protección de las minorías lo que se quería era debilitar la mayoría de buenos, mientras que ahora que la mayoría está integrada por corruptos, se puede aplastar sin piedad a la minoría de buenos. La historia reciente está llena de instructivos ejemplos de ello.

Naturaleza tiránica de los custodios de la Tradición

A mi juicio resulta desconcertante, no tanto este o aquel punto del motu proprio sino la índole tiránica general, acompañada de una sustancial falsedad de los argumentos aducidos para justificar las decisiones impuestas. Del mismo modo que escandaliza el abuso de poder por parte de una autoridad cuya razón de ser no es impedir o limitar las gracias que la Iglesia distribuye a sus miembros, sino promoverlas; no quitar gloria a la majestad divina con un rito que hace guiños a los protestantes, sino celebrarlo de un modo perfecto; no sembrar errores doctrinales y morales, sino condenarlos y erradicarlos, también en esto, el paralelo con lo que sucede en la esfera civil es evidente: los que nos gobiernan abusan de su autoridad lo mismo que nuestros obispos, imponiendo normas y límites que vulneran los principios más elementales del derecho. Es más, suele suceder en ambos frentes que quien está constituido en autoridad se valga de un simple reconocimiento de facto por parte de la base (ciudadanos y fieles) aun cuando la forma en que ha conquistado el poder infringe, si no la letra, al menos el espíritu de la ley. El caso de Italia, donde un gobierno no elegido legisla sobre la obligación de vacunarse y el pasaporte sanitario, vulnerando con ello la Constitución y los derechos naturales de los italianos, no me parece muy diferente de la situación en que se encuentra la Iglesia, con un pontífice que dimite y es sustituido por Jorge Mario Bergoglio, elegido –o al menos sostenido y apoyado– por la mafia de San Galo y un episcopado ultraprogresista. Salta a la vista que hay una profunda crisis de autoridad, civil y religiosa, en la que quien ejerce el poder lo utiliza contra aquellos a quienes debía proteger, y sobre todo en contra del fin por el que se constituye toda autoridad.

Analogía entre iglesia profunda y estado profundo

Creo que ha quedado claro que la sociedad civil y la Iglesia padecen el mismo cáncer que la primera sufrió con la Revolución Francesa y la segunda con el Concilio. En ambos casos, el pensamiento masónico es la base de la demolición sistemática de la institución y sustitución por un sucedáneo que mantiene la apariencia externa, la estructura jerárquica y la fuerza coercitiva, pero con fines diametralmente opuestos a los que deberían tener.

En este punto, los ciudadanos de un bando y los fieles del otro se encuentran en una situación en que tienen que desobedecer a la autoridad terrenal a fin de obedecer a la divina, que gobierna los estados y la Iglesia. Está claro que los reaccionarios  (o sea, los que no aceptan la perversión de la autoridad y quieren ser fieles a la Iglesia de Cristo y a la Patria) constituyen un elemento disidente que no se puede tolerar en modo alguno y es preciso por tanto desacreditar, deslegitimizar, amenazar y privar de sus derechos en nombre de un bien público que ya no es el bien común, sino todo lo contrario. Hay que tildar de conspiracionistas, tradicionalistas, conspiranoicos o integristas a esos pocos supervivientes de un mundo que se quiere hacer desaparecer; son un peligro para el cumplimiento de nuestro plan mundial, precisamente en el momento más crucial de su implementación. Por eso reaccionan las autoridades de un modo casi indisimulado, descarado y violento: hay peligro de que cada vez sean más los que descubran las pruebas del fraude, formen una resistencia organizada y rompan el muro de silencio y de implacable censura impuesto por la corriente mayoritaria.

Podemos, pues, entender la violenta reacción de las autoridades y prepararnos para hacer una oposición firme y determinada, mientras seguimos haciendo uso de los derechos que se nos niegan de forma abusiva e ilícita. Cierto es que podremos encontrarnos con que tengamos que ejercitar esos derechos de forma incompleta si se nos niega la posibilidad de viajar por no tener pasaporte sanitario o si el obispo prohíbe celebrar la Misa de siempre en una iglesia de su diócesis; pero nuestra resistencia a los abusos de la autoridad podrá contar no obstante con las gracias que el Señor no dejará de concedernos, en particular la virtud de la fortaleza, indispensable en tiempos de tiranía.

La normalidad que asusta

Si en un frente podemos ver que la persecución de los disidentes está bien planeada y organizada, en el otro no podemos menos que reconocer la fragmentación del adversario. Bergoglio sabe muy bien que es preciso callar al movimiento de disidencia fomentando ante todo divisiones internas y separando a los sacerdotes de los fieles. Una fructífera colaboración fraternal entre el clero diocesano, religiosos e institutos de Ecclesia Dei es una posilidad que conviene atajar, porque daría a conocer el rito antiguo, además de ser una ayuda valiosísima en el ministerio. Pero significaría que la Misa Tridentina se volvería algo normal en la vida diaria de los fieles, lo cual sería intolerable para Francisco. Por ese motivo, los sacerdotes diocesanos son dejados a la merced de los ordinarios, mientras que los institutos Ecclesia Dei son puestos bajo la autoridad de la Congregación para los Religiosos, como triste preludio de un destino ya dispuesto. No olvidemos lo que les ha pasado a florecientes órdenes religiosas, culpables de contar con la bendición de numerosas vocaciones y que se han propagado gracias a la odiada liturgia tradicional y la fiel observancia de la regla. Por eso ciertas formas de insistencia en el aspecto ceremonial de la celebración corren el riesgo de legitimar la disposición de medidas de supervisión y restricción y le hace el juego a Bergoglio.

También en el mundo civil, precisamente al fomentar ciertos excesos por parte de los disidentes, quienes ostentan el poder los marginan y dan legitimidad a medidas represivas: por ejemplo, con los movimientos antivacunas, así como la facilidad con desacreditan las legítimas protestas de los ciudadanos, para lo cual resaltan la excentricidad y las incongruencias de unos pocos. Es facilísimo condenar a unos pocos exaltados que, exasperados, prenden fuego a un pabellón de vacunación mientras quitan visibilidad a millones de personas honradas que se manifiestan ordenadamente para que no las marquen con el pasaporte sanitario o las despidan del trabajo si no se vacunan.

No podemos estar aislados y desorganizados

Es igualmente importante para todos nosotros dar visibilidad a una propuesta coherente y coordinar sin falta la acción pública. La derogación de Summorum Pontificum nos lleva de vuelta a veinte años atrás. La infausta decisión bergogliana de abrogar el motu proprio del papa Benedicto está destinada a fracasar irremediablemente, porque afecta al alma misma de la Iglesia, de la que el Señor es Pontífice y Sumo Sacerdote. Y no es cierto que la totalidad del Episcopado –como estamos viendo con alivio– esté dispuesto a sufrir pasivamente formas de autoritarismo que no contribuyen nada a apaciguar los ánimos. En determinadas circunstancias, el Código de Derecho Canónico garantiza a los obispos la posibilidad de dispensar a sus fieles de leyes particulares y universales. En segundo lugar, el pueblo de Dios ha entendido bien el carácter subversivo de Traditionis custodes e instintivamente quiere saber qué es lo que causa semejante desaprobación por parte de los progresistas. No nos sorprendamos, pues, si en las iglesias en las que se celebra la Misa Tradicional nos encontramos con fieles procedentes de la vida parroquial ordinaria y hasta a personas que estaban alejadas de la Iglesia. Como ministros de Dios o como simple fieles, tendremos el deber de manifestar firmeza y serena resistencia ante semejantes abusos, padeciendo con actitud sobrenatural nuestro pequeño calvario de cada día mientras los nuevos sumos sacerdotes y los escribas del pueblo nos abofetean y nos acusan de fanáticos. La humildad, el ofrecimiento silencioso de las injusticias y el ejemplo de una vida coherente con el Credo que profesamos ameritarán el triunfo de la Misa católica y la conversión de numerosas almas. No olvidemos que por habérsenos dado mucho, mucho se nos pedirá.

Restitutio ad integrum

«¿Qué padre, entre vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿Si pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si pide un huevo, le dará un escorpión?» (Lc.11,11-12) Ahora podemos entender el sentido de estas palabras, observando con dolor y con el corazón desgarrado el cinismo de un padre que nos da las piedras de una liturgia sin alma, las serpientes de una doctrina corrompida y los escorpiones de una moral adulterada. Y llega al punto de dividir la grey del Señor entre los que aceptan el Novus Ordo y los quieren seguir fieles a la Misa de nuestros padres, exactamente como los gobernantes oponen entre sí a vacunados y no vacunados.

Cuando Nuestro Señor, sentado en un pollino entró en Jerusalén mientras la multitud extendía mantos a su paso, los fariseos le preguntaron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero el Señor les respondió: «Os digo, si estas gentes se callan, las piedras se pondrán a gritar» (Lc.19,39-40). Desde hace sesenta años gritan las piedras de nuestras iglesias, en las cuales se ha proscrito dos veces el Santo Sacrificio. Gritan los mármoles de los altares, las columnas de las basílicas y las bóvedas de las catedrales. Porque esas piedras, consagradas al culto del Dios verdadero, hoy están abandonadas y desiertas, o son profanadas en ritos nefandos, o transformadas en estacionamientos y supermercados, como consecuencia de ese Concilio que nos empeñamos en defender. Gritemos también nosotros, que somos piedras vivas del templo de Dios. Gritemos con confianza en el Señor para que devuelva la voz a sus discípulos, que hoy están mudos. Y para que se restituya el intolerable robo del que son culpables los propios administradores de la viña del Señor.

Más para restituir lo robado, es preciso que nos mostremos dignos de los tesoros que se nos han robado. Procuremos hacerlo con santidad de vida, dando ejemplo de virtud, con oración y haciendo vida de sacramentos. No olvidemos tampoco que hay centenares de buenos sacerdotes que todavía saben en qué consiste la sagrada unción con que han sido ordenados ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. El Señor se digna descender sobre nuestros altares incluso cuando éstos se encuentran en sótanos y desvanes. Contrariis quibuslibet minime ostantibus [A pesar de los pesares].

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

28 de julio de 2021

Ss. Nazarii et Celsi Martyrum,

Victoris I Papae et Martyris ac

Innocentii I Papae et Confessoris

Visto aquí (Marco Tosatti)

lunes, 3 de mayo de 2021

Entrevistas Bomba de Mons. Viganò para Radio Spada

Con autorización de Radio Spada


Primera entrevista

¡Agradecemos al arzobispo Viganò por estas valientes entrevistas!

1) RS: Buenos días Su Excelencia, le agradecemos el diálogo que tendremos. Empecemos por la Galería neo-Vaticana , el libro de Marco Tosatti del que escribiste el prefacio. Te contamos una anécdota: apenas habían pasado unas horas desde el anuncio del mailing impreso, y ya en Twitter apareció un perfil con una encuesta -basada solo en la portada y el título, obviamente- para preguntar qué tan evangélico era. para imprimir un volumen dedicado a acusaciones escabrosas y hechos que no siempre son edificantes. ¿Qué respondería a esta objeción?

CMV: Permítanme recordar aquí que Benedicto XVI, en los meses anteriores a su decisión de asumir el título singular de "Papa emérito", instituyó una Comisión de Cardenales, presidida por el Cardenal Herranz, y compuesta por los Cardenales Tomko y De Giorgi, con la tarea de llevar a cabo realizar una investigación exhaustiva sobre la información confidencial difundida por Vatileaks. En esa ocasión, tuve que insistir con el cardenal Herranz para que pudiera declarar, ya que no era su intención interrogarme a pesar de que yo estaba personalmente involucrado como autor de los documentos confidenciales destinados al Pontífice, que habían sido robados y entregados a la prensa. Les entregué un sustancioso dossier en el que contaba todas las disfunciones y la red de corrupción que había llegado a conocer y que tenía que afrontar como secretario general de la Gobernación.“Me entristece mucho el grave daño causado a la Iglesia y a la Santa Sede por la filtración de tantos documentos confidenciales ... Si hay responsables de actos tan imprudentes, culpa de los que han sido responsables de tanto La corrupción y la degradación moral es mucho más grave en la Santa Sede y en el Estado de la Ciudad del Vaticano, y la de algunos cardenales, prelados y laicos que, a pesar de saberlo, prefirieron vivir con tanta inmundicia, poniendo en orden sus conciencias. complacer al poderoso superior y hacer carrera. Espero que al menos esta Comisión de Cardenales, por amor a la Iglesia, sea fiel al Santo Padre y haga toda la limpieza necesaria que él requiera y no permita que esta iniciativa suya se vuelva a tapar una vez más. . Numerosos periodistas de varios países han tratado de contactarme ... Me quedé en silencio,El poder de la verdad debe fluir desde dentro de la Iglesia y no desde los medios de comunicación ... Oro por ustedes, cardenales, para que tengan el valor de decirle la verdad al Santo Padre; y ruego por el Santo Padre, que tenga la fuerza para hacerla salir a la luz en la Iglesia ".

Esa masa de información, junto con las demás pruebas recogidas por los tres cardenales, hubiera permitido una operación de limpieza: ¡todo ha sido encubierto! y sólo puede constituir un elemento más de chantaje a los nombres que allí figuran y, durante los últimos ocho años, una ocasión para desacreditar a quienes, en cambio, han servido fielmente a la Iglesia ya la Santa Sede.
Necesse est enim ut veniant scandala; verumtamen væ homini per quem scandalum venit (Mt 18: 7).La denuncia de la corrupción de clérigos y prelados se ha impuesto como un gesto de caridad hacia los fieles y un acto de justicia hacia la Iglesia atormentada, porque por un lado advierte al pueblo de Dios contra los lobos disfrazados de corderos y les muestra por lo que son, y por otro lado muestra que la Esposa de Cristo es víctima de un convento de codiciosos deseos de poder, a quien puede volver a predicar el Evangelio. No es el que saca a la luz los escándalos quien peca contra la caridad evangélica, sino el que lleva a cabo esos escándalos y los encubre. Las palabras del Señor no dan lugar a malos entendidos.

miércoles, 21 de abril de 2021

Durísimas declaraciones del Arzobispo Carlo Maria Viganò (ayer 20/4/21)

Declaración del Arzobispo Carlo Maria Viganò sobre la Quinta Conferencia Internacional del Vaticano (20 de abril de 2021)


Del 6 al 8 de mayo de 2021, tendrá lugar la quinta Conferencia Vaticana Internacional, titulada Explorando la mente, el cuerpo y el alma. Unirse para prevenir y unir para curar. Una iniciativa mundial de atención de la salud: cómo la innovación y los nuevos sistemas de prestación de servicios mejoran la salud humana . El evento está organizado por el Pontificio Consejo para la Cultura, la Fundación Cura, la Fundación Ciencia y Fe y Stem for Life.

Michael Haynes de LifeSiteNews ha informado ( aquí ) sobre los temas a tratar y los participantes, incluido el infame Anthony Fauci, cuyos escandalosos conflictos de intereses no le impidieron hacerse cargo de la gestión de la pandemia en Estados Unidos; Chelsea Clinton, seguidora de la Iglesia de Satanás y defensora acérrima del aborto; el gurú de la Nueva Era Deepak Chopra; Dame Jane Goodall, ambientalista y experta en chimpancés; los directores ejecutivos de Pfizer y Moderna; representantes de Big Tech; y una gran cantidad de abortistas, maltusianos y globalistas conocidos por el público en general. La conferencia ha reclutado a cinco destacados periodistas para que sean moderadores, que pertenecen exclusivamente a medios de comunicación de izquierda como CNN, MSNBC, CBS y Forbes.

Esta Conferencia, junto con el Consejo para el Capitalismo Inclusivo de Lynn Forester de Rothschild, el Pacto Mundial sobre Educación y el Panteón interreligioso que se celebrará en junio en Astana, Kazajstán, es la enésima confirmación escandalosa de una inquietante salida de la Jerarquía, y en particular sus más altos miembros romanos, de la ortodoxia católica. La Santa Sede ha renunciado deliberadamente a la misión sobrenatural de la Iglesia, haciéndose sierva del Nuevo Orden Mundial y del globalismo masónico en un contra-magisterio anticristiano. Los mismos Dicasterios Romanos, ocupados por personas ideológicamente alineadas con Jorge Mario Bergoglio y protegidos y promovidos por él, continúan ahora desenfrenados en su implacable labor de demoler la Fe, la Moral, la disciplina eclesiástica y la vida monástica y religiosa. en un esfuerzo tan vano como sin precedentes para transformar a la Esposa de Cristo en una asociación filantrópica esclavizada por los Poderes Fuertes. El resultado es la superposición sobre la verdadera Iglesia de una secta de modernistas herejes y depravados que intentan legitimar el adulterio, la sodomía, el aborto, la eutanasia, la idolatría y cualquier perversión del intelecto y la voluntad. La verdadera Iglesia es ahora eclipsada, negada y desacreditada por sus mismos Pastores, traicionada incluso por quien ocupa el Trono más alto.

El hecho de que la iglesia profunda haya logrado elegir a su propio miembro para llevar a cabo este plan infernal de acuerdo con el estado profundo ya no es una mera sospecha, sino un fenómeno sobre el que ahora es imprescindible cuestionar y esclarecer. . La sumisión de la Cathedra veritatis a los intereses de la élite masónica se manifiesta en todas sus evidencias, en el silencio ensordecedor de los Sagrados Pastores y en el desconcierto del Pueblo de Dios, abandonado a sí mismo.

Más demostración de esta libido serviendi degenerada del Vaticano hacia la ideología globalista es la elección de los oradores para dar testimonios y conferencias: partidarios del aborto, del uso de material fetal en la investigación, del declive demográfico, de la agenda pan-sexual LGBT y, por último, pero no menos importante, de la narrativa de Covid y las llamadas vacunas. El cardenal Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, es sin duda uno de los principales representantes de la Iglesia profunda y del progresismo modernista, así como un defensor del diálogo con la infame secta masónica y un promotor del famoso Patio de los Gentiles. Por lo tanto, no es de extrañar que entre los organizadores del evento se encuentre la Fundación Stem for Life, que se define con orgullo como “no sectaria, no partidista".

En una inspección más cercana, el sectarismo y el partidismo de la Conferencia Vaticana se hacen evidentes por el tema que aborda, las conclusiones que busca sacar, sus participantes y sus patrocinadores. Incluso la imagen elegida para promocionar la Conferencia es extremadamente elocuente: un primer plano del fresco de la Creación de Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina, en el que la mano de Dios Padre se extiende hacia la mano de Adán, pero con ambas manos cubiertas por desechables guantes quirúrgicos, recordando las regulaciones de la nueva “liturgia de la salud” e implicando que incluso el Señor mismo podría propagar el virus.

En esta representación sacrílega, el orden de la Creación se subvierte en la anti-creación terapéutica, en la que el hombre se salva a sí mismo y se convierte en el loco autor de la “redención” de su propia salud. En lugar de la fuente purificadora del Bautismo, la religión Covid propone la vacuna, portadora de discapacidades y muerte, como único medio de salvación. En lugar de Fe en la Revelación de Dios, encontramos la superstición y el asentimiento irracional a preceptos que no tienen nada de científico, con ritos y liturgias que imitan la verdadera Religión en una parodia sacrílega.

Esta elección de imágenes tiene un tono aberrante y blasfemo, porque utiliza una imagen conocida y evocadora para insinuar y promover una narrativa falsa y tendenciosa que dice que en presencia de una gripe estacional, cuyo virus aún no ha sido aislado según los postulados de Koch ( aquí) y que puedan curarse eficazmente con los tratamientos existentes, es necesario administrar vacunas que se admitan ineficaces y que aún se encuentran en fase de experimentación, con efectos secundarios desconocidos, y cuyos productores hayan obtenido un escudo criminal de inmunidad para sus distribución. Las víctimas inmoladas en el altar de la salud Moloch, desde niños desmembrados en el tercer mes de embarazo para producir el suero genético hasta las miles de personas que han sido asesinadas o mutiladas, no paran la máquina infernal de Big Pharma, y es de temer que se produzca un resurgimiento del fenómeno en los próximos meses.

Cabe preguntarse si el celo de Bergoglio por la difusión del suero genético no está motivado también por razones económicas de base, como compensación por las pérdidas sufridas por el Vaticano y las Diócesis tras el cierre y el colapso de la asistencia de los fieles a la Misa y los Sacramentos. Por otro lado, si el silencio de Roma sobre la violación de los derechos humanos y religiosos en China ha sido pagado por la dictadura de Beijing con prebendas sustanciales, nada impide la replicación de este esquema a gran escala a cambio de la promoción de las vacunas por parte del Vaticano. .

Evidentemente, la Conferencia tendrá mucho cuidado de no mencionar ni siquiera indirectamente la enseñanza perenne del Magisterio sobre cuestiones morales y doctrinales de la mayor importancia. Por el contrario, la aduladora alabanza de la mentalidad mundana y la ideología imperante será la única voz, junto con el amorfo repertorio ecuménico inspirado en la Nueva Era.

Observo que en 2003 el mismo Pontificio Consejo para la Cultura condenó la meditación del yoga y, de manera más general, el pensamiento de la Nueva Era como incompatible con la fe católica. Según el documento del Vaticano , el pensamiento de la Nueva Era “ comparte con varios grupos de influencia internacional el objetivo de reemplazar o trascender religiones particulares para crear un espacio para una religión universal que pueda unir a la humanidad. Estrechamente relacionado con esto está un esfuerzo muy concertado por parte de muchas instituciones para inventar una Ética Global , un marco ético que reflejaría la naturaleza global de la cultura, la economía y la política contemporáneas. Además, la politización de las cuestiones ecológicas ciertamente influye en toda la cuestión de la hipótesis de Gaia o el culto a la madre tierra.”(2,5). Huelga decir que las ceremonias paganas con las que se profanó la Basílica de San Pedro en honor al ídolo de la pachamama encajan perfectamente en esa “politización de las cuestiones ecológicas” denunciada por el documento vaticano de 2003, y que hoy, en cambio, es promovida sine glossa por el llamado magisterio bergogliano, comenzando por Laudato Sì y Fratelli Tutti .

En La Salette, Nuestra Señora nos advirtió: "Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo". No será la Santa Iglesia, indefectible por las promesas de Cristo, la que perderá la Fe: será la secta que ocupará la Sede de Santísimo Pedro y que hoy vemos propagando el anti-evangelio del Nuevo Orden Mundial. Ya no es posible callar, porque hoy nuestro silencio nos haría cómplices de los enemigos de Dios y del género humano. Millones de fieles están disgustados por los innumerables escándalos de los pastores, por la traición a su misión, por la deserción de aquellos que por las órdenes sagradas están llamados a dar testimonio del Santo Evangelio y no a apoyar el establecimiento del reino del Anticristo. .

Ruego a mis Hermanos en el Episcopado, sacerdotes, religiosos y, en particular, a los fieles laicos que se ven traicionados por la Jerarquía, que alcen la voz para expresar con espíritu de verdadera obediencia a Nuestro Señor, Cabeza de la Iglesia, Cuerpo Místico, la denuncia firme y valiente de esta apostasía y de sus autores. Los invito a todos a rezar para que la Divina Majestad se conmueva e intervenga en nuestra ayuda. Que la Santísima Virgen, terribilis ut castrorum acies ordinata , interceda ante el Trono de Dios, compensando con sus méritos la indignidad de sus hijos que la invocan con el glorioso título de Auxilium Christianorum .

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

20 de abril de 2021

Martes durante la semana 2ª después de la Octava de Pascua