miércoles, 28 de agosto de 2019

San Agustín y los Judíos

INTRO SIM: En san Agustín se nota que les predica a los judíos con gran caridad, sin componendas ni aguando la verdad, lo cual hoy sería por muchos tomado genéricamente como proselitismo (lo que vendría a ser algo malo), y particularmente enseñar a los hebreos (lo que también vendría a ser algo malo). Por suerte quedan las obras de los santos para formar verdaderos cristianos y, en este caso, también posibles judíos sinceros, en arrepentimiento y  caridad. San Agustín, en el día de tu fiesta: ruega por nosotros, ruega por la Iglesia. 

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SAN AGUSTÍN: TRATADO CONTRA LOS JUDÍOS
Traductor: Teodoro C. Madrid, OAR.

San Agustín, obispo de Hipona, Doctor de la Iglesia (354-430)


Ejemplo del rigor de Dios en la reprobación de los judíos y de su bondad en la admisión de los gentiles. La ceguera de los judíos, demostrada por la Escritura del Antiguo Testamento.

I.1. El bienaventurado apóstol Pablo, doctor de las gentes en la fe y en la verdad, exhortándonos a permanecer estables y firmes en la misma fe, de la cual fue constituido ministro idóneo, amonesta con el precepto e infunde temor con el ejemplo. Dice: Ahí tienes la bondad y la serenidad de Dios: para los que han caído ciertamente la severidad; pero para ti la misericordia si permanecieres hasta el fin en la bondad 1. Es cierto que esto lo dijo de los judíos que por su infidelidad fueron podados como ramas de aquel olivo, que fue fructífero en los santos Patriarcas como en su raíz, de tal modo que el acebuche de los gentiles fuera injertado por la fe y se hiciese partícipe de la savia del olivo una vez podadas sus ramas naturales. Pero, ¡atención!, que dice: No quieras vanagloriarte contra las ramas, porque si te vanaglorias, no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti 2. Y porque algunos de ellos se salvan, añadió a continuación: De otro modo también tú serás amputado. E indudablemente ellos, si no permanecen en la infidelidad, también serán injertados, porque poderoso es Dios para injertarlos de nuevo 3. En cuanto a aquellos que permanecen en la infidelidad, pertenecen a esta sentencia del Señor cuando dice: Pero, en cambio, los hijos de este reino irán a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Y los gentiles que permanecen en la bondad pertenecen a lo que ha dicho más arriba: Vendrán muchos de Oriente y Occidente, y se sentarán con Abrahán e Isaac y Jacob en el reino de los cielos 4. Así, pues, a los Patriarcas, que vivían en la raíz, la justicia severa de Dios les amputa la soberbia infiel de sus ramas naturales, mientras la fiel humildad del acebuche es injertado por la gracia de la bondad divina.

2. Mas cuando se les habla de esto a los judíos, desprecian al Evangelio y al Apóstol, y no escuchan lo que les decimos, porque no entienden lo que leen. Y ciertamente que si entendiesen lo que había predicho el profeta a quien leen: Te he puesto para luz de los gentiles, de tal modo que seas mi salvación hasta los confines de la tierra, no estarían tan ciegos ni tan enfermos que no reconocieran en Cristo al Señor, ni la luz ni la salvación. Lo mismo si llegasen a entender lo que cantan infructuosa e inútilmente de quienes ha sido profetizado: A toda la tierra ha llegado su pregón, y hasta los límites del orbe de la tierra su lenguaje. Para que despertaran al pregón de los apóstoles y advirtieran que sus palabras eran divinas. Por tanto, de las Santas Escrituras, cuya autoridad es también muy grande entre ellos, hay que sacar los testimonios, de modo que si no quieren que los sane la medicina ofrecida, los pueda convencer la verdad manifestada.

Los libros del Antiguo Testamento nos pertenecen a nosotros los cristianos,
y sus preceptos son cumplidos mejor por nosotros.


II. 3. En primer lugar, hay que combatir el error tan suyo de creer que no nos pertenecen a nosotros los libros del Antiguo Testamento porque ya no observamos los sacramentos antiguos, sino otros nuevos. En efecto, nos dicen: "¿De qué os sirve a vosotros la lectura de la Ley y los Profetas, cuyos preceptos no queréis observar?" Porque no circuncidamos la carne masculina del prepucio y comemos carnes que la Ley llama inmundas; no guardamos carnalmente los sábados, los novilunios y los días festivos; no sacrificamos a Dios con víctimas de animales ni celebramos la Pascua igualmente con el cordero y los panes ácimos. Incluso, si algunos otros sacramentos antiguos los llama en general el Apóstol sombras de las cosas futuras 5, porque significaban en su tiempo lo que iba a revelarse, y que nosotros recibimos ya revelado para que, removidas las sombras, disfrutemos de su luz desnuda. Sería demasiado largo disputar de todo esto por separado: cómo somos circuncidados al desnudar el hombre viejo no con la expoliación del cuerpo carnal, y los alimentos que evitan en los animales, los evitamos en las costumbres y ofrecemos nuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, a quien derramamos nuestras almas con los santos deseos inteligentemente en vez de la sangre, y somos limpios de toda iniquidad por la sangre de Cristo como cordero inmaculado, quien, por la semejanza de la carne del pecado 6, es prefigurado también en el macho cabrío de los antiguos sacrificios; tampoco excluye en los cuernos de la cruz al toro que reconoce en él a la víctima principal. Verdaderamente nos bautizamos al hallar en Él el descanso, y la observancia de la luna nueva es la santificación de la vida nueva. También nuestra Pascua es Cristo, y nuestro ácimo es la sinceridad de la verdad, que no tiene el fermento de la vetustez 7, y si quedan algunas otras cosas en las que no hay necesidad de detenerse ahora, las cuales están esbozadas en aquellos signos antiguos, tienen su cumplimiento en Aquel cuyo reino no tendrá fin. Ciertamente convenía que todas las causas se cumpliesen en Aquel que vino no a deshacer la ley y los profetas, sino a dar plenitud 8.

Cristo no anuló la ley denunciándola, sino que la cambió cumpliéndola. La sustitución de los antiguos sacramentos y ritos está predicha en los Salmos.

III. 4. Así, pues, no anuló aquellos antiguos signos de las cosas oponiéndose a ellos, sino que los cambió dándoles plenitud, de modo que fuesen distintos tanto los que anunciaban que había venido Cristo como los que profetizaban que iba a venir. ¿Qué se quiere significar por el hecho de que están titulados así algunos Salmos que también ellos leen y conservan con la autoridad de las Letras santas, como está escrito en sus títulos: En defensa de las cosas que serán cambiadas; y en verdad el texto de estos mismos Salmos predica a Cristo, sino que su cambio futuro fue predicho por Aquel en quien aparece cumplida? Como que el pueblo de Dios, que ahora es el pueblo cristiano, ya no está obligado a observar lo que se observaba en los tiempos proféticos. No porque fueran prohibidos, sino porque han sido cambiados. Y no para que pereciesen las mismas cosas que eran significadas, sino para que los signos de las cosas se realizasen cada uno en su tiempo respectivo.

Cristo, profetizado en el salmo 44.

IV. 5. Por lo menos en el salmo 44 (es el primero de los que llevan al principio este título: En defensa de las cosas que serán cambiadas, donde se lee también: Cántico en favor del Amado) clarísimamente está presentado Cristo: Hermoso de figura sobre los hijos de los hombres 9. Quien, existiendo en la forma de Dios; no creyó rapiña ser igual a Dios 10. Allí se le dice: Ciñe tu espada junto al muslo 11, porque hablaría en la carne a los hombres. Sin duda, por la espada significa la palabra, por el muslo la carne: porque se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo 12, para que en el hermoso de figura sobre los hijos de los hombres por la divinidad se cumpliese por la debilidad también aquello que otro profeta dice de Él: Lo vimos y no tenía figura ni encanto, sino su rostro abyecto y deforme su estado 13. Realmente en el mismo salmo se patentiza con toda claridad que Cristo es no sólo hombre, sino también Dios, cuando se subraya: Tu trono, oh Dios; por los siglos, y el cetro de la equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso Dios; tu Dios; te ha ungido con óleo de alegría sobre todos tus compañeros 14. En efecto, por la unción, palabra que en griego se dice P k \ F : " , Cristo es llamado ungido. Él es Dios ungido por Dios, que cambió también la misma unción carnal en espiritual con los demás sacramentos. Allí se dice también de la Iglesia: A tu diestra está de pie la reina con vestido de oro, ceñida de pedrería 15. Donde se simboliza la diversidad de lenguas en todas las gentes, cuya fe, sin embargo, una y simple, es interior: porque toda la hermosura de la hija del rey está por dentro 16. A ella se refiere el salmo cuando dice: Escucha, hija, y mira: escucha la promesa mira su cumplimiento. Y olvida a tu pueblo y la casa paterna. De este modo se cumple lo nuevo y se cambia lo antiguo. Porque el rey está prendado de tu belleza 17. La belleza que Él mismo hizo por sí y que no encontró en ti. A saber: ¿cómo ibas a ser hermosa a sus ojos cuando estabas afeada por tus pecados? Con todo, para que no creas que tu esperanza debes ponerla en el hombre, sigue y dice: porque Él mismo es el Señor, Dios tuyo 18. Para que no desprecies la forma de siervo ni te burles de la debilidad del poderoso y de la humildad del excelso, Él mismo es tu Dios. En eso mismo que parece pequeño se oculta el grande; en la sombra de la muerte, el sol de justicia; en la afrenta de la cruz, el Señor de la gloria. Aunque lo maten los perseguidores y lo nieguen los infieles, Él es el Señor, Dios tuyo, por cuyo cuerpo son cambiadas las cosas figuradas antes por medio de sombras.

El título del salmo 68, que fue escrito sobre la pasión de Cristo,
predice también un cambio.

V. 6. También el salmo 68 lleva en el título: En defensa de las cosas que serán cambiadas 19. Y allí se canta la pasión de nuestro Señor Jesucristo, que transfigura en sí hasta algunas voces de los miembros, es decir, de sus fieles. En efecto, Él no tuvo delito alguno, sino que cargó los nuestros; por eso dice: Y mis pecados no se te ocultan a ti 20. Allí está escrito y profetizado lo que leemos en el Evangelio que le hicieron 21: Me dieron hiel para mi comida, y en mi sed me abrevaron con vinagre 22. Luego fue cambiado por Él lo que el título del Salmo había predicho que había de ser cambiado. Los judíos, al leer esto y no entenderlo, creen que dice algo distinto, cuando nos preguntan: Cómo entendemos la autoridad de la Ley y los Profetas cuando no guardamos los sacramentos que allí están mandados, porque entendemos lo que allí está predicho y observamos lo que allí está prometido. En cambio, los que nos objetan así sufren aún la amargura desde sus padres, que dieron hiel al Señor como alimento, y todavía persisten en el vinagre que le dieron a beber; por eso no entienden que se cumple en ellos lo que sigue: Que su mesa se convierta para ellos en lazo, retribución y escándalo 23. Realmente ellos se volvieron amargos y avinagrados, al ofrecer hiel y vinagre al Pan vivo. ¿Cómo entonces entienden esto sobre lo cual se dijo allí: Que sean cegados sus ojos para que no vean 24, y ¿cómo van a estar derechos para que tengan arriba el corazón aquellos de quienes está predicho: Y dobla siempre su espalda? 25 Tampoco se han dicho estas cosas de todos, sino más bien de todos aquellos a quienes pertenecen las profecías. Ciertamente no se refieren estas profecías a los que de entre ellos creyeron entonces en Cristo, ni a los que creen hasta ahora y creerán después hasta el fin de los siglos, o sea, al verdadero Israel, que verá al Señor cara a cara. Porque ni todos los nacidos de Israel son israelitas ni todos los descendientes de Abrahán son hijos suyos, sino en Isaac, dice, será tu descendencia 26. Esto es, los hijos de la carne; ésos no son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son designados para la descendencia. Estos pertenecen a la Sión espiritual y a las ciudades de Judá, esto es, a las iglesias de las cuales dice el Apóstol: Era desconocido de cara para las Iglesias de Judea, que están con Cristo 27. Porque, como se pone poco después en el mismo Salmo: Dios salvará a Sión, y serán edificadas las ciudades de Judá. Y la habitarán y heredarán. La descendencia de sus siervos la poseerá y los que aman su nombre morarán en ella 28. Cuando los judíos escuchan esto lo entienden carnalmente, y piensan en la Jerusalén terrena, que es esclava con sus hijos, no en nuestra Madre eterna en los cielos 29.

También el título del salmo 79 profetiza el cambio. Testimonios más claros
contra los judíos del cambio que va a realizarse.

VI. 7. El salmo 79 va precedido con igual título: En defensa de las cosas que serán cambiadas. En ese salmo está escrito entre otras cosas: Observa desde el cielo, mira, y visita esta viña; y perfecciónala, porque la plantó tu diestra; y mira sobre el Hijo del hombre a quien fortaleciste para ti 30. Ella es la viña de la que se dice: Trasplantaste la viña de Egipto 31. En efecto, Cristo no plantó otra nueva, sino que, cuando vino, la cambió en mejor. Lo mismo se lee en el Evangelio: Perderá a los malos malamente y arrendará su viña a otros labradores 32. No dice: la arrancará y plantará otra viña, sino arrendará la misma viña a otros agricultores. La misma es, en verdad, la ciudad de Dios y la multitud de los hijos de la promesa en la sociedad de los santos, que se ha de completar por la muerte y sucesión de los mortales. Al final del siglo ha de recibir la inmortalidad debida en todos los reunidos. Esto de otro modo está indicado en otro salmo por el olivo fructífero cuando dice: Yo, como olivo fructífero en la casa de Dios, he esperado en la misericordia de Dios por siempre y por los siglos de los siglos 33. Ni pudo perecer la raíz de los Patriarcas y de los Profetas, porque están desgajados los infieles y los soberbios, como ramas infructuosas para que fuese injertado el acebuche de los gentiles, porque, como dice Isaías, aunque fuese el número de los hijos de Israel como la arena del mar, los restos se salvarán 34, pero por Aquel de quien se dice: y sobre el Hijo del hombre, a quien fortaleciste para ti; de quien se repite: sea tu mano sobre el varón de tu diestra, y sobre el Hijo del hombre, a quien fortaleciste para ti. Y no nos apartamos de ti 35. Por medio de este Hijo del hombre, o sea, Cristo Jesús, y con sus reliquias, esto es, los apóstoles y otros muchos israelitas que creyeron en Cristo-Dios, agregándose la plenitud de los gentiles, se completa la viña santa. Y con la remoción de los sacramentos antiguos y la institución de los nuevos queda cumplido el título del Salmo: En defensa de las cosas que serán cambiadas 36.

8. Todavía podemos proponerles testimonios más inconcusos, para que, tanto si los aceptan como si los rechazan, al menos los entiendan. Vendrán días, dice el Señor, y confirmaré sobre la casa de Jacob un testamento nuevo, no según el testamento que hice con sus padres el día en que tomó su mano para sacarlos de la tierra de Egipto 37. La predicción de este cambio, ciertamente, no está significada en los títulos de los Salmos, que pocos entienden, sino que está expresada por el pregón claro de la voz profética. Viene prometido abiertamente un testamento nuevo, no como el testamento hecho para el pueblo, cuando fue sacado de Egipto. Como en aquel Antiguo Testamento están mandadas estas cosas que no estamos obligados a observar nosotros que pertenecemos al Nuevo, ¿por qué no reconocen los judíos que ellos se han quedado anclados en la antigüedad superflua, en vez de echarnos en cara a nosotros, que poseemos las promesas nuevas, el que no cumplimos las antiguas? Porque, como está escrito en el Cantar de los Cantares, Ha llegado el día, huyan las tinieblas 38, que brille ya la significación espiritual y que calle ya la celebración carnal. El Dios de los dioses, el Señor, ha hablado, y ha llamado a la tierra desde el nacimiento del sol hasta su ocaso 39, ciertamente ha llamado al Testamento Nuevo a toda la tierra; pues a ella se le dice en otro Salmo: Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra 40. No como habló antes desde el monte Sinaí a un solo pueblo, al que llamó de Egipto el Dios de los dioses, sino que habló de modo que convoca a la tierra desde el oriente hasta el occidente. Si el judío quisiera entender esta manera de hablar, oiría esta llamada y sería a ellos a quienes se les dice en el mismo Salmo: Escucha, pueblo mío, y te hablaré Israel, y daré testimonio de ti, que yo, Dios, soy tu Dios. No te argüiré sobre tus sacrificios; pues tus holocaustos están siempre en mi presencia. No tomaré de tu casa becerros, ni machos cabríos de tus rebaños; porque todas las bestias de la selva son mías, los animales de los bosques y los bueyes; conozco todos los volátiles del cielo y la hermosura del campo está conmigo. Si tuviera hambre no te lo diría, porque es mío el orbe de la tierra y su plenitud. ¿Acaso voy a comer carne de toros o voy a beber sangre de machos cabríos? Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza y cumple tus plegarias al Altísimo. Invócame en el día de la tribulación, y yo te libraré y tú me glorificarás 41. Es cierto que también aquí está clara la sustitución de los sacrificios antiguos. En efecto, Dios ha pedido que Él no va a aceptar esos sacrificios, y a sus adoradores les indicó un sacrificio de alabanza. No porque esté esperando de nosotros la alabanza como un indigente, sino para velar por nosotros con ella para la salvación nuestra. Efectivamente, concluyó así el mismo Salmo: El sacrificio de alabanza me dará gloria, y allí está el camino donde yo le mostraré la salvación de Dios 42. ¿Qué es la salvación de Dios sino el Hijo de Dios, el Salvador del mundo; el Día-Hijo del Día-Padre, esto es, luz de luz, cuya venida ha revelado el Nuevo Testamento? Por eso cuando se dice también: Cantad al Señor un cántico nuevo; cantad al Señor toda la tierra. Cantad al Señor, bendecid su nombre, presenta a continuación al que va ser anunciado, y añade: Anunciad bien el Día del Día, que es su salvación 43. Pues el mismo sacerdote y víctima llevó a cabo el sacrificio de alabanza, otorgando el perdón de las malas obras y dando la gracia del bien obrar. Para esto, en efecto, los adoradores inmolan al Señor al sacrificio de alabanza, para que el que se gloría, que se gloríe en el Señor 44.

En defensa de las cosas que serán cambiadas.

VII. 9. Cuando los judíos escuchan todo esto responden con orgullo: Somos nosotros; esto se ha dicho de nosotros y para nosotros. Porque nosotros somos Israel, el pueblo de Dios. Nosotros nos reconocemos en las palabras del que grita: Escucha, pueblo mío, y te hablaré, Israel, y daré testimonio de ti 45. ¿Qué vamos a contestar a esto? Que conocemos ciertamente al Israel espiritual, de quien dice el Apóstol: Y a los que siguen esta regla, la paz y la misericordia sobre ellos, también sobre el Israel de Dios 46. Sabemos que este Israel es carnal, del cual el mismo Apóstol dice: Mirad al Israel según la carne 47. Pero esto no lo entienden ellos, y, por lo mismo, demuestran que ellos mismos son carnales. Permítannos hablar un poco como si estuviesen presentes: ¿No es así que vosotros pertenecéis a ese pueblo al que el Dios de los dioses ha llamado desde el nacimiento del sol hasta su ocaso? 48 ¿No fuisteis vosotros trasladados desde Egipto a la tierra de Canaán? Allí no fuisteis llamados desde el nacimiento del sol hasta su ocaso, sino que desde allí fuisteis dispersados hacia el oriente y el occidente. ¿Acaso no pertenecéis vosotros más bien a los enemigos de Aquel que dice en el Salmo: Mi Dios me ha dado a conocer en medio de mis enemigos, no los has de matar ni cuando se olviden de tu ley. Dispérsalos con tu poder? 49 He aquí que, sin olvidaros de la ley de Dios, sino propagándola para testimonio de los gentiles y para oprobio vuestro, sin advertirlo la proporcionáis al pueblo que ha sido llamado desde el oriente hasta el occidente. ¿Es que también lo vais a negar? Lo que ha sido profetizado con tanta autoridad, cumplido con tan gran evidencia, o no lo veis por vuestra mayor ceguera, o no lo confesáis por vuestro singular descaro. ¿Qué vais a responder a aquello que proclama el profeta Isaías: En los últimos tiempos se hará manifiesto el monte de la casa del Señor, dispuesto en la cúspide de los montes, y será exaltado sobre las colinas, y vendrán a Él todas las gentes, y dirán: Venid, subamos al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob, y nos anunciará el camino de la salvación, y entraremos en ella; porque de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor? 50 ¿También aquí vais a decir: Somos nosotros, porque habéis oído casa de Jacob y Sión y Jerusalén? ¡Como si nosotros negáramos que Cristo el Señor es de la descendencia de Jacob según la carne! Él está anunciado con la expresión: del monte preparado sobre la cúspide de los montes, porque su cumbre está por encima de todas las cumbres. O ¡como si negáramos que los apóstoles y las Iglesias de Judea, que después de la resurrección de Cristo han creído continuamente en Él, pertenecen a la casa de Jacob! O ¡como si no debiéramos entender espiritualmente por Jacob al mismo pueblo cristiano, el cual, siendo más joven que el pueblo de los judíos, sin embargo lo supera al crecer y lo suplanta: para que se cumpla lo que en figura fue profetizado de aquellos dos hermanos: Y el mayor servirá al menor! 51

Por otra parte, Sión y Jerusalén, aunque sean espiritualmente la Iglesia, son todavía un testimonio idóneo contra ellos, porque del lugar donde crucificaron a Cristo salió tanto la ley como la palabra del Señor para los gentiles. En efecto, la ley que les fue dada a ellos por medio de Moisés, de la que se enorgullecen con increíble insolencia y con la cual son mejor refutados, no se entiende que salió de Sión y Jerusalén, sino del monte Sinaí. Puesto que llegaron con la misma ley a la tierra de promisión, donde esta Sión, que se llama también Jerusalén después de cuarenta años. Luego no la recibieron allí o desde entonces. En cambio, el Evangelio de Cristo y la ley de la fe es cierto que proceden desde entonces. Como lo dijo también el mismo Señor, después que resucitó hablando a sus discípulos y demostrando que las profecías de las Palabras divinas están cumplidas en Él: Porque así está escrito y así fue conveniente que Cristo padeciera y que resucitara de entre los muertos al tercer día, y que se predique en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados por todos los pueblos, comenzando desde Jerusalén 52. Oíd lo que profetizó Isaías cuando dice: Porque desde Sión saldrá la ley, y desde Jerusalén la palabra del Señor 53. En realidad, cuando el Espíritu Santo viene allí desde arriba según la promesa del Señor, llenó a aquellos que entonces encerraba una sola casa, e hizo que hablaran en las lenguas de todos los pueblos 54, y desde allí salieron a predicar el Evangelio para conocimiento de toda la tierra. Como aquella ley, que salió desde el monte Sinaí a los cincuenta días después de celebrar la Pascua, fue escrita por el dedo de Dios, que significa el Espíritu Santo, así esta ley, que salió desde Sión y Jerusalén, fue escrita no en las tablas de piedra, sino en las tablas del corazón de los santos evangelistas por el Espíritu Santo a los cincuenta días después de la Pascua verdadera de la pasión y resurrección de Cristo el Señor. En ese día fue enviado el Espíritu Santo, que antes había sido prometido.


San Agustín

10. Id ahora, oh israelitas, según la carne y no según el espíritu; id ahora a contradecir todavía a la verdad más evidente. Y cuando escucháis el Venid y subamos al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob 55, decid: Somos nosotros, para que obcecados choquéis contra el monte, en donde rota la crisma perdáis miserablemente la frente. Si de verdad queréis decir: Somos nosotros, decidlo allí cuando oís: Ha sido llevado a la muerte por las iniquidades de mi pueblo 56. Porque se habla aquí de Cristo, a quien vosotros en vuestros padres enviasteis a la muerte, y que fue llevado como una oveja al matadero 57; de modo que la Pascua, que celebráis en vuestra ignorancia, sin datos cuenta la cumplisteis plenamente con crueldad. Si de veras queréis decir: Somos nosotros, decidlo entonces cuando escucháis: Endurece el corazón de este pueblo, tapona sus oídos y ciega sus ojos 58. Decid entonces: Somos nosotros cuando oís: Todo el día he tendido mis manos al pueblo que cree y que me contradice 59. Decid entonces: Somos nosotros cuando escucháis: Que se cieguen sus ojos para que no vean, y encorva siempre sus espaldas 60. Daos por aludidos en todas estas y otras expresiones proféticas parecidas: Somos nosotros. Allí, pues, estáis vosotros sin duda alguna. Pero estáis ciegos de tal modo, que llegáis a decir que vosotros estáis allí donde no estáis y, en cambio, no os reconocéis allí donde estáis.

La reprobación de los judíos por Dios anunciada por medio de Isaías.

La piedra hecha cabeza de ángulo.

VIII. 11. Atended un poco a esto más evidente aún que voy a decir. Cierto que cuando oís hablar en favor de Israel, decís: Somos nosotros; y cuando lo oís en favor de Jacob, decís: Somos nosotros. Y si se os pide una razón, respondéis: Porque Jacob es también el mismo Israel, de cuyo Patriarca procedemos, y con toda justicia llevamos el nombre de nuestro padre. No os queremos despertar a vosotros, que dormís con profundo y pesado sueño para las cosas espirituales que no captáis, ni intentamos ahora persuadiros a vosotros, que estáis sordos y ciegos de oído y de vista espiritual, cómo deben ser entendidas espiritualmente estas palabras. Por supuesto, como vosotros confesáis y la lectura del libro del Génesis lo declara manifiestamente, que Jacob e Israel era un solo hombre 61, y, por supuesto, que la casa de Israel es la misma que la casa de Jacob, de la que os gloriáis. ¿Qué significa entonces lo que el mismísimo profeta, cuando ha predicho que un monte ha de ser preparado en la cúspide de los montes, al cual han de venir todos los pueblos, porque la ley y la palabra del Señor no va a salir del monte Sinaí para un solo pueblo, sino de Sión y Jerusalén también para todos los pueblos, como vemos que se ha cumplido clarísimamente en Cristo y en los cristianos? Y dice poco después: Y ahora tú, casa de Jacob, venid, caminemos a la luz del Señor. De cierto que diréis aquí, como de costumbre: Somos nosotros. Pero atended un poco a lo que sigue, para que, cuando os apropiáis lo que os gusta, oigáis también lo que os desagrada. Porque el profeta añade y dice: En verdad ha abandonado a su pueblo, a la casa de Israel. Decid, pues, ahora: Somos nosotros; reconoceos vosotros aquí, y perdonadnos a nosotros porque os lo hemos recordado. Pues si oís esto con gusto, os lo decimos para exhortación vuestra, y si los oís con indignación, para vuestro oprobio. No obstante, conviene que se diga, os guste o no os guste. Ahí tenéis, no a mí, sino al profeta a quien leéis, por medio del cual no podéis negar que ha hablado Dios; y a quien no podéis retirar la autoridad de las divinas Escrituras, como el Señor se lo ordenó, y como una trompeta levanta su voz 62, exclama con energía, y os increpa cuando dice: Y ahora tú, casa de Jacob, venid, caminemos a la luz del Señor 63. Matasteis a Cristo en vuestros padres. Durante tanto tiempo aún no habéis creído y habéis resistido 64, pero todavía no habéis perecido, porque aún vivís. Tenéis tiempo, pues, de hacer penitencia. ¡Venid ya! Desde hace mucho tiempo debisteis venir, pero venid también ahora. ¡Venid ya! Todavía no se le han terminado los días a quien no le ha llegado aún el último. Y si os creéis que siguiendo al Profeta, como casa de Jacob, vosotros camináis ya a la luz del Señor, mostrad a la casa de Israel que ha abandonado. Porque nosotros os demostramos a los dos: tanto a los que había recogido de esa casa, llamándolos, como a los que, permaneciendo allí, había abandonado. En efecto, llamó de allí no sólo a los apóstoles, sino también, después de la resurrección de Cristo, a un pueblo numeroso. Por lo cual ya he dicho más arriba: Y abandonó tanto a los que vosotros imitáis al no creer como a vosotros mismos que, imitándolos a ellos, permanecéis en la misma ruina. Y si sois vosotros aquellos a quienes ha llamado de entre ellos, ¿dónde están los que ha abandonado? Porque no podéis decir: no sé a qué otra gente ha abandonado, cuando el Profeta grita: Porque ha abandonado a su pueblo, a la casa de Israel 65. He ahí lo que sois, no lo que os gloriáis de ser vosotros.

Realmente ha abandonado también la viña, de la que esperó que diese uvas y dio espinos, y mandó a sus nubes que no lloviesen agua sobre ella. Incluso de allí llamó a aquellos a quienes dice: Juzgad entre mí y mi viña 66. De ellos también dice el Señor: Si yo arrojo los demonios con el poder de Belcebú, vuestros hijos ¿con qué poder los arrojan? Por eso ellos serán vuestros jueces 67. Al prometerles eso dice: Os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel 68.

Así, pues, se sentará la casa de Jacob, que, una vez llamada, ha caminado en la luz del Señor para juzgar a la casa de Israel, esto es, a su pueblo, al que ha abandonado. ¿De qué modo, pues, según el mismo Profeta: La piedra que han desechado los constructores ha sido hecha cabeza de ángulo 69, sino porque al venir los pueblos de la circuncisión y del prepucio, como paredes de ángulo distinto, han sido unidos en un solo ángulo como en un ósculo de paz? Por eso dice el Apóstol: Él mismo es nuestra paz, el que ha hecho a los dos uno 70. Luego los que de la casa de Jacob e Israel han seguido al que llama, ésos son los que se han unido en una sola piedra angular y los que caminan en la luz del Señor. En cambio, a los que ha abandonado allí, ésos son los que edifican su ruina y que rechazaron la piedra angular.

El rechazo de los judíos, predicho más claramente por medio de Malaquías. El sacrificio de los cristianos se ofrece en todas partes en el cielo y en la tierra.

IX. 12. Finalmente, si os empeñáis, ¡oh judíos!, en retorcer las palabras proféticas según vuestro parecer en otro sentido, resistiendo al Hijo de Dios contra vuestra salvación; os repito, si queréis entender esas palabras de modo que sea el mismo pueblo la casa de Jacob y la de Israel, lo mismo la llamada que la abandonada. No llamada en unos y abandonada en otros, sino por eso llamada toda entera para que camine en la luz del Señor, ya que por ello había sido abandonada, porque no caminaba en la luz del Señor. O llamada ciertamente de tal modo en unos y abandonada en otros que, sin separación alguna de la mesa del Señor, y perteneciendo al sacrificio de Cristo, unos y otros estuviesen bajo los mismos sacramentos antiguos, a saber: tanto los que caminando en la luz del Señor han observado sus preceptos como los que despreciando la justicia merecieron que el Señor los abandonase. Si esto lo queréis entender así, ¿qué vais a decir y cómo vais a interpretar al otro Profeta que os recorta del todo esa palabra, cuando grita con meridiana claridad: No tengo mi complacencia entre vosotros, dice el Señor omnipotente, y no aceptaré un sacrificio de vuestras manos. Porque, desde el sol que nace al sol que muere, mi nombre se ha hecho famoso entre los pueblos, y en todo lugar se ofrece un sacrificio a mi nombre, sacrificio puro, porque es grande mi nombre entre los pueblos, dice el Señor omnipotente? 71 ¿Con qué derecho, en fin, reclamáis ante tanta evidencia? ¿Para qué os alabáis con tanto descaro para perecer más miserablemente en la mayor ruina? No tengo mi complacencia entre vosotros, dice, no un cualquiera, sino el Señor omnipotente. ¿Para qué os gloriáis tanto de la descendencia de Abrahán, vosotros, que en cuanto oís que se dice Jacob o Israel, o casa de Jacob y casa de Israel, en forma laudatoria, porfiáis que eso no puede decirse sino de vosotros? Cuando el Señor omnipotente dice: No está mi complacencia entre vosotros, y no aceptaré un sacrificio de vuestras manos. Ciertamente aquí no podéis negar que no sólo Él no acepta un sacrificio de vuestras manos, sino también que vosotros no se lo ofrecéis con vuestras manos. Pues uno solo es el lugar establecido por la ley del Señor, donde mandó que los sacrificios se ofreciesen por vuestras manos, fuera de cuyo lugar lo prohibió terminantemente.

Debido a que perdisteis ese lugar por vuestros méritos, tampoco os atrevéis a ofrecer en otros lugares el sacrificio que solamente allí era lícito ofrecer. Así se ha cumplido del todo lo que dice el Profeta: Y no aceptaré un sacrificio de vuestras manos. Realmente, si en la Jerusalén terrena os quedase el templo y el altar, podríais decir que esto se cumplía en aquellos malvados establecidos entre vosotros, cuyos sacrificios no acepta el Señor. Y que, en cambio, sí acepta los sacrificios de algunos de vosotros y entre vosotros que guardan los preceptos de Dios. Esto no hay por qué decirlo cuando no existe ni uno siquiera de vosotros que pueda ofrecer un sacrificio con sus manos según la ley que salió del monte Sinaí. Tampoco esto está predicho y cumplido de modo que la sentencia profética os permita responder: Que no ofrecemos carne con las manos, sino que ofrecemos alabanza con el corazón y la boca, según aquello del Salmo: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza 72. También en ese punto os contradice el que exclama: No tengo mi complacencia entre vosotros.

13. Después de esto no vayáis a pensar que, al no ofrecerlo vosotros ni Él recibirlo de vuestras manos, ya no se ofrece a Dios un sacrificio. Ciertamente que no lo necesita Aquel que no tiene necesidad de ninguno de vuestros bienes. Sin embargo, porque no está sin un sacrificio, que es útil no a Él, sino a nosotros, añade y dice: Porque desde la salida del sol hasta el ocaso mi nombre se ha hecho célebre entre los pueblos, y en todo lugar se ofrece un sacrificio a mi nombre, un sacrificio puro; porque mi nombre es grande entre los pueblos, dice el Señor omnipotente 73. ¿Qué respondéis a esto? Abrid los ojos de una vez y ved que, desde el sol naciente hasta el poniente, no en un solo lugar, como a vosotros os fue establecido, sino en todo lugar es ofrecido el sacrificio de los cristianos; y no a un dios cualquiera, sino a Aquel que ha predicho eso, al Dios de Israel. Por lo cual también en otra parte dice a su Iglesia: Y el que te ha sacado, el mismo Dios de Israel, será invocado en la tierra entera 74.

Examinad las Escrituras en las cuales creéis que vosotros poseéis la vida eterna 75. En realidad, la tendríais si entendieseis en ellas a Cristo y lo aceptarais. Investigadlas, ellas dan testimonio de este sacrificio puro que se ofrece al Dios de Israel, no por una sola familia vuestra de cuyas manos ha predicho que no lo aceptará, sino por todos los pueblos que dicen: Venid, subamos al monte del Señor 76. Tampoco en un solo lugar, como os fue mandado a vosotros en la Jerusalén terrena, sino en todo lugar, hasta en la misma Jerusalén.

Tampoco según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec. Porque se ha dicho para Cristo, y sobre Cristo se ha profetizado con anticipación: El Señor lo ha jurado y no se arrepentirá. Tú eres sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec 77. ¿Qué significa: Ha jurado el Señor, sino que lo ha afirmado con verdad inquebrantable? Y ¿qué es: No se arrepentirá, sino que este sacerdocio no lo cambiará por ningún motivo? Pues Dios no se arrepiente como el hombre, sino que hablamos del arrepentimiento de Dios cuando hay un cambio de algo, aun en lo establecido por Él. Así, pues, cuando dice: No se arrepentirá, tú eres sacerdote eternamente según el rito de Melquisedec, demuestra suficientemente que Él se ha arrepentido, esto es, que Él ha querido cambiar el sacerdocio que había establecido según el orden de Aarón. Como vemos cumplido en ambos casos. En efecto: por un lado, no hay sacerdocio de Aarón en templo alguno, y por otro, el sacerdocio de Cristo permanece eternamente en el cielo.

14. Por tanto, el Profeta os llama a esta luz del Señor cuando dice: Y ahora tú, casa de Jacob, venid, caminemos en la luz del Señor. Tú, casa de Jacob, a la que ha llamado y ha elegido. No Tú, a la que ha abandonado. Pues ha abandonado a su pueblo, a la casa de Israel 78. Quienesquiera que desde allí queráis venir, pertenecéis ya a esa a la que ha llamado; estaréis libres de aquella a la que ha abandonado. En efecto, la luz del Señor en la que caminan los pueblos es aquella de la cual dice el mismo Profeta: Te he puesto para luz de los pueblos, para que seas mi salvación hasta los confines de la tierra 79. ¿A quién dice esto sino a Cristo? ¿De quién se ha cumplido sino de Cristo? Tal luz no está en vosotros, de quienes repetidamente se ha dicho: Dios les ha dado espíritu de aturdimiento: ojos para que no vean y oídos para que no oigan hasta el día de hoy 80. No está, repito, en vosotros esta luz; por eso reprobáis con presuntuosa ceguera la piedra que ha sido construida en cabeza de ángulo.

Luego acercaos a Él y seréis iluminados 81; ¿qué es: Acercaos sino creer? ¿Adónde vais, pues, a acercaros a Él, siendo Él la piedra de la que el profeta Daniel dice que, creciendo, se ha hecho un monte tan grande que llena toda la superficie de la tierra 82? Del mismo modo, los pueblos que dicen: Venid, subamos al monte del Señor, no intentan tampoco caminar y llegar a lugar alguno. Donde están, allí suben, porque en todo lugar se ofrece un sacrificio según el orden de Melquisedec. Así, también otro profeta dice: Dios extermina a todos los dioses de los pueblos de la tierra, y le adoran cada uno desde su lugar 83. Cuando, pues, se os dice: Acercaos a Él, no se os dice: Preparad las naves o las acémilas y cargad con vuestras víctimas; caminad desde lo más lejano hasta el lugar donde Dios acepte los sacrificios de vuestra devoción, sino: Acercaos a Aquel de quien oís predicar; acercaos a Aquel que es glorificado ante vuestros ojos. No os cansaréis caminando, porque os acercáis allí donde creéis.

Con qué caridad han de ser invitados los judíos a la fe.

X. 15. Carísimos, ya escuchen esto los judíos con gusto o con indignación, nosotros, sin embargo, y hasta donde podamos, prediquémoslo con amor hacia ellos. De ninguna manera nos vayamos a gloriar soberbiamente contra las ramas desgajadas, sino más bien tenemos que pensar por gracia de quién, con cuánta misericordia y en qué raíz hemos sido injertados 84, para que no por saber altas cosas, sino por acercarnos a los humildes, les digamos, sin insultarlos con presunción, sino saltando de gozo con temblor 85: Venid, caminemos a la luz del Señor 86, porque su nombre es grande entre los pueblos 87. Si oyeren y escucharen, estarán entre aquellos a quienes se les dijo: Acercaos a Él y seréis iluminados. Y vuestros rostros no se ruborizarán 88. Si oyen y no obedecen, si ven y tienen envidia, están entre aquellos de quienes se ha dicho: El pecador verá y se irritará, rechinará con sus dientes y se consumirá de odio 89. Yo, en cambio, dice la Iglesia a Cristo, como olivo fructífero en la casa del Señor, he esperado en la misericordia de Dios eternamente y por los siglos de los siglos 90.

Fuente: Augustinus.it

1 Rm 11,22

2 Ibid. 18

3 Ibid. 22-23

4 Mt 8,12.11

5 Cf Col 2,17

6 Cf Rm 8,3

7 Cf 1Co 5,7-8

8 Cf Mt 5,17

9 Sal 44,1.3

10 Flp 2,6

11 Sal 44,4

12 Flp 2,7

13 Is 53,2

14 Sal 44,7-8

15 Sal 44,10

16 Ibid. 14

17 Sal 44,11

18 Ibid.

19 Sal 68,1

20 Ibid. 6

21 Cf Mt 27,34.48

22 Sal 68,22

23 Sal 68,23

24 Ibid. 24

25 Ibid.

26 Rm 9,6-8

27 Ga 1,22

28 Sal 68,36-37

29 Cf Ga 4,25-26

30 Sal 79,15-16

31 Ibid. 9

32 Mt 21,41

33 Sal 51,10

34 Is 10,22

35 Sal 79,18-19

36 Ibid. 1

37 Jr 31,31-52

38 Ct 2,17

39 Sal 49,1

40 Sal 95,1

41 Sal 49,7-15

42 Sal 49,23

43 Sal 95,1-2

44 1Co 1,31

45 Sal 49,7

46 Ga 6,16

47 1Co 10,18

48 Sal 49,1

49 Sal 58,12

50 Is 2,2-3

51 Gn 25,23

52 Lc 24,46-47

53 Is 2,3

54 Cf Hch 2,1-6

55 Is 2,3

56 Is 53,8

57 Cf Hch 8,32

58 Is 6,10

59 Is 65,2

60 Is 68,24

61 Cf Gn 32,28

62 Cf Is 58,1

63 Is 2,5

64 Cf Rm 10,21; Is 65,2

65 Is 2,6

66 Cf Is 5,2-6

67 Mt 12,27

68 Ibid. 19,28

69 Is 28,16; Sal 117,22

70 Ef 2,14

71 Ml 1,10-11

72 Sal 49,14

73 Ml 1,11

74 Is 54,5

75 Cf Jn 5,39

76 Is 2,3

77 Sal 109,4

78 Is 2,5-6

79 Is 49,6

80 Rm 11,8

81 Sal 33,6

82 Cf Dn 2,35

83 So 2,11

84 Cf Rm 11,17-18

85 Cf Sal 2,11

86 Is 2,5

87 Ml 1,11

88 Sal 33,6

89 Sal 111,10

90 Sal 51,10

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