sábado, 4 de junio de 2022
La Vigilia de Pentecostés Pre 1955 y la de Francisco
miércoles, 25 de mayo de 2022
VIGANÒ, POR RICHARD WILLIAMSON
Por el bien de los hombres, el Buen Señor debe castigar. Si no, nunca verán a través de Sus ojos
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Oh, ¡si tan sólo la Madre Iglesia tuviera algunos líderes más como el Arzobispo Viganò! Solía tener muchos de ellos, pero su amplitud y claridad de mente, junto con su valor de la fe, se han convertido en una rara combinación entre los eclesiásticos católicos, desde que permitieron que la podredumbre mental del mundo moderno los infectara en el Vaticano II (1962–1965). A continuación se resume, como es habitual, una entrevista que concedió para el canal de televisión italiano Canale Italia en abril de este año. Una traducción al inglés de la entrevista completa se puede encontrar en lifesitenews.com. ¡Que Dios bendiga a LifeSite news!
El arzobispo Lefebvre fue uno de los pocos prelados que quiso denunciar la revolución conciliar, comprendiendo su carácter subversivo. Entre los que vieron el peligro, casi nadie supo denunciarlo abiertamente. Hoy comprendemos el mérito histórico del arzobispo Lefebvre al haberse rebelado contra la línea dictada por el politburó conciliar, y haber creado las premisas para un retorno de la Iglesia a la doctrina y a la Santa Misa de siempre. Nos enfrentamos a un golpe global que implica tanto a la sociedad civil como a la Iglesia. Ambas están infiltradas y controladas por personajes que utilizan su poder y la autoridad que de él se deriva, no para los fines de las instituciones que gobiernan, sino para destruirlas. Esta crisis de autoridad debe ser denunciada, porque la acción de quienes han llegado a los más altos niveles de dirección tanto de las naciones como de la Iglesia es una serie de actos subversivos y criminales.
Por un lado, la parte corrupta de la jerarquía -para ser breves, llamémosla «Iglesia profunda», ya que está al servicio de Satanás- odia a la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y pretende matarla. Los que sirven al diablo llevan a cabo una operación asesina, aunque sea descabellada y condenada al fracaso. Pero así como Cristo ha resucitado, también su Cuerpo Místico resucitará después de su Pasión.
Por otro lado, la parte sana de la jerarquía está compuesta en su mayoría por obispos y clérigos que, sin embargo, aceptan las premisas ideológicas de la actual apostasía, ya que aceptan el Concilio y la nueva liturgia que transmite sus errores a las masas. No quieren que la Iglesia sucumba, pero se engañan a sí mismos, contra toda evidencia y tras sesenta años de fracasos, pensando que el Concilio ha sido simplemente mal interpretado, que la nueva misa se celebra mal pero que podemos volver a una cierta dignidad en la liturgia. Si no entienden que fue el Concilio el que causó este desastre, y que para remediarlo es necesario volver a la fe, la moral y la liturgia que existían antes del Concilio, forman parte, sin saberlo, del problema.
Hoy bajo el Papa Bergoglio, su traición, consciente o inconsciente, se ha consumado con el apoyo a la ideología globalista, el migracionismo, el neomaltusianismo, el Nuevo Orden Mundial y la Religión de la Humanidad. La «Iglesia profunda» ha sido incluso cómplice del fraude pandémico y de la vacunación masiva, a pesar de la presencia de líneas celulares abortivas en los sueros y del debilitamiento irreversible del sistema inmunitario que provoca; hoy se sitúa hipócritamente al lado del Sistema, apoyando al títere de Schwab, Zelensky en Ucrania, contra el presidente Putin, que es el único jefe de Estado que se opone a la globalización impía y a los principios criminales que la inspiran.
El Señor nos ayudará con su gracia, pero nos pide que hagamos nuestra parte. Si luchamos con Cristo, con Cristo celebraremos la victoria. Si seguimos sin tomar partido o peor, si nos ponemos del lado de Satanás, con Satanás habremos caído en el abismo.
Kyrie eleison
domingo, 22 de mayo de 2022
LA FE DE LOS SENCILLOS
SIEMPRE CASTELLANI
Entrevista "descontracturada" a Sebastián Randle acerca del Padre Castellani para "La última página"
martes, 10 de mayo de 2022
Francisco y un nuevo gesto a los LGTB
Francisco escribió una nueva carta al controvertido jesuita estadounidense James Martin, conocido por su "ministerio" dedicado a quienes llama “católicos LGTB”.
Martin le envió tres preguntas en español a Francisco. Las respuestas llegaron tres días después, a saber:
¿Qué es lo más importante que las personas LGBT deben saber acerca de Dios?
Dios es Padre y no niega a ninguno de sus hijos. Y el estilo de Dios es la cercanía, la misericordia y la ternura. Por este camino encontrarás a Dios.
¿Qué te gustaría que las personas LGBT supieran sobre la Iglesia?
Me gustaría que leyeran el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí encontraréis la imagen de la Iglesia viva.
¿Qué le puedes decir a un católico LGBT que ha sido rechazado por la Iglesia?
Me gustaría que lo vieran no como 'el rechazo de la Iglesia', sino como 'gente de la Iglesia'. La Iglesia es madre y llama a todos sus hijos. Tomemos como ejemplo la parábola de los invitados a la fiesta: los justos, los pecadores, los ricos y los pobres, etc. Una Iglesia selectiva, de “pura sangre”, no es la Santa Madre Iglesia, sino una secta.
Comentario del editor: Como puede verse, ninguna invitación a la castidad, ninguna condenación de los actos homosexuales como prácticas inmorales, condenadas por la Sagrada Escritura. Francisco habla como si no hubiera Revelación Divina, dogma o moral.
Fratres In Unum (adaptación)
Monseñor Viganò y la reforma de la Semana Santa de 1955
Estimado señor:
Le agradezco que me haya planteado la pregunta del padre… a propósito de la reforma de la Semana Santa.
Estoy de acuerdo en que puede considerarse una especie de globo sonda mediante el que los artífices de la sucesiva reforma conciliar introdujeron una serie de modificaciones –a mi juicio totalmente discutibles y arbitrarias– al Ordo Maioris Hebdomadæ hasta entonces vigente.
Es más. Yo diría que estas modificaciones pueden parecer casi inocuas, aunque extravagantes, porque la mente que las concibió todavía no se había manifestado ni con la reforma de Juan XXIII ni con la mucho más devastadora inaugurada por la constitución Sacrosanctum Concilium y más tarde agravada por Consilium ad exsequemdam. Claro que aunque a un párroco de 1956 le podía parecer una simplificación dictada por las exigencias de adaptar la complejidad de los ritos de la Semana Santa al ritmo de la modernidad –y probablemente fue presentada como tal al propio Pío XII sin revelarle su potencia destructora–, cobra a nuestros ojos un sentido muy diferente, porque ante todo vemos en ella en acción la desenvuelta mentalidad rupturista de los modernistas y los discípulos de la nunca suficientemente reprobada renovación litúrgica. Y en segundo lugar porque reconocemos en la elección de la supuesta simplificación de las ceremonias la misma ideología de las más osadas innovaciones del Novus Ordo. Por último, entre los personajes que se asoman en la mencionada reforma aparecen los protagonistas de la reforma conciliar, promovidos a los más altos cargos precisamente por su notoria aversión a la solemnidad del culto; cuesta pensar que todo lo que pusieron en marcha entre 1951 y 1955 no fuera concebido como un primer paso hacia los trastornos que habrían de venir menos de veinte años después.
Cierto es que el aire que se respira en ciertas partes del rito de Pío XII –por ejemplo, el Padrenuestro recitado a la vez por el celebrante y por los fieles– es el mismo que encontramos en el Novus Ordo: se percibe algo extraño, forzado, típico de las obras que no son inspiradas por el Señor sino que son patentemente humanas, imbuidas de un racionalismo que no tiene nada que sea verdaderamente litúrgico, sino que hiede a aquella presunción gnóstica que justamente condenó Pío XII en su inmortal encíclica Mediator Dei. Causa estupor que los mismos errores que fueron providencialmente condenados en 1947 resurjan precisamente en la reforma que él promulgó; pero no olvidemos que el Pontífice ya tenía una edad muy avanzada y estaba bastante afectado física y anímicamente por el reciente conflicto mundial. Incluir por tanto a Pío XII entre los demoledores sería injusto a más no poder.
Planteada esta premisa, hay que evaluar si al rito que promulgó Pío XII mediante el decreto Maxima Redemptionis nostrae mysteria del 16 de noviembre de 1955 se le pueden aplicar las mismas excepciones que al Novus Ordo Missae promulgado por Pablo VI con la constitución apostólica Missale Romanum del 3 de abril de 1969. O mejor aún: considerando que el motu proprio Summorum Pontificum reconoce a los católicos el derecho de hacer uso del rito anterior por su especificidad ritual, doctrinal y espiritual; y considerando que el motu proprio no examina la ortodoxia del Novus Ordo y se ciñe a una cuestión, por así decirlo, de gusto litúrgico, ¿podríamos extender ese principio a los ritos anteriores al motu proprio Rubricarum instructum de Juan XXIII y el propio decreto Maxima Redemptione nostrae mysteria, manifestando nuestra preferencia por el rito llamado de San Pío X?
En realidad, no se trata de una provocación. En primer lugar porque no estoy de acuerdo con la coexistencia simultánea de dos formas del mismo rito en la Iglesia de rito romano. Y en segundo lugar porque considero el rito reformado gravemente deficiente y sin duda alguna favens haeresim (que favorece la herejía), y me uno tanto a la denuncia de los cardenales Ottaviani y Bacci como a la de monseñor Marcel Lefebvre; estoy convencido además de que el Novus Ordo debe sencillamente ser abrogado y prohibido, en tanto que el tradicional debería ser declarado único rito romano en vigor. De hecho, sostengo que sólo desde esta perspectiva es posible impugnar también canónicamente el Ordo Hebdomadae Sanctae instauratus. Y, si nos ponemos quisquillosos, también el motu proprio Rubricarum instructum, sobre todo en vista de su coherencia con la línea del Novus Ordo y su evidente ruptura con la del Misal Romano anterior.
Ahora bien, teniendo en cuenta el vacío legal en que nos encontramos, creo que si la FSSPX considera legítimo remitirse al misal de Juan XXIII porque reconoce la misma mentalidad dolosa en todas las reformas sucesivas que condujeron al de Pablo VI –de naturaleza ante todo prudencial–, podría aplicarse el mismo principio a la reforma de la Semana Santa, aunque en ésta –como en el Misal de Juan XXIII– no hay nada heterodoxo ni que tienda remotamente a la herejía.
A mí me parece que fue ese el motivo por el que monseñor Lefebvre escogió precisamente el rito de 1962. Por otra parte, teniendo como tenía mentalidad jurídica gracias a su sólida formación, era consciente de que no sería posible aplicar una especie de libre examen a la liturgia, ya que ello habría autorizado a cualquiera a adoptar el rito que se le antojase. Al mismo tiempo, no dejaba de ver –como tampoco dejamos de verlo nosotros hoy– la naturaleza subversiva de la reforma conciliar, declaradamente abierta a derogaciones y experimentos, permitiendo aplicar infinidad variedades a voluntad del celebrante so pretexto de recuperar una presunta pureza original al cabo de siglos de sedimentación ritual. Precisamente por eso monseñor Lefebvre decidió volver al rito menos arriesgado, o sea el de 1962, sin entender tal vez algunos aspectos polémicos de las reformas de Pacelli y de Roncalli que sólo un experto en liturgia podía captar, sobre todo en los turbulentos años setenta. No olvidemos tampoco que la renovación litúrgica se produjo en Francia mucho antes que en Italia, así como que muchas innovaciones que más tarde se convirtieron en norma de la Iglesia universal se experimentaron en diócesis francesas ya a partir de los años veinte, empezando por el uso de la casulla gótica y el altar orientado versus populum. Todo en nombre de aquel arqueologismo que se proponía borrar de un plumazo un milenio entero de vida de la Iglesia. Supongo que a un prelado italiano celebrar coram populo con una casulla de estilo medieval le parecería una extravagancia, mientras que para un arzobispo francés ya era una costumbre adquirida y en ciertos aspectos ya se promovía.
Es necesario comprender además –y creo que ya lo he expresado ampliamente– que la intencionalidad de la reforma que se inició a nivel local mucho antes de Pío XII y que poco a poco se fue difundiendo por el orbe católico es totalmente antijurídica; sus artífices abusaron de su autoridad como legisladores para imponer con fuerza de ley un rito que había ser todo menos una aplicación al pie de la letra del texto litúrgico, una especie de esbozo que permitiese las peores excentricidades e introducir progresivamente en la Iglesia una inexorable pérdida del sentido de lo sagrado. Eso todavía no se observa en el Ordo Hebdomadae Sancte instauratus ni en el Misal de Juan XXIII; pero ya se había abierto el camino hacia el carácter perpetuamente mudable del rito y su descarado aggiornamento, unido a la errónea idea de que se había corrompido con el paso de los siglos y era necesario por tanto podarlo de añadidos innecesarios, cuando lo cierto es que era fruto de un desarrollo armónico fruto de las circunstancias, del tiempo y de los lugares. Y desde luego la alteración del Canon Romano por parte de Roncalli al insertar el nombre de San José iba por el mismo camino, afectando de paso a la oración más antigua y sagrada del Santo Sacrificio.
Para finalizar, señalaré que muchas comunidades que se benefician del motu proprio Summorum Pontificum celebran los ritos de la Semana Santa según el Misal anterior a la reforma pacelliana; la propia Comisión Ecclessia Dei concedió esa excepción al considerar legítimas las motivaciones de quienes la solicitaban. Por eso, no entiendo por qué la Fraternidad, que en lo que se refiere a la custodia de la Misa Tradicional estuvo a la vanguardia en tiempos bien difíciles, no puede hacer otro tanto. Ciertamente, cuando la Iglesia se reencuentre a sí misma, todo habrá de reconducirse por cauces legales; con leyes, esperamos, que tengan prudentemente en cuenta las críticas que se han hecho.
Espero que estas consideraciones hayan sido útiles al reverendo padre…
Aprovecho la ocasión para impartir a todos, queridos amigos, mi bendición paternal.
+Carlo Maria Viganò, arzobispo
sábado, 7 de mayo de 2022
LEON XIII Y LA COCAÍNA
El extravagante químico de Córcega Ange-François Mariani desarrolló esta bebida tónica, realizada con vino de Burdeos y extracto de hojas de coca (luego simplemente con cocaína), inspirado a su vez por el «elixir de coca Lorini».
La mezcla que contenía la bebida producía un efecto estimulador del sistema nervioso central similar al de la cocaína sola, pero que además se veía potenciado por un tercer compuesto llamado etilencoca, producto de la reacción entre un metabolito de la cocaína y el etanol. Su creador sostenía que prevenía la malaria, la gripe y «otras enfermedades devastadoras», y que, gracias al alcohol, se neutralizaban los efectos más agresivos de la cocaína.
«Puede alargar la vida humana cien veces»
El Vin Mariani gozó de un éxito casi instantáneo desde que se puso a la venta, especialmente entre los intelectuales, que agradecían sus propiedades analgésicas, estimulantes y antidepresivas. Se tiene constancia de que fue consumido por personajes de la talla de Julio Verne, Conan Doyle, William McKinley, Émile Zola, Ulises S. Grant P., el zar Alejandro II, Louis Blériot, José Martí, Paul Verlaine, Sigmund Freud, Thomas Edison, los hermanos Lumière, la Reina Victoria y, lo que resulta más llamativo, por el Papa León XIII.El gran León XIII fue elegido Papa cuando tenía 68 años. El pontífice, sin embargo, se encontraba mal de salud y, según la revista La Repubblica, estaba acostumbrado a «una dieta rara». León XIII, tomaba para el desayuno «caldo y yemas de huevo con Marsala». En el almuerzo le servían «un ala de pollo» y en la cena siempre comía «media pechuga de pollo». En esta extraña dieta, su médico Giuseppe Lapponi, estaba convencido de que las dolencias del Papa podían aliviarse con el consumo de una «cerveza Pilsener sin filtrar elaborada en Praga», llamada en el Vaticano la “cerveza bendita”. No contento con esto, también hacía beber a León XIII «tres dosis de vino tónico Mariani», que contenía un11 por ciento de alcohol y 6,5 miligramos de cocaína. Todo esto no parece muy recomendable, pero sus resultados fueron (por gracia divina) que León XIII, reinó durante 25 años, conservando una excelente memoria y una vista perfecta, escribió 86 encíclicas y compuso oraciones y poemas latinos.
El Pontífice recordado por ser uno de los más longevos, viviendo hasta los 93 años, se reveló uno de los principales valedores de una bebida que podía contener en cada vaso de 35 a 70 miligramos de cocaína, el equivalente a una «raya» actual. Además de prestar su imagen para la etiqueta y varios carteles promocionales, León XIII concedió una medalla de oro al inventor, en reconocimiento a la capacidad de esa bebida para «apoyar el ascético retiro de Su Santidad».
En este sentido, el presidente de EE.UU. Ulises S. Grant bebía –por recomendación del escritor Mark Twain– una cucharadita de vino de coca con leche cada mañana para mantener a raya el cáncer de garganta que padeció en sus últimos años de vida. Pues, según Julio Verne, esa bebida «puede alargar la vida humana cien veces».
Hay que decir que en aquella época la cocaína (cuyas propiedades estimulantes se conocen hace siglos pero no así sus contraindicaciones) no tenía las connotaciones negativas que tiene hoy en día, y su consumo estaba bastante extendido. Incluso era recomendado por profesionales médicos y estaba bien visto.
Fuentes: Libero Quotidiano - Specola - Varios
viernes, 6 de mayo de 2022
LA TRADICIÓN SEGÚN LA FSSP Y LA FSSPX
La benevolencia mostrada por el Santo Padre a la Fraternidad San Pedro (FSSP), por el indulto concedido en relación a Traditionis custodes, ¿da la razón a quienes quisieron "mantener la Misa tradicional dentro del perímetro visible de la Iglesia"? ¿Y el hecho de que la Fraternidad San Pío X (FSSPX-HSSPX) siga celebrando esta Misa fuera de este "perímetro visible" constituye un cisma?
1. El sitio Claves.org es el órgano oficial de la Fraternidad San Pedro, el equivalente de La Porte Latine para el Distrito de Francia de la Fraternidad San Pío X. En la sección titulada "Teología", el Padre Louis-Marie de Blignières, de la Fraternidad San Vicente Ferrer, publicó recientemente una serie de "Entrevistas sobre el verano de 1988". La tercera entrevista, publicada en la página, el 28 de abril de 2022, se titula "¿Por qué no seguimos las consagraciones?"
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2. Toda la explicación del Padre dominico se basa en un solo presupuesto: seguir las consagraciones, es decir, aprobar el acto realizado por Monseñor Lefebvre el 30 de junio de 1988, equivaldría a no mantener la comunión jerárquica con la Santa Sede de Roma. Concedido esto, todo lo demás se sostiene.
Si las consagraciones episcopales del verano de 1988 representan un acto de carácter cismático, está claro que los sacerdotes y los fieles del movimiento conocido como "Ecclesia Dei" tienen razón.
Los otros aspectos del planteamiento que los condujo a intentar obtener de Roma un régimen favorable a la Tradición, sus intenciones personales, sus preocupaciones y sus dolores, son evidentemente secundarios y accidentales con respecto a este supuesto principal.
Y, desde luego, tampoco es sobre estos aspectos secundarios, sino más bien sobre este presupuesto principal, que se sustenta la evaluación crítica de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y la razón precisa de su profunda divergencia con dicho movimiento. Cualquier otra cosa sería solo un malentendido.
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3. El Padre de Blignières demuestra inmediatamente su premisa. "Lo que queríamos", escribe, "era claro y difícil: mantener la Misa tradicional dentro del perímetro visible de la Iglesia, para usar una expresión de Jean Madiran, es decir, en comunión jerárquica".
Todo sucedió entonces –al menos en la mente del Padre– como si, por sí solas, las consagraciones episcopales del 30 de junio de 1988 hubieran socavado esta comunión y excluido a Monseñor Lefebvre y a sus fieles del perímetro visible de la Iglesia.
Sin embargo, en el n° 1 del motu proprio Ecclesia Dei afflicta, por el que el Papa Juan Pablo II valora oficialmente el significado de estas consagraciones, estas últimas son presentadas por la Santa Sede como motivo de tristeza para la Iglesia, porque consagran el fracaso de todos los esfuerzos realizados hasta ahora por el Papa "para asegurar la plena comunión de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X con la Iglesia".
Por lo tanto, está claro que, según la opinión de Juan Pablo II, no fueron las consagraciones del 30 de junio de 1988 las que socavaron la comunión de la Fraternidad con la Iglesia. El problema de la "plena comunión" había surgido desde antes -"hasta ahora"- y no fueron las consagraciones realizadas por Monseñor Lefebvre las que suscitaron esta dificultad de larga data.
Los números siguientes, 3 y 4, establecen una distinción entre el alcance del acto consagratorio, tomado en sí mismo (en el n° 3) y las razones mucho más profundas que constituyen el origen de la disputa que opone a la Fraternidad y a la Santa Sede (en el n° 4). Porque, según dice este número 4, "la raíz de este acto cismático se puede individuar en una imperfecta y contradictoria noción de Tradición".
En ese verano del año de gracia de 1988, son, por tanto, dos concepciones opuestas de la Tradición –y por tanto del bien común de la Iglesia– las que se enfrentan.
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4. Todo depende, pues, no de las consagraciones, sino del Concilio Vaticano II, es decir, del ecumenismo, la colegialidad y la libertad religiosa. Monseñor Lefebvre lo explicó suficientemente, en muchas ocasiones y especialmente en la homilía del 30 de junio de 1988, donde ya respondía al reproche que le sería lanzado dos días después.
"Me parece oír, mis queridos hermanos, me parece oír las voces de todos estos Papas desde Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, diciéndonos: desde el Concilio, lo que hemos condenado es lo que ahora las autoridades romanas adoptan y profesan. ¿Cómo es posible esto?
"Hemos condenado el liberalismo, el comunismo, el socialismo, el modernismo, el sillonismo. Todos estos errores que hemos condenado resulta que ahora son profesados, adoptados, sostenidos por las autoridades de la Iglesia. ¿Es posible esto?"
La "noción contradictoria de la Tradición" es, por lo tanto, atribuible a la Roma actual, a esta llamada Roma "conciliar" por el hecho mismo de que se convirtió en la representante del Concilio Vaticano II, cuyas enseñanzas son contrarias a la Tradición de la Iglesia.
Y si esta noción "contradictoria" de la Tradición es la raíz profunda del cisma, este último está actualmente en Roma, en esa Roma de hoy que rompe con la Roma de siempre. El cisma no puede estar en Ecône, que se desmarca de esta Roma actual permaneciendo fiel a la Roma de siempre.
Juan Pablo II bien puede decir que "nadie puede permanecer fiel a la Tradición rompiendo el lazo eclesial con aquel a quien Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, confió el ministerio de la unidad en su Iglesia": este reproche fue lanzado contra Monseñor Lefebvre por el mismo que rompió primero el famoso lazo eclesial, al liberarse de las enseñanzas de sus predecesores.
¿Cómo podía Juan Pablo II pretender permanecer en comunión con los Papas León XIII, San Pío X, Pío XI y Pío XII realizando dos veces (1986 y 2002) la escandalosa ceremonia de Asís? El principio mismo de este enfoque ecuménico e interreligioso es condenado explícitamente por la encíclica Mortalium animos del 6 de enero de 1928, apenas sesenta años antes de las consagraciones de Ecône.
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5. Por tanto, es fácil disipar el otro aspecto de la culpa en la que aparentemente incurrió Monseñor Lefebvre. Se dice que su noción de la Tradición es "incompleta" porque no tiene suficientemente en cuenta "el carácter vivo de la Tradición". En realidad, esta Tradición viva no existe. Es una contradicción en los términos y es una de las invenciones del Concilio Vaticano II, rompiendo con todo el Magisterio anterior de la Iglesia.
El motu proprio cree poder justificar esta idea distorsionada de una Tradición viva apoyándose en el famoso n° 8 de la constitución Dei Verbum, que establece la confusión entre la Tradición, que es la transmisión de las verdades reveladas por Dios, realizada por la Magisterio, y la percepción de estas mismas verdades por parte de los fieles que las reciben de la predicación del Magisterio.
Una cosa es la transmisión, y otra la percepción de lo que se transmite. La percepción tiene lugar, y cada vez mejor; progresa, con eficacia y, sobre todo, gracias a la predicación del Papa y de los obispos.
Pero la transmisión no avanza en el sentido de que la Iglesia no posee todavía definitivamente la plenitud de la verdad. Con esta concepción evolutiva de la Tradición viva, el Concilio abrió la puerta a "la hermenéutica de la reforma", de la que Benedicto XVI se convirtió en teórico en su Discurso del 22 de diciembre de 2005 [1].
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6. Esta es la razón profunda por la que la Santa Sede condenó a Monseñor Lefebvre y su obra, y por la que el Padre de Blignières y sus discípulos se negaron a seguir las consagraciones: la definición de la Tradición y del Magisterio.
El n° 5 del motu proprio que fundó la Pontificia Comisión del mismo nombre declara que "las amplias y profundas enseñanzas del Concilio Vaticano II requieren un nuevo empeño de profundización, en el que se clarifique plenamente la continuidad del Concilio con la Tradición, sobre todo en los puntos doctrinales que, quizá por su novedad, aún no han sido bien comprendidos por algunos sectores de la Iglesia".
Por tanto, es la idea de Tradición viva, aplicada en Vaticano II, en todas sus consecuencias, la que impide "seguir las consagraciones" y la que exige la adhesión de los fieles y de los sacerdotes en cuyo beneficio el Papa instituye esta nueva Comisión.
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7. Esta idea conciliar y modernista de la Tradición viva es la causa fundamental de la división que aún se vive entre los católicos de la Tradición. Y, en definitiva, la verdadera razón por la cual el Padre de Blignières y sus amigos no quisieron seguir las consagraciones, es que no comprendieron toda la nocividad de este nuevo concepto, y prefirieron "mantener la Misa tradicional" dentro del perímetro visible de una obediencia muy mal entendida.
Padre Jean-Michel Gleize
El Padre Jean-Michel Gleize es profesor de apologética, eclesiología y dogma en el seminario San Pío X de Ecône. Es el principal colaborador del Courrier de Rome. Participó en las discusiones doctrinales entre Roma y la FSSPX entre 2009 y 2011.
[1] Cf. el artículo "Magisterio o Tradición Viva" del Courrier de Rome de febrero de 2012.
Fuente: La Porte Latine - FSSPX.Actualités
viernes, 29 de abril de 2022
LOS DEICIDAS
«Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: “Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de vosotros”. Y TODO el pueblo respondió: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”». (San Mateo, XXVII: 24-25)
martes, 26 de abril de 2022
Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano
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26 de abril
A poca distancia de Roma se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Buen Consejo, imagen que en el siglo XV se trasladó allí milagrosamente desde Scútari, Albania, huyendo de la invasión turca y en respuesta a una fervorosa oración de dos piadosos albaneses
La ciudad de Genazzano (60 km al sur de Roma), remonta al tiempo del Imperio romano. En ella los patricios y la corte imperial establecieron sus mansiones o “villas” junto a templos, anfiteatros, circos y termas, cuyas ruinas atestiguan hasta hoy su antiguo fausto. Este lugar era escenario de fiestas en honra de los dioses, algunas de las cuales eran mero pretexto para orgías paganas. Una de esas celebraciones se realizaba el día 25 de abril, en honor de la diosa Flora.
Después que Constantino el Grande diera libertad a la Iglesia, bajo el pontificado del Papa San Silvestre (336) desaparecieron en Genazzano todos los trazos de paganismo en las costumbres, y se edificó allí una primera iglesia dedicada a María Santísima, bajo la tierna invocación de Madre del Buen Consejo. Posteriormente los Agustinos levantaron en un extremo de la ciudad un modesto convento.
Con el paso de los siglos la importancia de ese primitivo templo fue decayendo, hasta que, ya bastante deteriorado, de su antigua preeminencia sólo le restaban el nombre, un bonito bajorrelieve en mármol representando a la Virgen Madre del Buen Consejo, y el privilegio de ser punto de afluencia de peregrinos que venían a pedir gracias, que María Santísima continuaba prodigándoles maternalmente.
A mediados del siglo XIV, se confió el cuidado del antiguo templo a la Orden de los Eremitas de San Agustín, a fin de asegurar la asistencia pastoral a los fieles y la conservación del venerable edificio. El trabajo de los frailes produjo una notable elevación moral y religiosa de toda la ciudad, y muchos fieles de ambos sexos ingresaron en la Orden Tercera de San Agustín.
No obstante, las dificultades financieras seguían impidiendo la tan urgente y ansiada reforma del templo de la Madre del Buen Consejo.
Un alma piadosa prepara el camino a esta nueva devoción
Pero esta gran Señora tenía prevista para esa dificultad extrema una solución providencial y maravillosa, que los hombres eran incapaces de imaginar. Ella quiso valerse de una simple terciaria agustina para realizar un prodigio único en la Historia de la Iglesia, que traería como consecuencia no sólo la restauración del templo, sino un nuevo e incomparable esplendor de aquel recinto sagrado.
Petruccia de Nocera, viuda desde 1436 y sin hijos, dedicaba la mayor parte de su tiempo a la oración y a ejecutar pequeños servicios en la iglesia de la Madonna del Buen Consejo. Le dolía ver el estado del templo, y rezaba con fervor para que pudiese ser restaurado. Por fin, decidió asumir ella misma la iniciativa. Con licencia de los frailes, entregó todo su patrimonio para el costeo de las obras de restauración y ordenó iniciarlas, contando con la ulterior ayuda de los fieles para llevarlas a buen término.
El plan había sido bien estudiado, se ampliarían todas las dimensiones de la vieja iglesia, reedificando su estructura. Pero a la mitad de las obras, Petruccia, que ya contaba 80 años de edad, constató que el monto que había ofrecido no alcanzaba para continuar los trabajos, y que nadie se había presentado para auxiliarla. Así, al momento de agotarse sus recursos las nuevas paredes se elevaban irónicamente a poco más de un metro del suelo... Entonces, algunos conocidos de la pobre terciaria comenzaron a enrostrarle la imprudencia que había cometido; otros se burlaban de ella, y hasta hubo quienes la reprendiesen severamente en público. A todos ella se contentaba en decirles: “No deis, hijos míos, tanta importancia a esta infelicidad aparente, pues os aseguro que antes de mi muerte la Santísima Virgen y nuestro Santo Padre Agustín terminarán la iglesia comenzada por mí”.
Nadie podía imaginar entonces hasta qué punto ese anuncio de Petruccia era profético.
La Santísima Virgen tomó posesión de la iglesia
La Santa Iglesia había cambiado el contenido del festejo realizado en Genazzano el 25 de abril. El pueblo que en tiempos de paganismo se reunía para entregarse al desenfreno, ya convertido pasó a festejar en la misma fecha al patrono de la ciudad, San Marcos. En la mañana de ese día, en la Iglesia de la Madre del Buen Consejo comenzaban las celebraciones con una Misa solemne, en presencia de las autoridades eclesiásticas y civiles e incontables fieles venidos de toda la región del Lacio. Había después una gran feria montada en la Plaza frente al templo, llena de pintorescas barracas de toda clase de productos, y se armaban estrados de diversiones para entretener sanamente al gentío durante el resto del día.
Dios premió el acto de confianza
De Scutari a Genazzano
Caminaban sobre las olas como lo hiciera el Divino Maestro
Nunca más los dos albaneses perdieron de vista la Imagen
domingo, 17 de abril de 2022
SANTA PASCUA 2022 - DISCURSO DE PIO IX
En este momento histórico, que nos ve a todos marcados por duras pruebas, ¡nuestra única ayuda está en el Señor Resucitado!
SANTA Y FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN
Laudáte Dóminum, omnes gentes : et collaudáte eum, omnes pópuli.
Quóniam confirmáta est super nos misericórdia eius : et véritas Dómini manet in ætérnum.
Alabad al Señor todas las naciones, alabadlo todos los pueblos.
Porque su misericordia sobre nosotros dura por siempre, y la verdad del Señor permanece para siempre.
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Discurso de Pío IX para el Domingo de Resurrección
El 27 de marzo, coincidiendo con el Sábado Santo, el Sumo Pontífice recibió en audiencia a numerosos extranjeros, entre ellos no pocos protestantes. El Santo Padre les dirigió el siguiente discurso:
Antes de separarnos, hijos míos, quiero deciros una palabra, que quedará como recuerdo de la peregrinación que habéis hecho a Roma, para recibir la bendición de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo.
¿Qué os puedo decir, hijos míos? Sólo una cosa, lo que la Iglesia nos dice hoy: Cristo ha resucitado.
La resurrección es la prueba más grande, más evidente, más gloriosa de la divinidad de la Iglesia Católica, y esta prueba constituye nuestra confianza y nuestra fuerza. Si Jesucristo no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana e infructuosa: pero gracias a Dios, Jesucristo ha resucitado.
Ahora está en el cielo rodeado de millones de ángeles y santos, de mártires que le presentan sus triunfos, de confesores que le ofrecen sus penitencias, de vírgenes que finalmente depositan sus coronas a sus pies. Y en las alturas del cielo se acuerda de los nombres de todos los que estáis aquí, los nombres de los que vivieron y los nombres de los que nacerán. Los mira, los presenta a su Padre, defiende la causa de tantos pecadores, porque, oh hijos míos, todos somos pecadores y todos necesitamos un abogado ante el Padre Eterno, un abogado como Nuestro Señor Jesucristo, que él nos llama y nos espera en el cielo. Allí no habrá más dolores, ni dolores, ni lágrimas, sino paz, alegría, felicidad eterna: allí seremos todos benditos en Jesús y por Jesús.
Pero para obtener esta gracia suprema, ¡ah! hijos míos, tenéis que merecerlo. Todos somos cristianos, pero bueno, muchas veces no vivimos como cristianos. En efecto, muchos, entre los que se llaman católicos, no viven ni como cristianos ni como católicos, cuando se alejan del espíritu de la Iglesia, cuando no respetan a sus ministros y descuidan sus sacramentos.
A usted, señor, ya que veo muchas mujeres aquí, le diré que ore: que desde entonces, usted fue elegido para dar fe de la resurrección de Nuestro Señor. Fuiste el primero en visitar la tumba; tú fuiste el primero en llevar aromas a la tumba de Jesucristo. Ha resucitado, y tú fuiste el primero en difundir la noticia. Vosotras, mujeres, tenéis la tarea más hermosa, la de llevar aromas a Jesucristo. ¿Y cuáles son estos aromas? son buenas obras, buenas oraciones. ¿Qué serías sin buenas obras y oraciones? La gracia es engañosa, la belleza es vana, y solo la mujer que teme a Dios vive eternamente. Trabaja duro, por lo tanto, para aumentar tus méritos. Deja que Dios mire tu vida: y al llegar la muerte, Dios te extenderá sus brazos y te transportará a su paraíso, cerca de Nuestro Señor Jesucristo.
A los hombres que me escuchen les diré: sean cristianos, vivan como cristianos, para que su alma pueda alabar y bendecir a Dios por toda la eternidad. Oren, oren; Rezo con vosotros, y doy mi bendición a todos: la doy a vuestras familias, a vuestros amigos, a toda la sociedad. ¡Ay! oremos juntos, oremos por la sociedad humana tan agitada y estremecida, que busca la paz y no la encuentra, ni la puede encontrar sino en el seno de Dios, esta sociedad atribulada necesita oraciones, y a ella, como a vosotros os imparto mi bendición en el nombre de Dios por el tiempo y por la eternidad.
Una correspondencia, aludiendo a este discurso, decía que «no sólo los católicos, sino los mismos protestantes quedaron profundamente conmovidos.
Fuente: La Palabra de Pío IX, es decir, una colección de discursos y dichos de Su Santidad desde el inicio de su pontificado hasta nuestros días para la Soc. Antonio Marcone , Segunda Serie, Génova, Dirección de las Letras Católicas, 1871, pp. 116-118.