sábado, 31 de agosto de 2019

Santo Dominguito del Val (31 de agosto)

(Repost)

“El que derrama la sangre de los no-Judíos
ofrece un sacrificio agradable a Dios”
(El Talmud)

Entre las muchas tragedias que la perfidia de los judíos ha ejecutado en diferentes tiempos con los párvulos cristianos es digna de eterna memoria la que practicaron en la capital de la provincia de Aragón con Santo Domingo del Val, o Santo Dominguito, cuyo nombre indica la tierna edad en que se hallaba cuando fue martirizado.


A continuación, para conocer la historia de este Santo niño y la fe que ha despertado tan espantoso suceso, dejamos al lector un extracto del Panegírico que se escribió en su festividad de 1806:

En el año 1243 lo vio nacer esta Ciudad (Zaragoza) de una familia antiquísima, y que ocupa lugar muy distinguido en nuestras Historias; que nació con señales prodigiosísimas, es a saber, sellado con una Cruz sobre la espalda derecha, y Corona sobre su cabeza, prendas indudables, aquella del amor, esta otra del poder divino.

Fueron sus Padres Sancho de Val, conocido por su calidad de Notario del Número y Secretario de este Ilustrísimo Cabildo, e Isabel, sin duda de igual nobleza, pero de incierto apellido; que a impulsos de su devoción fervorosísima, apenas lo permitió su edad, lo consagraron, como a otro Samuel, al culto del Altísimo entre los Seises o Infantillos del Templo.

Pasaba los días enteros el niño Domingo embelesado en el servicio de los Altares y en cantar las alabanzas de Dios y de su Madre; y no contento con ésto, como no sabiendo ni queriendo ocuparse en otra cosa, las acostumbraba cantar aun por las calles, hasta que en odio de su virtud y del divino Autor que se la inspiraba, en la tierna edad de siete años lo crucificaron los Judíos.

Son cuasi las únicas noticias que nos han quedado de su vida. Pocas a la verdad, pero auténticas, pero irrefragables; no conservadas como quiera por alguna tradición vulgar, o escritores adocenados y muy posteriores a los sucesos; sino por códices antiquísimos, por autores ya propios, ya extraños, gravísimos, sapientísimos; y sobre todo por las Actas de su Martirio, obra coetánea, escrita (según todas las señas) por el grande Arnaldo de Peralta, dignísimo Prelado de esta Santa Iglesia, que atestigua en ella lo mismo que vieron sus ojos, lo que oyeron sus oídos, lo que tocaron sus manos y cuyo testimonio sólo haría por consiguiente, según las reglas de la más sana crítica, indudable toda su narración. Pocas noticias, vuelvo a decir, pero enfáticas, misteriosas sobradísimas para mi intento.

Porque fue Niño, y muy Niño, y siempre Niño; y al mismo tiempo Santo, y muy Santo, y siempre Santo, ¿cómo podía dejar de ser el objeto más tierno de los cariños de Dios?

El amor del Padre celestial empeña todo su poder infinito para hacer de este tierno Niño una imagen suya perfectísima, fortaleciéndolo de tal manera con su gracia, que aquellos miembros de leche, a pesar de su delicadeza, sufriesen con ánimo invencible toda la amargura del cáliz de su Pasión.

Ya los sucesores de aquellos que crucificaron a Jesucristo, y que abundaban demasiado en Zaragoza por entonces, se arman para su ruina. Ya celebran sus nocturnos conciliábulos en su Judería, es decir, en los barrios destinados para su habitación, que ocupaban esa parte de Ciudad. Ya se resuelve, que cualquiera que presente un Niño Cristiano para crucificarlo en odio de Jesucristo, quede libre de pechas y tributos.

¡Pobre Dominguito! Tú vives tranquilo; tú descansas en el seno de tu inocencia, ignorante de la tempestad, que se forma sobre tu cabeza, y de que esa misma inocencia te hace el blanco de las iras infernales. Sólo falta un nuevo Judas que te venda; pero no faltará mucho tiempo. Ya se presenta. Aun tu Padre celestial parece que te abandona ya en manos de tus enemigos. ¡Ay! Que me parece que oigo ya resonar en mis oídos su misma voz, y que les repite aquellas palabras: Hœc est hora vestra, et potestas tenebrarum. Yo os lo permito: haced de él cuanto queráis; azotad, descoyuntad, crucificad, alancead, bebed su sangre; saciad en él vuestra cólera; que yo también por estos mismos medios, a despecho vuestro, saciaré mi amor y glorificaré en él hasta lo sumo mi poder infinito. Con que ya está todo prevenido para el sacrificio. Calle de Villalobos, tú eres la destinada.

Después de haber cantado, cual divino cisne próximo a su muerte, las alabanzas de su Madre, asistiendo al anochecer a la Salve en este Santo Templo; se retiraba prosiguiendo en ellas hacia su casa paterna, que según se discurre estaba en la Calle de la Cadena, no lejos del Arco de Lanao, cuando he aquí que de repente lo asalta el Judío Albayuceto, que acechaba el lance; lo prende, lo ata, lo presenta a la Asamblea de su pérfida Nación.

Vierais allí reunida la quinta esencia del odio de Anás, y de Caifás, y de Herodes, y de los Escribas y Fariseos, y de cuantos aborrecieron a Cristo, en aquellos sus infames herederos, mas obstinados en la pasión, más envejecidos en la crueldad. Al punto se le sentencia a muerte cruelísima; al punto se comienza la horrible ejecución.

Figuraos un tierno corderillo, separado del pastor y del rebaño, envestido de una tropa de lobos carniceros; y habréis formado la idea de Dominguito en medio de aquellos verdugos sanguinarios. Todos parece que quieren devorarlo a porfía. ¡Qué turbión tan desecho de injurias, de maldiciones, de puñadas, de empellones, de puntapiés, de golpes, de bofetadas, de azotes, veo descargar tumultuariamente sobre su tierno cuerpecito! No consta, es verdad, de sus Actas; pero lo refieren Autores graves, y las circunstancias conspiran todas a hacerlo muy verosímil. Lo que consta con evidencia es que, barrenando la pared, para que sirviese de Cruz, lo fijaron en ella, taladrando sus manos delicadas y pies inocentísimos, y dejándolo allí pendiente de tres clavos. ¡Qué martirio! ¡Qué tormentos tan superiores a su edad!

En vano, para ocultar su maldad, truncan los judíos las manos y cabeza, y arrojándolas en un pozo (pozo que existe todavía, y cuyas aguas son la más saludable piscina para sus devotos) entierran furtivamente lo restante en esas riberas del Ebro. Celestiales resplandores descubren uno y otro; descubierto, se deposita en San Gil, a donde concurren para trasladarlo en Procesión solemnísima Clero y Pueblo; que quedan fuera de sí , al ver que tantos días después de martirizado y descuartizado se levanta y sale el divino Niño por sí mismo a recibir a su Prelado. Se conmueve la Ciudad entera con tamañas maravillas; Albayuceto convertido por ellas a nuestra Fe.


Pese a los intentos hebreos por esconder la verdad, muchos otros han sido los casos que se han registrado a lo largo de la historia y que incluso han quedado grabados en las Actas de Martirio y el Martirologio Romano.

La devoción a estos Santos, que murieron por odio a la fe, se extendió a toda la Iglesia y se celebró en todos los rincones del orbe cristiano, miles de devotos celebraron sus fiestas.

Sin embargo, en la actualidad, las generaciones modernas los desconocen por completo; en parte, el mérito se lo lleva el funesto Concilio Vaticano II, que suprimió el culto de todas las víctimas de los judíos que fueron elevados a los altares.

Estos son los casos de Santo Dominguito, el Santo Niño de la Guardia, San Simón de Trento, y muchos otros Santos y Mártires.

Esta lista de Santos descanonizados se conoce como los treinta y tres Santos legendarios medievales.

En cuanto a los judíos, no escatimaron sus esfuerzos para desacreditar las historias de nuestros pequeños mártires, y acusaron de antisemitas tales devociones. Incluso en la actualidad, se conocen tales acusaciones como “leyenda de libelo de sangre”; invocando de esta manera la lástima que ha de sentir el mundo sobre la perseguida raza.

Esta pretendida inocencia se ve afectada por tantos autores que han estudiado minuciosamente el Talmud (libro de los dogmas y la moral de los judíos) y han demostrado que, en numerosas citas, este libro promueve el odio a Nuestro Señor, su Santa Madre y todos sus seguidores. Y no ha de sorprender que este mismo odio que adoctrina a los hijos de Israel, sea el que motivó a los asesinos del pequeño Dominguito.


Según conocemos, los judíos que había en Zaragoza tenían concertado exonerar de los tributos, de las contribuciones y de las imposiciones a cualquiera de su secta que robase algún párvulo cristiano y se lo entregase para darle muerte.

Quiso disfrutar este indulto cierto hebreo llamado Mosen Albaizeto, fiel imitador del inicuo traidor Judas, y hurtando secretamente al niño Domingo lo entregó a los infames judíos.

Según la doctrina judía, Jesús de Nazaret no es Dios, sino una criatura, un hombre. Queda, por tanto claro que, a los ojos de un judío, los cristianos son paganos o idólatras. R. V. Pranaitis “El Talmud desenmascarado”.

El Talmud ordena que a los cristianos se les debe matar sin misericordia.En el Aboda Zarah (26b), dice así: “A los herejes, traidores y apóstatas se los debe arrojar dentro de un pozo y no deben ser rescatados”

Recibieron éstos a la inocente victima con extraordinario regocijo, y como su ánimo no era otro que el de renovar el sacrificio que hicieron los de su secta con Jesucristo en la Cruz, clavando al niño en la pared por los pies y por las manos, le traspasaron el costado con una lanza; pero temerosos de que se descubriese un delito tan atroz enterraron el cuerpo del ilustre mártir a la orilla de río Ebro en el silencio de la noche.

El Talmud dice: “Hay que matar al más honesto de entre los idolatras”

Es justo, dice el Talmud, matar a Minaën, es decir, “el hereje”. El que derrama la sangre de los impíos, es decir, de los no judíos ofrece un sacrificio a Dios”

No quiso el Señor, por quien había padecido Domingo, que estuviese oculta una maldad tan execrable, y para descubrirla se valió de uno de aquellos admirables prodigios que acostumbra su maravillosa Providencia. Vieron los guardias de las puertas de Zaragoza repetidas noches descender del cielo luces muy resplandecientes sobre el lugar en que enterraron los judíos el venerable cadáver; dieron noticia a la ciudad de aquel fenómeno extraordinario, y cavando en el sitio hallaron el cuerpo del ilustre mártir sin cabeza.


Concurrió todo el pueblo a ver el lastimoso espectáculo, y manifestando su dolor con tiernas lágrimas lo condujeron por entonces a la iglesia de San Gil, en cuyas puertas, pasados algunos días, se manifestó al pueblo el niño puesto de rodillas milagrosamente.

Habían echado los judíos la cabeza de Domingo en el pozo de la misma casa en que ejecutaron el enorme atentando, y queriendo el Señor que se descubriese con no menor prodigio que el que intervino en la invención del cuerpo, apareció en el brocal del pozo un globo de luz a manera de un sol resplandeciente, que dio motivo para extraer la preciosa reliquia, que se colocó con el cuerpo en una urna, donde se grabó la inscripción siguiente: «Aquí yace el beato Domingo del Val, mártir por el nombre de Jesucristo.»

Pío VII, el 24 de noviembre de 1805, confirmó un decreto de la Congregación de Ritos del 31 de agosto, según el cual la Iglesia de Zaragoza tenía el derecho de honrar a Domingo, asesinado por los judíos en odio a la fe de Jesucristo.


Casi sin notarlo, los hijos de Israel desnaturalizaron la fe del Dios verdadero, que resultó en el esoterismo, la superstición y la cábala.

“Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay nada de verdad en él. Cuando profiere la mentira, habla de lo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira” S. Juan 8, 44.

Con la excusa de un mejor entendimiento de Dios, de las almas e incluso del uso medicinal, la cábala hebrea fue perdiendo el rumbo y tomó caminos de hechicería y las ciencias ocultas. Estos conocimientos se fueron transmitiendo de generación en generación, pero no para todo el pueblo hebreo, sino para unos pocos. De esta Cábala Mística derivaron rituales ocultistas que dieron origen al asesinato de innumerables niños cristianos.

En 2007, un profesor italiano de historia medieval, el judío Ariel Toaff publicó un libro titulado “Pasque di sangue” donde sostiene que desde el año 1100 hasta 1500 ocurrieron crucifixiones de niños cristianos durante el Pesah. Como era de esperarse, un tiempo después de la publicación de este libro, el profesor italiano se retractó de sus escritos y se retiró de circulación la conocida edición, que fue rápidamente remplazada por otra en la que se suprimió la polémica conclusión de que judíos en época medieval podrían haber matado a un niño cristiano en un rito religioso.

Pero antes que Toaff, muchos fueron los judíos que, después de convertirse a la fe de sus víctimas, confesaron lo referido a estos ritos. Como así también, hubo escritores e investigadores que profundizaron en este asunto y en los motivos que llevaron a los cabalistas hebreos a perpetrar los asesinatos tan cruelmente, como es el caso de nuestro recordado Mártir Dominguito.

El odio a Jesucristo y las supersticiones acerca del valor de la sangre motivaron los sacrificios que se llevaron a cabo durante tantos años con párvulos cristianos.

Leemos de Arnold Leese acerca de los asesinatos rituales:

Los días de fiesta principalmente asociados con el Asesinato Ritual han sido el Purim y el Passover, el primero en la Pascua de Resurrección y el anterior aproximadamente un mes antes de él. Cuando un asesinato ritual ocurre en el Purim, es usualmente sobre un cristiano adulto a quien se asesinó por su sangre; se dice que se le secaba la sangre y el polvo se mezclaba en las tortas triangulares para comer […]

Cuando se hacía un Asesinato Ritual de Passover, se usaba generalmente para éste a un niño de siete años de edad o menos; se le crucificaba, a veces se lo circuncidaba y se lo coronaba con espinas, torturándolo, sometiéndolo, apuñalándolo, e incluso terminando con heridas en el costado del cuerpo en imitación del asesinato de Cristo. La sangre tomada del niño se mezclaba en estado de polvo para ser parte del pan del Passover. Otra fiesta en la que, según se cree, se han realizado a veces Asesinatos Rituales es la Chanucah, que ocurre en diciembre, y conmemoran la recuperación de Jerusalén por los Macabeos en el año 165 d.C.

Aunque el odio es el motivo principal, se envuelven también tradiciones supersticiosas, como es la asociación de la sangre y el sacrificio con la idea de expiación; algunos judíos han confesado que la judería no se puede preservar o retornar a Sion a menos que cada año se logre el propósito del derramamiento ritual de sangre de un cristiano. Arnold Leese: Asesinato ritual judío (1938)

En el VIII capítulo de su libro, Leese incluye descripciones de casos en orden cronológico desde 1171 a 1510 inclusive.

1171 – Blois, Francia: En un Passover se crucificó un niño cristiano, su cuerpo fue vaciado de sangre para luego ser tirado en el río. Se procesaron y ejecutaron a varios judíos. Fuente: Monumenta Germania Historica, VI, 520; Magd Cent., 12, C. 14 y 13, C.

1179 – Pontoise: Las fuentes para este caso son los Bollandistas (Acta, Vol. III, marzo, 591); Madg. Cent., 23, c. 14; Spec. Vinc, 129, C. 25; y Cosm. Munst., 23, C. 14. A un muchacho llamado Richard se le torturó, se le crucificó y se le desangró. Los capellanes e historiadores Philip Augustus, Rigord y Guillaume l’Armoricain, atestiguaron en este caso. El cuerpo del muchacho fue recuperado por la Iglesia de los Santos Inocentes en París y fue canonizado como San Richard. Bajo la fecha 1080, el Haydn’s Dictionary of Dates de 1847, pág. 282, dice: “Pensando invocar la misericordia divina, en una solemnización del Passover, ellos (los judíos) sacrificaron a un joven, el hijo de un mercader rico de París, por lo que se ejecutaron todos los criminales y todos los judíos fueron desterrados de Francia.”

1192 – Braisne: Philip Augustus se ocupó de este caso personalmente, y los criminales fueron quemados. Era un caso de crucifixión de un cristiano vendido a los judíos por Agnes, la Condesa de Dreux, a quien la consideró culpable de homicidio y robo. Fuente: Histoire des Ducs et Comtes de Champagne, IV, 1st parte, (p. 72, París, 1865) por A. de Jubainville; Sped. Vinc., 129, c. 25; Gaguin. L. 6, De Francis; Magd. Cent., 12, C. 14, col. 1670.

1235 – Fulda, Hesse-Nassau: Cinco niños fueron asesinados; unos judíos confesaron bajo tortura, pero dijeron que con la sangre buscaban intenciones de sanación. Frederick II exoneró a los judíos acusados de sospecha, pero los Cruzados ya habían intentado dar muerte a un número de ellos. Frederick II convocó a varios judíos conversos, quienes le negaron la existencia del asesinato ritual judío. Pero la preocupación de Frederick se hace evidente, en sus propias palabras, cuando en la publicación de su decisión, les da a estas personas estos objetivos: “aunque nuestra conciencia vio la inocencia de los judíos mencionados, adecuadamente se probaron los fundamentos de las severas acusaciones”. Si Frederick II viviera hoy, habría contado con pequeños datos de la literatura religiosa para decidir si el Asesinato Ritual Judío existe o no. Fuente: Chron. Hirsaug., y Magd. Cent., 13, C. 24.

1247 – Valreas, Francia: Justo en la Pascua de Resurrección, se halló el cuerpo de una niña de dos años de edad en el foso del pueblo con heridas en la frente, manos y pies. Judíos confesaron bajo de tortura que querían la sangre de la niña, pero no dijeron que era para propósitos ceremoniales. El Papa Inocencio IV dijo que se ejecutaron tres de los judíos sin confesar, pero la Jewish Encyclopedia de 1903, Vol. III, pág. 261, dice que sí confesaron.

1250 – Zaragoza: Un niño crucificado, posteriormente canonizado como Santo Domingo. Pío VII, el 24 de noviembre de 1805, emitió un decreto de la Congregación de Ritos del 31 de agosto, mostrándose conforme con esta canonización.

1261 – Pforzheim, Baden: Una mujer vieja le vendió una niña de siete años a unos judíos, quienes la desangraron, la estrangularon y tiraron el cuerpo en un río. Se declaró culpable a la mujer ante evidencia presentada por su propia hija. Se condenaron varios judíos a muerte, pero dos se suicidaron. Fuentes: Bollandistas, Acta, Vol. II, p. 838; Rohrbacher, L’Histoire Universelle de l’Eglise Catholique, Vol. XVIII, pág. 697-700; Thos. Cantipranus, De ratione vitae Vol. II, XXIX. El niño fue canonizado como un santo.

1287 – Berna: Se asesinó a Rudolf, un pequeño muchacho, durante el Passover en la casa de un judío millonario llamado Matler. Los judíos confesaron que le habían crucificado; se dispuso para muchos de ellos la muerte. El muchacho fue canonizado como un mártir, y se puede hallar su nombre en varios martirologios. Fuentes documentales: Bollandistas, Acta, Vol. II, abril; Helvetia Sancta (H. Murer); Karl Howald, Die Brunnen zu Bern, 1848, p. 250; Cosm. Aims., 13, p. 482. Un monumento de piedra que todavía existe en Berna conmemora este crimen. Se llamaba La Fuente del Devorador de Niños, y ahora está en el Kornhausplatz. Representa un monstruo, con un semblante judío, que se come a un niño. La figura lleva el Judenbut, el sombrero que se prescribió llevar por los judíos por el decreto del Cuarto Concilio de Latrán en 1215. Este monumento era el primero que se puso en una calle del barrio judío como un recordatorio del crimen monstruoso y como un castigo para toda la judería de Berna. Más tarde, se le llevó a su ubicación actual.

1288 – Troyes, Francia: Se juzgó a unos judíos por un asesinato ritual y 13 de ellos se ejecutaron en la hoguera. Fuente: Jewish Encyclopedia, 1906, Vol. XII, p. 267.

1286 – Oberwesel, en el Rhine: Un muchacho llamado Werner fue torturado por tres días en un Passover, colgado por las piernas y desangrado. Se halló el cuerpo en el río. Se beatificó a este muchacho en la diócesis de Treves, y su aniversario es el 19 de abril. Una representación esculpida de este asesinato ritual se ve en la Iglesia de Oberwesel. Fuentes: Aventinus, Annals of Bavaria, 1591, 17, p. 576; Chron. Hirsaug., Magd. Cent., 13, c. 14.

1462 – Rinn, Innsbruck: Un muchacho llamado Andreas Oxner fue conseguido por los judíos y sacrificado por su sangre en una piedra en el bosque. El cuerpo fue hallado por su madre en un árbol de abedul. No se arrestó a ningún judío porque, al estar la frontera muy cerca de ahí, habían huido cuando se conoció el crimen. El Abad Vacandard, defensor de los judíos, dice que hubo ningún juicio. Pues, por supuesto, no lo hubo. ¡Igual que en 1937, no habrá ningún juicio por un crimen donde los criminales han escapado! El muchacho ha sido beatificado por el Papa Benedicto XIV en su Bula Beatus Andreas, 1755, donde dice que fue “cruelmente asesinado por los judíos en odio de la fe de Jesucristo”. Esto último es admitido por Papa Clemente XIV, quien escribió su informe en la investigación que se hizo en la materia del Asesinato Ritual Judío cuando, siendo el Cardenal Ganganelli, lo había comisionado el Papa Benedicto XIV para investigar el caso; y en este informe, dice “admito la verdad de otro hecho, que pasó en el año de 1462 en el pueblo de Rinn, en la Diócesis de Brixen, en la persona del Bienaventurado Andreas, un muchacho bárbaramente asesinado por los judíos en odio de la fe de Jesucristo”. Nadie recusa la ocurrencia histórica de este caso. Un grabado en madera, que representa este Asesinato Ritual todavía existe en la iglesia.

1468 – Sepúlveda, Segovia, España: Los judíos sacrifican a un niño cristiano en una cruz. El Obispo local investigó el crimen, y condenó a los culpables en Segovia, donde fueron ejecutados. Es importante hacer saber que este Obispo era hijo de un judío convertido; Jean d’Avila era su nombre. La Historia de Colmenares de Segovia registra los hechos del caso, que fue judicialmente decidido por un hombre de sangre judía. Esa sería la razón por la que no se hace ninguna mención de él en el libro de Strack en defensa de los judíos, The Jew and Human Sacrifice.

1475 – El Caso de San Simón de Trento: En 1475, un muchacho de tres años, llamado Simón, desapareció en el pueblo italiano de Trento; las circunstancias eran tales que la sospecha recayó en los judíos. Esperando declarar sobre esta sospecha, uno de ellos “halló” el cuerpo del niño en una canalización, donde después confesaron haberlo tirado.

El examen del cuerpo, reveló a todas luces que el muchacho no se había ahogado; había heridas extrañas en el cuerpo, de circuncisión y crucifixión. Se arrestaron aproximadamente a siete judíos; fueron torturaron y reconocieron que el muchacho había sido ritualmente asesinado con el propósito de obtener sangre cristiana para mezclar con el pan ázimo ceremonial; se hicieron estas confesiones separadamente y estuvieron de acuerdo en la totalidad de los detalles esenciales. Se juzgó a los judíos y se ejecutaron finalmente. El funcionario a cargo de la investigación del crimen fue Jean de Salis de Brescia, un judío convertido, originalmente llamado Jean de Feltro, quien describió cómo su padre lo dijo que judíos de su pueblo, Lanzhat, habían matado a un niño en un Passover y de cómo mezclaron su sangre en el vino y en pasteles.

1480 – Venecia: Este caso, como se admitiera en la Jewish Encyclopedia de I906, Vol. XII, p. 410, se estableció por un juicio. Tres judíos fueron ejecutados.

1485 – Padua, Italia: La víctima en este caso fue canonizada como San Lorenzino. El Papa Benedicto XIV lo menciona como un mártir en su Bula Beatus Andreas. Este caso fue atestado por la Corte Episcopal de Padua.

1490 – Toledo: Éste es uno de los casos más importantes, por las circunstancias que se han clarificado para nosotros por W. T. Walsh en su interesante libro Isabella of Spain, 1931 (Sheed & Guarda), en que consagra las páginas 441 a 468 a sus investigaciones de esta acusación de Asesinato Ritual.

Walsh muestra que el 17 de octubre de 1490, un judío llamado Yuce confesó haber estado presente a la crucifixión de un muchacho llamado Cristofer, en La Guardia, cercana a Toledo.

1494 – Tyrnau, Hungría: Se desangró a un muchacho y se le mató. Los judíos culpables fueron traicionados por la confesión de unas mujeres, a quienes se persuadió de hacerlo así mostrándoles algunos instrumentos de tortura, que de cualquier modo no se aplicó a ellas. Los judíos, arrestados después de esta confesión, reconocieron que éste era el cuarto niño que habían matado por la sangre, pero dijeron que la necesitaban para propósitos médicos. Fuente: Bollandistas, Acta, abril, Veil. II, 838.

1510 – Brandenberg: Se acusaron varios judíos en Berlín de secuestrar a un niño cristiano pequeño, desangrarlo y matarlo. Confesaron, y a 41 de ellos se les ejecutó. Fuentes: Richard Mun, Die Juden in Berlin; Sir. Richard Burton, The Jew, the Gypsy and   El Islam, 1898, pág. I26.


“No comerás con idólatras, ni permitirás que adoren a sus ídolos; porque está escrito: No contraerás alianza con ellos, ni mostrarás misericordia hacia ellos (El Deuter. Cap. 7,2) o los apartas de sus ídolos o los matas”.

Mientras tanto, la Iglesia reza todos los Viernes Santos por los hijos de Israel y su conversión:

“Oremos también por los pérfidos judíos para que Dios Nuestro Señor quite el velo de sus corazones, a fin de que reconozcan con nosotros a Jesucristo, Nuestro Señor”

“Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de Tu Misericordia ni aun a la perfidia judaica: oye los ruegos que te dirigimos por la obcecación de aquel pueblo, para que reconociendo la luz de Tu Verdad, que es Jesucristo, salgan de sus tinieblas. Por el mismo Dios y Señor Nuestro Jesucristo”.


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