domingo, 10 de febrero de 2019

Los límites del neocón


Como es sabido, el cardenal Müller acaba de publicar un Manifiesto de Fe, dejando en claro ortodoxamente muchas cuestiones catequéticas que no son recordadas casi nunca en Roma (una sola Iglesia, juicio particular, infierno, Dios trino, etc.).

Loable haberlo hecho, y hacerlo para contrarrestar la blasfemia bergogliana en tierras musulmanas donde firmó la famosa declaración en las que puede leerse que Dios quiere la diversidad de religión.

Es que ya si no saltaba alguien con esta bazofia habría que dudar si en la curia y adyacencias no estarían todos muertos o afásicos al menos.

Sin embargo quien pretenda ver en Müller un tradicionalista espada en mano se va a decepcionar.

Porque no hay cuestión  de diferencia de sustancias sino de grados. Tanto Müller como Francisco quieren el concilio vaticano II, el ecumenismo, la misa nueva, etc. Hasta un grado uno, hasta otro grado el otro.

Y Francisco, cuando se pasa de la raya, muy seguido, provoca la reacción de los conservadores. Los tradicionalistas saben dónde está el problema, y su raíz.

Recordemos. En el Año 2016 siendo Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Müller dijo que esperaba que la FSSPX, que se opuso siempre a las declaraciones del concilio Vaticano II sobre libertad religiosa y ecumenismo, “reconozca sin reservas” la libertad de religión como derecho humano, y una obligación para el ecumenismo (?).

Por otra parte, en una entrevista de la edición de junio de la publicación alemana Herder Korrespondenz, dijo que si uno “quiere ser plenamente católico, debe reconocer al Papa y al Concilio Vaticano II (!).”

Y añadió –válgame Dios!- que la aceptación del Vaticano II es tan esencial como aceptar la Resurrección...

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