LA DISCUSIÓN SOBRE EL ABORTO ES ALGO EN LO QUE NO CREEMOS.
Y LO QUE CREEMOS NO ESTÁ SUJETO A DISCUSIÓN ALGUNA.
POR ANTONIO CAPONNETTO
Hace dos años nos tocó vivir una circunstancia parecida a la presente. Nuestra sociedad dividida protagonizando una pulseada tenebrosa. O gana el voto a favor de la legalización del aborto. O pierde. Todo se dirime por mayoría simple, en el Congreso. La vida humana inocente tampoco es una excepción a la endemoniada regla. ¡La perversión democrática llevada a la plenitud! Basta el voto mugriento de un senador o el cambio de opinión comprado de un diputado, para que llore un ángel y se ría un demonio.
Los que somos viejos –o los que son sensatos- ya sabemos que no debemos estar pendientes de esta farsa lúgubre y macabra. Pero nos duele ver a tanta gente joven y a tantas personas de bien, pendientes del debate legislativo, del sufragio posterior, del recuento de dígitos en el Congreso. Rezando incluso para “no perder”, como si fueran derrotas o victorias trascendentes las que pudieran emerger de esa cueva de ladrones y de asesinos, o en el mejor de los casos de mentirosos de la peor ralea. Nos duele el alma ver a la juventud más limpia de la patria pendiente de la ruleta circense endemoniada, con la que tiran a cara o ceca el fusilamiento de una creatura.
Importa muy poco quienes hagan las leyes inicuas de los pueblos. La Ley de Dios es indebatible e irrefragable. Importa muy poco incluso que pudiera imponerse la opinión desfavorable a la despenalización del aborto. No será esa victoria pírrica, democratista, y aritmética la que necesitemos para saber que nunca es lícito segar la vida de quien no tiene culpa alguna. Importa nada, en rigor, asistir al espectáculo degradante de quienes llaman “fenómeno” al ser creatural hecho a imagen y a semejanza del Creador, en pugna con aquellos, cuyos argumentos más osados no llegan nunca a recordar que existe el Infierno para los conculcadores del Decálogo y la excomunión latae sententiae para los bautizados que de modo tan aberrante incumplen con sus deberes . Es un debate entre los políticamente correctos.
A esas mujeres y varones benévolos de esta tierra, tensos y preocupados, inquietos o expectantes por lo que pudiera surgir del maldito recinto legiferante, les queremos recordar, acompañándolos espiritual y orantemente, con todas nuestras fuerzas, lo que decíamos ayer, apenas dos años atrás.
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