lunes, 1 de junio de 2020

Monseñor Viganò continúa señalando las causas conciliares de la crisis

Con motivo de la pandemia de coronavirus, Monseñor Carlo Maria Viganò, exnuncio apostólico en los Estados Unidos, ha concedido varias entrevistas durante las cuales no ha dudado en cuestionar los errores conciliares, como lo ha hecho valientemente desde hace varios meses. En vez de contentarse con señalar los efectos dramáticos, el prelado romano se remonta a las causas y denuncia el ecumenismo, la nueva liturgia, la apertura al mundo y la colegialidad episcopal.


 El ecumenismo no agrada a Dios

El 7 de abril de 2020, respondiendo a las preguntas del vaticanista Aldo Maria Valli, Monseñor Viganò denunció el ecumenismo promovido por el Concilio Vaticano II: "Si esta irreverencia [cuando el Papa declaró considerar una "tontería" el título de María Corredentora, el 12 de diciembre de 2019] surge del deseo de complacer a los herejes, es una circunstancia agravante, no una excusa; yo diría incluso que el hecho de que el ecumenismo implique deshonrar a la Virgen y silenciar las verdades católicas para complacer a los que están en el error, nos proporciona una evidencia más de que el ecumenismo no agrada a Dios.

"Hay otro aspecto que me gustaría enfatizar: la negación de dogmas y verdades teológicas, incluso aquellos que no han sido definidos solemnemente, implica una consecuencia extremadamente destructiva, porque la Verdad, que es Dios mismo, no puede tener partes que pueden ser sacrificadas. Si se toca un dogma aparentemente marginal en comparación con los dogmas trinitarios o cristológicos, se toca todo el edificio doctrinal. Y permítanme recordarles que, además de los horrores del mestizaje mariano [el 12 de diciembre, el Papa también declaró que considera a la Virgen María como una "mestiza"], también escuchamos conceptos erróneos sobre la divinidad misma de Cristo, subrepticiamente insinuados por las entrevistas concedidas a un periódico notoriamente anticatólico [a Eugenio Scalfari, fundador de La Repubblica].

"En cuanto a la maldita Pachamama, es evidente que se está llevando a cabo una sustitución progresiva de la Madre de Dios por la Madre Tierra, en señal de respeto a la religión globalista y ecológica. Que tengan mucho cuidado cuando se burlan de la Virgen: las ofensas que Nuestro Señor perdona cuando son dirigidas a Él, no las perdona cuando se dirigen a Su Santísima Madre".

En la misma entrevista, Monseñor Viganò denunció la nueva liturgia y la comunión en la mano: "También debemos entender que la privación de los sacramentos y de la misa en todo el mundo es un castigo adicional debido a nuestra infidelidad, por los sacrilegios que se practican diariamente en nuestras iglesias, por la indiferencia de tantos ministros de Dios, por la profanación resultante de la comunión en la mano, por la falta de cuidado en las celebraciones. La voz serena y pura de la liturgia ha sido reemplazada por un clamor vulgar y profano: ¿cómo podemos esperar que nuestra oración sea agradable al Cielo?"

El tercer secreto de Fátima concierne a la apostasía de los hombres de la Iglesia

El 21 de abril, Monseñor Viganò concedió una entrevista al sitio portugués Dies Iræ donde habló del tercer secreto de Fátima relacionándolo con el Concilio Vaticano II: "Aquellos que leyeron el tercer secreto han declarado claramente que su contenido se refiere a la apostasía de los hombres de la Iglesia, que comenzó precisamente a principios de los años sesenta y que ha alcanzado una etapa tan evidente hoy en día que puede ser reconocida incluso por los observadores laicos. Esta insistencia casi obsesiva en temas que la Iglesia siempre ha condenado, como el relativismo y el indiferentismo religioso, el falso ecumenismo, el ecologismo maltusiano, la homo-herejía y la inmigración, ha encontrado en la Declaración de Abu Dabi el cumplimiento de un plan ideado por sectas secretas hace más de dos siglos".

Cuando se le preguntó sobre la reciente creación de una comisión para estudiar la cuestión del diaconado femenino, Monseñor Viganò respondió: "El Orden Sagrado no puede ni podrá ser modificado jamás en su esencia. Los ataques contra el sacerdocio siempre han estado en el centro de la acción de los herejes y su inspiración, y es comprensible que esto sea así: llegar hasta el sacerdocio significa destruir la Santa Misa y la Sagrada Eucaristía, así como todo el edificio sacramental. Entre los enemigos jurados del Orden Sagrado, los modernistas, por supuesto, no se han quedado atrás, pues desde el siglo XIX, han teorizado una Iglesia sin sacerdotes, o con sacerdotes y sacerdotisas. Estas ilusiones, anticipadas por ciertos representantes del modernismo en Francia, surgieron sutilmente en el Concilio, en un intento por insinuar que existe una cierta equivalencia entre el sacerdocio ministerial, resultante del Orden Sagrado, y el sacerdocio común de los fieles, resultante del bautismo Es significativo que, precisamente al aprovecharse de este malentendido, la reforma de la liturgia también se vio afectada por el error doctrinal de Lumen Gentium, reduciendo al ministro ordenado a ser únicamente el presidente de una asamblea. Por el contrario, el sacerdote es un alter Christus, no por designación popular, sino por configuración ontológica al Sumo Sacerdote, Jesucristo, a quien debe imitar por la santidad de su vida y la devoción absoluta, también representada por el celibato".

Asimismo, denunció un oportunismo autodenominado pastoral: "este [nuevo] enfoque de los dogmas de la Iglesia confirma un hecho innegable: el Papa Bergoglio ha adoptado la llamada teología situacional, según la cual los lugares teológicos son hechos o materias accidentales: el mundo, la naturaleza, la figura femenina, los jóvenes... Esta teología no se basa en la verdad inmutable y eterna de Dios, sino que, por el contrario, parte de la conciencia de una urgencia apremiante de los fenómenos [de la sociedad] para ofrecer respuestas que cumplan con las expectativas del mundo contemporáneo".

Además, el exnuncio apostólico denunció la alineación de la Iglesia con el globalismo contemporáneo, gracias a la apertura al mundo moderno defendida por Vaticano II. Monseñor Viganò considera, por tanto, que la Iglesia actual "se constituye como el brazo espiritual del nuevo Orden Mundial y la defensora de la Religión Universal. En este sentido, la revolución conciliar tuvo que demoler primero la herencia de la Iglesia, su Tradición milenaria, de la cual extrajo su propia vitalidad y su autoridad como Cuerpo Místico de Cristo, para luego deshacerse de los representantes de la antigua jerarquía, y solo recientemente ha comenzado a presentarse, sin pretensiones, tal y como aspira a ser".

A la pregunta: "¿Qué puntos del Concilio Vaticano II cuestionaría?" Monseñor Viganò respondió invitando a olvidar por completo el Concilio: "Creo que no han faltado las personalidades eminentes que han mostrado los puntos problemáticos del Concilio mejor que yo. Algunos creen que sería menos complicado, y ciertamente más inteligente, seguir la práctica de la Iglesia y de los Papas tal como se aplicaba con el Sínodo de Pistoia: incluso allí, había algo bueno, pero los errores que afirmaba eran considerados suficientes para dejarlo en el olvido". - Sin embargo, recordemos que el sínodo diocesano de Pistoia (1786) donde se desarrollaron las tesis jansenistas y josefinas, fue objeto de una condena precisa y argumentada por parte del papa Pío VI en la bula Auctorem Fidei del 28 de agosto de 1794.

En la parte final de la entrevista, el prelado romano ofrece las razones y los medios para mantener la esperanza: "La Iglesia brillará nuevamente con la gloria de su Señor después de este terrible y muy largo Triduo Pascual. Sin embargo, aunque la oración es ciertamente esencial, no debemos abstenernos de pelear el buen combate, convirtiéndonos en testigos de una valiente militancia bajo la bandera de la Cruz de Cristo. (...) ¡No nos dejemos intimidar! ¡No permitamos que la mordaza de la tolerancia silencie a aquellos que quieren proclamar la Verdad! Pidámosle a la Virgen María que nuestra lengua proclame valientemente el Reino de Dios y su justicia".

La colegialidad disuelve la autoridad de los obispos

El 29 de abril, Monseñor Viganò concedió una entrevista al vaticanista Marco Tosatti, en la que denunció la colegialidad responsable del silencio de muchos obispos cuya autoridad sobre sus respectivas diócesis se disuelve dentro de la Conferencia Episcopal de Italia (CEI):

Pregunta: Muchos fieles y sacerdotes se sienten abandonados y muy poco protegidos por la Conferencia Episcopal y los obispos [ante la prohibición gubernamental de las misas públicas].

Respuesta: "Es necesario precisar, para evitar cualquier malentendido, que la Conferencia Episcopal de Italia no tiene autoridad sobre los obispos, quienes tienen plena jurisdicción en su propia diócesis, en unión con la Sede Apostólica. Y esto es especialmente importante, ahora que hemos entendido hasta qué grado es complaciente la CEI, incluso subordinándose al gobierno italiano.

"Los obispos no deben esperar a que un organismo sin jurisdicción les diga qué hacer: depende de ellos decidir cómo comportarse, con prudencia y sabiduría, para garantizar a los fieles los sacramentos y la celebración de las misas. Y pueden hacerlo sin tener que pedir la autorización de la CEI y menos aún del Estado, cuya autoridad se extiende hasta la puerta de nuestras iglesias, pero debe detenerse allí.

"Es increíble que la Conferencia Episcopal de Italia continúe tolerando tales abusos, que infringen el derecho divino de la Iglesia, al violar una ley del Estado y sentar un precedente muy serio. También creo que el comunicado de prensa publicado el domingo pasado [26 de abril] constituye una prueba de la aprobación de la cumbre del episcopado, no solo de los medios sino también de los fines que propone este gobierno.

"El silencio servil de la CEI, y de casi todos los Ordinarios, pone de manifiesto una situación de subordinación al Estado sin precedentes; esta situación ha sido percibida correctamente por los fieles y los sacerdotes como una especie de abandono a su suerte: se manifiesta de manera emblemática a través de los casos de incursiones escandalosas de la policía en las iglesias, durante la celebración de la misa, con una arrogancia sacrílega que debería haber provocado una protesta inmediata y muy firme por parte de la Secretaría de Estado. El embajador de Italia ante la Santa Sede debería haber sido convocado, para presentarle una nota de fuerte protesta por la violación del Concordato por parte del gobierno, reservándose el derecho de recordar al nuncio apostólico en Italia, en caso de que la medida ilegítima no se retirara".

Monseñor Viganò aprovechó para dirigirse a sus hermanos directamente en el episcopado: "¡No permitan que la libertad de la Iglesia se vea obstaculizada con el pretexto de una supuesta epidemia! [La afirmación de una "supuesta epidemia" compromete solo a su autor. Nota del editor] ¡No lo permitan ni por parte del Estado, ni en nombre de la CEI! El Señor les pedirá que rindan cuentas de las almas que murieron sin los sacramentos, de los pecadores que no pudieron reconciliarse con Él, por haber prohibido a los fieles, por primera vez en la historia desde el edicto de Constantino, celebrar dignamente la santa fiesta de la Pascua. Sus sacerdotes no son testigos pusilánimes sino heroicos, y sufren las órdenes arbitrarias que les dan. Sus fieles les suplican: ¡no hagan oídos sordos a su clamor!"

Pregunta: Estas son palabras que parecen invitar a la desobediencia hacia la autoridad eclesiástica, incluso a la desobediencia a las autoridades civiles.

Respuesta: "La obediencia está ordenada a la Verdad y al Bien, de lo contrario es servilismo. Hemos llegado a un debilitamiento tal de las conciencias que ya no nos damos cuenta de lo que significa "dar testimonio de la Verdad": ¿cree usted que Nuestro Señor nos juzgará por haber sido obedientes a César, cuando eso significa desobedecer a Dios? ¿No está obligado el cristiano a la objeción de conciencia, incluso en el trabajo, cuando lo que se le pide viola la ley divina? Si nuestra fe se basara solo en la obediencia, los mártires ni siquiera habrían tenido que enfrentar los tormentos a los que la ley civil los condenó: habría sido suficiente obedecer y quemar un grano de incienso frente a la estatua del emperador".

Ante la acusación de "división", Monseñor Viganò respondió: "La unidad en la fe y la caridad se basa en la salvación de las almas, y no en su detrimento: ni las "entrevistas" de la CEI, ni las sonrientes reuniones papales con el Primer Ministro, a quien se le ha ofrecido una colaboración indulgente, revelando complicidad, son suficientes. Proclamar la verdad es necesariamente "divisivo", porque la verdad se opone al error, así como la luz se opone a la oscuridad. Así lo dijo el Señor: "¿Pensáis que he venido a traer la paz a la tierra? Os digo que no, sino la disensión" (Lc 12, 51).

Fuentes: A.M. Valli/Dies Iræ/M. Tosatti/DICI – trad. à partir de benoitetmoi et de J. Smits – FSSPX.Actualités - 30/05/2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se invita a los lectores a dejar comentarios respetuosos y con nombre o seudónimo.